El ansia de dinero constituye uno de los ídolos que hieren a la sociedad
Gaceta de los Negocios
Los hay tan oportunistas que han querido sacar consecuencias teóricas de la crisis económica actual y especialmente de la propuesta de intervención del Gobierno estadounidense en las finanzas del país más rico del mundo. La izquierda española tiende a presentar la economía americana como si fuera un mecanismo radicalmente liberal que se ha visto obligado a recurrir a un procedimiento socialdemócrata, que es como decir socialista con la boca pequeña.
Pero la realidad es muy diferente. En todos los países occidentales se ha establecido una configuración social que supone un pacto implícito entre la economía de mercado y las políticas de intervención pública. El capitalismo y el socialismo, ideologías de la modernidad tardía, se funcionalizan y llegan a una especie de transacción. El Estado y el mercado se entreveran, constituyendo junto con los medios de opinión pública una tecnoestructura autorreferencial que sólo deja fuera el mundo vital de las relaciones personales. El medio de intercambio simbólico del Estado es el poder; el del mercado, el dinero; y el de los medios de comunicación, la influencia. De manera que caben transacciones de dinero por poder, de poder por influencia, o de influencia por dinero.
Cuando hace años comencé a hablar y a escribir en estos términos, casi nadie me entendía, y se extrañaban, por ejemplo, de que hubiera intercambios entre el poder y el dinero, con la mediación de los canales de opinión pública. Pero en cuanto estallaron los escándalos de corrupción durante los gobiernos socialistas de Felipe González, todos pudieron ver de qué se trataba.
Un mercado aislado y exento no ha existido nunca. Entre otras cosas, porque si el mercado fuera autónomo y perfecto no funcionaría. Decía Edmund Burke que el dinero pretende ser el sustituto técnico de Dios. Y todavía hay partidarios tardíos del capitalismo como ideología que veneran al mercado cual si fuera la encarnación de la providencia divina en este mundo. Lo único bueno de tal deus ex machina es que no existe. Mantener que el mercado remediará la situación de pobreza en la que se encuentra más de medio mundo, hará que se superen las crisis económicas, producirá espontáneamente mecanismos de autocorrección
creer en todo eso requiere una fe con exigencias muy superiores a las de la más estricta confesión religiosa.
La propia debilidad teórica de su postura confiere a los neocapitalistas radicales una actitud de arrogancia difícilmente soportable para la gente del común. En este aspecto su postura se parece demasiado a la de los comunistas y socialistas que hubimos de soportar durante décadas. En ambos casos se apela a una base científica que, sencillamente, no existe. Me acuerdo ahora de Althusser, que se refería al marxismo como la Ciencia, así, con mayúscula. Y, cuando se produjo en España la primera irrupción de neoliberales formados en algunas universidades norteamericanas, se corrió entre los graduados jóvenes en otras disciplinas la expresión es más soberbio que un economista.
Me vienen también a la memoria las actitudes de conmiseración cercana al desprecio que hube de padecer yo mismo cuando empecé a hablar de responsabilidad social de la empresa. Ni siquiera a día de hoy, con la que está cayendo, se convencen algunos de que la pura tecnocracia no puede ser la única guía de una sociedad. Como ha recordado en Francia Benedicto XVI, el ansia de dinero constituye uno de los ídolos que hieren hondamente a la sociedad actual. Más sorprendente aún es el caso de los católicos que anteponen su confianza en el capitalismo a la Doctrina Social de la Iglesia. Hay quienes respetan cuidadosamente las encíclicas pontificias siempre que no entren en cuestiones sociales. Ahora bien, la ética social no es menos trascendente todo lo contrario que la ética individual. Entre Tomás de Aquino y Adam Smith hay poco en común.
La economía social de mercado está más cerca de la filosofía política clásica que todas las variantes del capitalismo puro y duro. Y, a mi juicio, se encuentra también más próxima a la justicia y a la eficacia.
Alejandro Llano es catedrático de Metafísica.