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Defender a Benedicto XVI de los ataques de quien se ha opuesto a su visita a la universidad La Sapienza de Roma implica pagar un precio, confiesa Giorgio Israel, profesor de Matemáticas en este centro universitario.
El docente de origen judío intervino con un artículo en L'Osservatore Romano y con declaraciones públicas para explicar que Joseph Ratzinger defendió a Galileo en la conferencia pronunciada en 1990, por la que ha sido acusado erróneamente por 67 profesores (de los 4.500) de La Sapienza.
Zenit ha entrevistado al matemático, convencido promotor del diálogo entre fe y ciencia.
¿Considera que ha sufrido la imagen y la credibilidad de su universidad a nivel nacional e internacional tras la oposición de un grupo de profesores y alumnos a la visita del pontífice?
Creo que el daño es bastante serio. He recibido cartas por parte de profesores estadounidenses que estaban desconcertados; en los Estados Unidos uno puede encontrar todas las posiciones posibles e imaginables, pero no se da esta forma violenta de rechazo del diálogo con el Papa, y además sólo con el Papa, pues La Sapienza ha invitado a todos. Es algo desconcertante y, por tanto, desde mi punto de vista, el daño para la imagen es muy elevado.
Desde su punto de vista y por sus contactos como profesor, ¿piensa que hay motivaciones escondidas tras los pretextos?
No creo. Sé que algunos han dicho que todo esto se debe, en parte, a las rivalidades entre grupos académicos para la reelección del rector. Pero francamente no lo creo. Es más que probable que alguno se aproveche de esto, pero mi juicio es que el mundo universitario, que siempre ha estado ligado a la extrema izquierda, en particular al partido comunista, con el final de la ideología marxista se ha quedado huérfano de esta ideología. Y, en cierto sentido, han construido como una teología sustitutiva, como dice George Steiner: el cientificismo y el laicismo más empedernidos.
En la universidad encontramos una concentración sumamente elevada de personas que tienen una visión de este tipo, mucho más que en el resto de la sociedad civil.
¿Cree que la intervención del Papa hubiera podido desarticular este tipo de ideologías?
No, pues es un proceso sumamente lento. Desde un punto de vista, dada la oposición, y las difíciles circunstancias, creo que la decisión de no forzar la situación ha sido muy adecuada.
Yo creo que hay que distinguir tres elementos. Entre los estudiantes, el grupo que se opuso es una pequeñísima minoría, y esta es la maldición de La Sapienza: siempre hay un grupo de gamberros que logra imponer su voluntad a la inmensa mayoría de los estudiantes. Creo que entre los estudiantes esta posición no está muy extendida.
Entre los profesores es diferentes. Sólo firmaron la carta 67, pero yo creo que son mucho más numerosos los que tienen una posición de este tipo. Lo digo por conocimiento de causa. Luego hay muchísimos que piensan de una manera totalmente diferente. Es difícil hacer porcentajes. Pero quizá se trata de una división a mitad y mitad. Pero no se trata sólo de 67, son más.
Ante esta situación, desde mi punto de vista, ha sido justo no ir a la universidad y dar una lección de clase, enviando un discurso que en cierto sentido desmantela todos los pretextos del rechazo, de la oposición a la visita del Papa.
Desde mi punto de vista, el cambio de esta mentalidad sólo puede venir con un proceso muy lento, de discusión, en el que se muestre progresivamente que estas posiciones de carácter cientificista, laicista, radicales, son posiciones equivocadas. Pero, repito, estos procesos requieren mucho tiempo; no es algo que se logra en pocos días, ni siquiera en meses o en un año. Hace falta tiempo.
Por tanto, ¿cree que es posible, dentro de la universidad, comenzar el diálogo entre razón y fe?
Sin duda. La ventaja, lo positivo de todo esto podría ser la creación de una red de personas, que comparten las mismas ideas, que se conozcan. Estoy viendo en las clases que hay muchas personas que no están de acuerdo con lo que ha sucedido, pero no se conocen entre sí.
Desde mi punto de vista es necesario crear una red de personas que se interese por estos temas y que los desarrolle. Para esto también hace falta tiempo, pero ciertamente se dan las condiciones. Hay que tener paciencia.
Desde su punto de vista, además de sacar de contexto la cita de Ratzinger sobre la frase de Feyerabend en la que hablaba del caso Galileo, ¿ha habido errores de comunicación?
No sé si ha habido errores de comunicación. Desde mi punto de vista, todo esto refleja una degradación cultural, porque quien hace algo así y no se avergüenza, o incluso no se da cuenta, como he constatado en algunos casos, es una persona que culturalmente ha caído muy bajo.
¿Ha sufrido críticas o ataques por haber tomado posición en estos días?
No he visto a muchas personas en estos días, pero es la situación de siempre. Es decir, quien toma posiciones como las que tomo yo paga un precio. Hay personas que dejan de hablarte, porque -repito- es un clima sumamente ideologizado.
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