La Iglesia hoy tiene necesidad de hombres libres que hablen al mundo de la fascinación de ser cristiano
Alfa y Omega
El filósofo Massimo Borghesi es un asiduo visitante de las páginas de Alfa y Omega. Hoy jueves pronuncia, en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, dentro de su ciclo de Extensión universitaria, la conferencia Diálogo intercultural y anuncio cristiano en Europa, un asunto trascendental para el futuro de la fe en nuestro continente, y del que habla en esta entrevista
¿Qué le pasa a Europa? ¿Por qué es necesario el anuncio cristiano?
Al hombre europeo de hoy le falta un sentido de sabiduría importante en el actual equilibrio del mundo. Esta crisis concierne a la política, la cultura, el sentido de la existencia. Somos los herederos de una esperanza fracasada. El comunismo ha desilusionado a la generación del 68. A todo esto, le siguió en los años 90 el cinismo de masas, el deseo de divertirse y de enriquecerse y de no pensar. Es el tiempo de la movida, de la insoportable levedad del ser, del nihilismo ligero y libertario. La generación presente vive, por reflejo, el desencanto de sus mayores. El éxito europeo de Obama encuentra aquí la explicación. El ímpetu ético-religioso que acompaña, en los Estados Unidos, también las vicisitudes políticas, es impensable en la vieja Europa. Con esto, no se quiere decir que no haya en el presente una renovada atención hacia la dimensión religiosa. El año 1989, con la caída del marxismo, se consagró el fin de un tabú: el que el cristianismo pertenecía al pasado, a una posición superada por la Historia. Para un joven de hoy, ser cristiano, el interés por la fe, es una posibilidad actual. Pero esta posibilidad puede, sin embargo, convertirse en real sólo si este joven puede encontrar hoy una posición cristiana auténtica, capaz de mostrar el rostro cristiano en el presente histórico.
¿Cómo ha de ser este anuncio?
El anuncio cristiano no se reduce a una simple comunicación de un discurso. El cristianismo no es la mera religión de la Palabra, como quiere la Reforma. El cristianismo es el Verbo hecho carne. Es un acontecimiento que sucede cada vez, en la puntualidad de los rostros, de los testimonios, que hacen presente, dentro de la Historia, la novedad de la vida cristiana. La Iglesia hoy no tiene necesidad de repetidores de palabras, sino de auténticos testigos de la fe, de encontrar hombres libres que hablen al mundo de la fascinación de ser cristiano.
¿Qué responsabilidad tienen los laicos en este anuncio?
Tienen una responsabilidad muy grande. La Iglesia no ha dado todavía pleno desarrollo del Concilio Vaticano II sobre el papel de los laicos en la vida eclesial. Pesa el clericalismo de los últimos siglos. La consecuencia del eclipse del laicado es la dialéctica entre clericalismo y anticlericalismo, hacia el que se dirige el debate público. La jerarquía eclesiástica interviene directamente sobre los problemas y legitima, en clave a menudo instrumental, la reacción anticlerical. El laicado cristiano tiene hoy una doble tarea: favorecer el encuentro del cristianismo en los ambientes normales de la vida, y expresar en términos culturalmente adecuados una posición cristiana que pueda ser compartida también por los otros en el contexto de la vida pública democrática.
Muchos se niegan a escuchar cualquier cosa que venga de parte de la Iglesia. ¿Cómo vencer esta resistencia?
Estos sectores repiten, en forma postmoderna, los viejos cánones del anticlericalismo del siglo XIX, y se han visto favorecidos cuando la Iglesia, como he dicho, hace esfuerzos por huir del horizonte clerical. Para salir del gueto, la Iglesia debe valorar todas aquellas voces que hoy se oponen al nihilismo como mercantilización integral de la vida hoy todo está reducido a mercancía: el trabajo, el amor, la vida. La lucha contra esta visión une a personas que proceden de realidades diversas para devolver la dignidad al hombre. Un diálogo así permite al cristianismo salir de su aislamiento y, al mismo tiempo, interrogar al frente laicista, cerrado en su dogmatismo de otros tiempos.
¿Cómo dialogar con el laicismo?
El laicismo contemporáneo se divide en dos componentes: el ilustrado, que repite el anticlericalismo del siglo XIX, y el actualizado, post-moderno, que equipara deseos y derechos en un relativismo ético-jurídico. Pero existe una versión de la laicidad que se va imponiendo, que tiene en cuenta que la secularización no sólo ha consumido el terreno de la fe, sino también el de la razón, y con ello también los presupuestos que mueven el ethos del espíritu democrático. Es lo que afirma Jurgen Habermas, uno de los mejores ilustres intelectuales del progresismo europeo. Para no apagarse, la razón laica necesita del diálogo y de la dimensión religiosa. No es sólo la Iglesia la que está llamada a corregirse; también la Ilustración debe hacerse reflexiva, ser consciente de sus límites. Esta tercera vía abre nuevas posibilidades en el escenario contemporáneo, y sería profundamente injusto infravalorarla.