También les ha confiado su pena por las heridas de la tierra y por las heridas de la vida personal y social
ABC
Benedicto XVI ha sido fiel al programa previsto para estas Jornadas Mundiales de los Jóvenes. El tema era: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos». Dicho brevemente, la relación de los jóvenes con el Espíritu Santo y la misión de la Iglesia. Aunque a ciertos oídos suene intimista o etéreo, el Espíritu Santo ha sido el gran protagonista -obviamente con los jóvenes- del viaje del Papa a Australia. En Sydney, los jóvenes han demostrado al mundo que para seguir a Cristo no hace falta ser personas extraordinarias ni perfectas. Solo dejarse llenar de su Espíritu.
El Papa ha disfrutado con ellos de la belleza de la naturaleza, pero también les ha confiado su pena por las heridas de la tierra y por las heridas de la vida personal y social. Les ha dicho que la vida no se resuelve en el mercado de las opciones, las novedades o las experiencias subjetivas, como el marketing del laicismo suele anunciar. Les ha recordado que los que salen perdiendo son los pobres y los más débiles: los ancianos y los niños, los no nacidos y las víctimas de la violencia doméstica. Por eso, ha denunciado los «falsos dioses» de la muerte: la codicia de bienes materiales, el amor posesivo y la ambición de poder. Y ha hablado mucho de inconformismo, de amor a la vida y de generosidad.
Una sorpresa muy grata ha sido el anuncio de Madrid como sede de las próximas jornadas. Sin duda es una muestra de confianza de Benedicto XVI en nuestro país, de larga tradición católica. Es una ocasión de oro para demostrar la potencialidad solidaria de la juventud española y también para contribuir a la renovación espiritual de la sociedad y fomentar una mayor sensibilidad por los más necesitados. Pienso concretamente en los inmigrantes que vienen aquí con la esperanza de salir adelante y necesitan más ayuda. Tenemos que cambiar también en esto, renovarnos en el modo de ver, pensar y actuar.
En el plano eclesial, se podrá reforzar la unidad entre las comunidades locales y la sede del sucesor de San Pedro. Y sobre todo se comprobará -como ha sucedido en Sydney- que la Iglesia sigue siendo joven, lógicamente en los jóvenes de todas las razas, naciones y culturas que están dispuestos a comprometerse para vencer la indiferencia, el cansancio espiritual y el conformismo. Para eso es clave que nos pongamos a trabajar desde ahora en la preparación de ese gran evento.
Ramiro Pellitero, Profesor de Teología Pastoral en la Universidad de Navarra