Si la Iglesia católica es «un movimiento de amor de Dios hacia el hombre», ¿cómo lograr transmitir este mensaje en los medios de comunicación y a través de él, llegar a la cultura actual?
Es el desafío planteado por el Seminario Profesional The Church Up Close - Covering Catholicism in the Age of Benedict XVI, organizado por la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (PUSC) de Roma, y en el que han participado periodistas de todo el mundo.
Durante el seminario, los diferentes expertos abordaron desde perspectivas distintas cómo transmitir el mensaje de la Iglesia, en el contexto de las relaciones internacionales, del ámbito científico, bioético, etc.
Sobre la identidad de la Iglesia y la "comunicabilidad" de esa esencia, el profesor Philip Goyret, sacerdote y profesor de Ecclesiología de la PUSC, explicó que la Iglesia es «un movimiento de amor de Dios hacia el hombre», y que por tanto, su constitución, su doctrina y sus sacramentos «son un don que no está permitido cambiar».
«Sería más fácil modificar la doctrina vigente, tal y como piden muchos a quienes ciertas posturas de la Iglesia resultan anticuadas», afirmó Goyret, pero esto «sería una traición».
Respecto al pontificado de Benedicto XVI, explicó el cardenal James Francis Stafford, Penitenciario Mayor, la clave de su pensamiento, teología y acción pastoral «es el amor».
«Toda la teología papal está condensada en el título de su primera encíclica: Deus caritas est, 'Dios es amor'», explicó el purpurado. «Sólo el amor es creíble, y es el centro de la historia, también de la contemporánea», añadió.
Ideas, no poder
Sobre el papel que la Santa Sede ha tenido durante toda su historia como mediadora internacional, pero especialmente desde el siglo XX, habló Francis Campbell, norirlandés y embajador del reino Unido ante la Santa Sede.
La Santa Sede, explicó, «es una fuerza mundial con gran influencia», una «actividad diplomática global» y un «cuerpo diplomático altamente respetado».
El embajador explicó que la Santa Sede «juega un papel muy importante», no sólo desde el punto de vista religioso, sino que desempeña también una labor muy importante «en el debate intelectual y moral global», representando «uno de los foros de opinión más significativos a nivel mundial».
Entre los temas en los que la Santa Sede tiene voz, Campbell destacó la paz, los debates éticos, el desarrollo de los países pobres y el medio ambiente, entre otros.
«La Santa Sede, una de las organizaciones más antiguas y quizás una de las más complicadas, trabaja muchas veces a escondidas para prevenir o acabar con los conflictos, y ha intervenido en muchas discusiones a nivel mundial, sobre la pena de muerte, el desastre, las migraciones y el tráfico de personas, por ejemplo».
Según Campbell, el papel de la Santa Sede ha sido fundamental para la prohibición de las bombas de racimo en la conferencia de Dublín del pasado mes de mayo.
En el mismo sentido, monseñor Anthony Frontiero, del Consejo Pontificio "Justicia y Paz", afirmó que la Iglesia «debe tener más voz y más valor para expresarla».
La Iglesia, comentó, es una «experta en humanidad», y este papel se le reconoce a nivel internacional.
Respecto a la postura con la que se recibe la enseñanza de la Iglesia, monseñor Frontiero explicó que, aunque no existe consenso sobre lo que se entiende por ley natural, la Iglesia siempre es escuchada y respetada.
Por ello, añadió, es necesario que la Iglesia «pueda expresar sus propias opiniones como cualquier otra realidad en los foros internacionales. ¿Por qué debería callarse cuando todos los demás tienen la posibilidad de expresarse?», se preguntó.
Ciencia y fe
Uno de los obstáculos que la Iglesia encuentra aún hoy para hacerse oír es el pretendido rechazo de la ciencia y de lo científico, argumento sobre el que giran muchas de las noticias sobre la Iglesia en los medios de comunicación.
Sobre esta cuestión habló el sacerdote Rafael Martínez, profesor de Filosofía de la ciencia en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
«Lo que la Iglesia no acepta explicó no es la ciencia o una teoría científica en sí, sino un uso particular de las posibilidades tecnológicas si es contrario a la dignidad humana».
Esto no significa, añade, «que la Iglesia sea contraria a la ciencia, sino que algunas de sus aplicaciones, como la contracepción, no son conformes a sus enseñanzas».
Por ello, explicó, es fundamental para un informador «conocer exactamente lo que la Iglesia afirma sobre las diversas cuestiones, teniendo en cuenta que no está intentando proponer una explicación alternativa ni contraria a la ciencia».
En este sentido, afirmó que se está superando «la llamada teoría conflictual, que prevaleció durante todo el siglo XIX y parte del XX», para ser sustituida por «una interpretación más equilibrada de la relación entre fe y ciencia».
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