"A la izquierda queda mucho sitio, se decía en la presentación de un periódico que quiere estar más a la izquierda que los periódicos oficiosos de la izquierda española. Es para echarse a temblar.
La Gaceta de los Negocios.
En los últimos treinta años, la cuestión topográfica de la izquierda se ha convertido en un mareo. Cuando terminé el bachillerato, me sentía bastante de izquierdas como el conjunto de mi generación idealista. Me parecía que ser de izquierdas era ayudar a los pobres y ponerse de parte de los más desfavorecidos frente a las injusticias de los capitalistas y explotadores. Era lo que me había llegado. Aunque, en España, ser de izquierdas también era haber perdido la guerra civil. Y, en algunos casos, ser visceralmente anticlerical. Esto era difícil de compartir, si uno procedía de una tradición cristiana.
El verdadero impulso moral de la izquierda, era ayudar a los pobres. Eso le daba su fuerza y su atractivo. Y su aroma cristiano, que hizo a muchos pasarse allí. Aunque era un impulso aprovechado por grupos políticos que se querían instalar en el poder o que ya se habían instalado. Y todo iba mezclado con una enorme carga ideológica y con una manipulación de propaganda, con un nivel jamás alcanzado en la historia. El Ministerio de la Verdad, de la genial novela de Orwell, 1984.
Al final, una ideología que se justificaba a sí misma, sin ninguna otra referencia, llevó al despropósito constante. Para ayudar a los pobres, la URSS construyó el archipiélago Gulaj. Mao organizó la revolución cultural. Pol Pot se llevó por delante un tercio del país. Castro nombró al Ché, que era médico, ministro de economía. Y nacionalizó la economía para ayudar a los pobres. Sendero luminoso tumbaba las torres del tendido eléctrico para ayudar a los pobres. Y otros movimientos revolucionarios americanos se llevaban a los niños de las aldeas para convertirlos en guerrilleros y ayudar a los pobres. Los pobres quedaron así ayudados en la intención y machacados en la ejecución.
El asunto petó, dejando a toda la izquierda sin referente moral. La prensa de la izquierda española, que participó activamente en la tarea de mostrar que todo esto era ayudar a los pobres, también se cansó. Ahora sólo ayuda a alguna ONG, con concursos donde se rifan Mercedes, como pasó hace unos meses. La vieja izquierda, una vez establecida en el poder mediático y político, ha descubierto que también es importante ayudarse a sí misma y se interesa más por los coches y las cartas de vinos. Los dominicales del progresismo anuncian más productos de marca, hoteles de primera y cruceros de placer que los del capitalismo más agresivo. Signo de los tiempos.
En estos años, el progresismo político se ha convertido en progresismo consumista y sexual, que también es un consumo. Y, soterrado, pero visible, sigue el anticlericalismo: la manía anticristiana, que asoma por todas las rendijas. Quizá agudizada por toda esta debacle moral. La religión es violenta, repiten, como si la violencia y el fundamentalismo político del siglo XX tuvieran un origen cristiano. Parece mala conciencia y ganas de colgar a alguien el muerto.
Esa Iglesia que realmente ayudaba a los pobres. Claro que de una manera bastante modesta y despreciable en relación con esos idealismos que prometían convertirlo todo en un paraíso, con sólo un poquito de presión y con un ministerio de la verdad.
Esa Iglesia tan anticuada, que todavía predica los mismos diez mandamientos. Donde se incluye el mandato de amor al prójimo. Y lo del sexto, donde parece que está el problema. Pero no. Está en el primero. Porque el que no cree en Dios, como decía Chesterton, está expuesto a creer en cualquier cosa. El problema de la izquierda es haber creído en cualquier cosa. Lo del sexto ha venido después, a mares. Y también la violencia a los pobres, justificada, disculpada, compensada.
Es de temer una izquierda cuyo único impulso, ya no vamos a llamarlo moral, son las libertades sexuales y un proyecto de laicismo que está basado más en la manía que en la razón. Un proyecto que no está pensado para respetar el pluralismo real que hay en España. Sino precisamente para extirpar el pluralismo real que existe en España. Parece que se quieren quedar solos. En esta piel de toro medio rota, algunos ya no soportan la diversidad ideológica. Sólo toleran la diversidad sexual.
Por eso, cuando se anuncia que sale otro periódico más a la izquierda, es para echarse a temblar. Es evidente que no nace con la intención de fomentar la ayuda a los pobres y la solidaridad internacional. Según el primer y cándido impulso moral de la izquierda, debería significar eso. Eso es lo que nos gustaba de la izquierda. Pero ya no significa eso. Está lejísimos de significar eso. Lo que puede significar es progresismo sexual y leña anticlerical. Bien regado con elaboradas razones y vinos de marca. Me encantaría equivocarme. Pero del corazón habla la lengua y parece que no tienen otra cosa en el corazón.