La verdad sobre el caso de la niña nicaragüense de 9 años que fue violada y obligada a abortar refleja su instrumentalización
En 2003 el caso de Rosita, una niña nicaragüense de nueve años, violada y embarazada, conmovió a la opinión pública y se transformó en bandera de los defensores del aborto. La Iglesia católica dijo que el aborto no era solución para la niña, por lo que recibió críticas por su intransigencia. Ahora el acusado de la violación ha sido declarado inocente, y el padrastro de la niña ha sido acusado de abusos sexuales contra ella.
Alexis Barquero, de 24 años, fue acusado en 2003 de la violación de Rosita, nombre ficticio de la niña de entonces nueve años. Pasó tres meses en la cárcel, donde tuvo que protegerse de los demás reos, perdió el trabajo, hubo de emigrar y estuvo al borde del suicidio. Ahora, una sentencia judicial ha dictado su inocencia.
La familia de Rosita había viajado para trabajar en los cafetales de Costa Rica desde su Nicaragua natal. La violación tuvo como consecuencia su embarazo. La Red de Mujeres contra la Violencia (RMV) se hizo cargo del caso y su petición de aborto hizo del hecho un conflicto internacional. El gobierno de Costa Rica se opuso a que el aborto fuese realizado, de modo que la familia fue trasladada a Nicaragua, donde se acogieron al supuesto entonces vigente en su Constitución del aborto terapéutico. La jerarquía de la Iglesia católica mantuvo que el aborto no iba a solucionar la situación de la niña, por lo que se ganó las rotundas críticas de la inmensa mayoría de los comentaristas. El caso se convirtió en bandera de los defensores del aborto.
Cuatro años después... María de los Santos Esquivel, la madre de Rosita, presenta una denuncia en comisaría porque su hija ha sido violada de nuevo. El violador es el hombre con quien desde hace años convive, padrastro de la niña, Francisco Fletes, a efectos legales padre de la víctima. Las agresiones se vienen produciendo desde al menos julio de 2004, según la denuncia. De hecho, Rosita tiene una hija de veinte meses.
El Nuevo Diario, periódico nicaragüense, ha investigado el caso y ha sacado a la luz los hechos. Tras la denuncia, Rosita se ha refugiado con su hija en un albergue de la RMV. Lo sorprendente es que durante todos estos años Fletes ha mantenido contacto esporádico con la asociación feminista, que se empeña ahora en hacer del caso de la niña uno más. Preguntada por el periodista si acaso Rosita no era símbolo para las causas que defiende la Red, la portavoz de la entidad responde que lo sigue siendo, pero todas las niñas abusadas lo son.
Sin embargo, en 2003, en una entrevista publicada por el Women's Health Journal, Marta María Blandón, que representó a la RMV en el caso Rosita, reconoció que "desde el principio fue desarrollada una estrategia por los miembros del grupo de apoyo, que fue creado y liderado por la Red de Mujeres contra la Violencia y muchas otras organizaciones con mucha experiencia en tales asuntos. Esta coalición del movimiento de mujeres sintió que era el momento correcto para promover por una ley ejecutable que se permitiera el aborto terapéutico y reclamar que el Estado tomara responsabilidad para el caso de Rosita. Es decir, más facilidades para abortar en Nicaragua.
Aunque Francisco Fletes era ya entonces sospechoso en el caso, no dudaron en ayudarle a huir de Costa Rica: nuestra prioridad era sacarles de ahí, que era lo que los padres querían, dice Blandón. Admite que ocultaron sus identidades reales a las autoridades, y luego de establecer contacto con la familia, les ayudaron salir del país: Al final, tuvimos que pasarlos a escondidas y disfrazados debido a las amenazas del Ministro de la agencia de bienestar de los niños. En aquella entrevista, Blandón presumía de haber desafiado con éxito a dos Estados.
Ahora que el caso Rosita vuelve a la palestra, Blandón defiende a la RMV diciendo que los abusadores son personas manipuladoras, cínicas, abusivas, egoístas, maleducadas. Están en todas partes, fingen ser personas honradas y por eso resulta tan difícil reconocer y denunciar el abuso sexual contra niñas y niños. Y eso que Lorna Norori, que junto a Blandón se hizo cargo del asunto, es terapeuta para víctimas de abusos sexuales.
Francisco Fletes, llegó a afirmar en 2003, en uno de los múltiples documentales que se hicieron al respecto, que de tener al agresor lo habría matado él con sus propias manos. Su caso ha terminado por afectar gravemente la credibilidad de la Red de Mujeres contra la Violencia, precisamente ahora que hacen campaña para la reintroducción del aborto en Nicaragua.