La comunidad científica admite la existencia de Dios, mientras son excepciones los científicos que ven en la ciencia una autopista para el ateísmo, empeñándose vanamente en liberar a la humanidad de la creencia en Dios.
Por lo visto el biólogo británico Richard Dawkins descubre en su obra «The God Delusion», que Dios es simplemente un espejismo de los hombres o, en términos actuales, tan sólo una realidad virtual en las nuevas pantallas. Hay quien cree que ha demostrado científicamente que Dios es una ficción creada por nuestra mente, y que puede refutar los argumentos filosóficos y teológicos con unas cuantas metáforas, con lo que ha llovido desde Agustín, Anselmo de Cantorbery o Tomás de Aquino. Según ese autor todo sería explicado «científicamente» por el proceso evolutivo, incluidas las creencias religiosas y la fe cristiana. Simplemente se deberían a una evolución de los sentimientos tribales transmitidos de generación en generación.
Estamos otra vez ante una novedad muy antigua, porque hace miles de años que algunos se han empeñado en negar a Dios, desde Demócrito hasta Dawkins, aunque nadie ha sido capaz de demostrar con argumentos la no existencia de Dios. Esta vez el británico y sus seguidores nos piden fe en su intuición de que la vida se habría originado fortuitamente en algunos planetas perdidos en el universo, y de la vida los hombres, y de éstos la religión. Echando mano de la fuerza persuasiva y con suficiente vulgarización se puede llegar a cualquier parte, aunque para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.
En este autor, como en otros cruzados del ateísmo, encontramos pocos argumentos pero sostenidos por una sola idea: que la realidad no material no existe y por lo tanto Dios no puede existir. Pero eso ya lo dijo con más profundidad el pensador J.P.Sartre postulando el antiteísmo: Dios no debe existir porque de otro modo el hombre no podría ser absolutamente dueño de su libertad desligada. Al menos al filósofo francés le daba vértigo ser sólo libertad, pero este biólogo no cree siquiera en ella sino en el determinismo evolucionista, salvo para sostener tozudamente sus opiniones, con el voluntarismo de querer sacar a la humanidad vanamente de su creencia en Dios.
En realidad la mayoría de los científicos de ayer y de hoy considera que la ciencia y la religión no son incompatibles, pues como dijo G.K.Chesterton un poco de ciencia aleja de Dios, pero la mucha ciencia nos acerca a Él. Por ejemplo, otros tres investigadores de primera fila han publicado recientemente libros que reconocen un espacio para lo divino en el universo, como Owen Gingerich, Francis Collins, o Paul Davies(1). Otro famoso investigador superó su etapa de ateísmo cuando reconoció que el cristianismo tiene una visión del mundo más interesante intelectualmente que el ateísmo. Y concluye que Dawkins se ve forzado «a enfrentarse a un hecho que va muy en contra de él: la mayoría de los científicos, con independencia de la postura religiosa que tengan, rechaza su tesis de que las ciencias naturales son una autopista intelectual que lleva al ateísmo»(2). Y otro biólogo evolucionista, Allen Orr escribe que si alguna vez calificó a Dawkins de ateo profesional, ahora le calificaría más bien de «amateur» pues lo más decepcionante de su obra es la incapacidad para afrontar el pensamiento religioso de un modo serio(3). Muchos críticos de Dawkins, también filósofos y científicos no creyentes, le reprochan sobre todo que alguien que quiere atacar a la teología debería hacer el esfuerzo de saber algo de ella, conociendo el pensamiento de los grandes teólogos y dialogando intelectualmente con ellos. De otro modo ese progresismo científico equivale a avanzar otra vez para atrás.
* * * * * *
(1) O.Gingerich, Gods Universe; F. Collins, The Language of God; P.Davies, The Goldilocks enigma.
(2)A. McGrath, The Dawkins Delusion, SPDK Publishing.
(3) Cfr. H.Allen Orr, The New Yhork Review of Books, 11-01-2007.