¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida! Por eso, el Papa vino aquí para rezar y confesar con todos vosotros: ¡vale la pena ser fieles, vale la pena perseverar en la propia fe!
El Papa Benedicto XVI exclamó, en una parte de su discurso que leyó en español, que ¡La Iglesia es nuestra Casa! ¡Esta es nuestra Casa! ¡En la Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo!, al terminar el rezo del rosario con los sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y demás asistentes en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida.
El Santo Padre destacó esta idea al explicar a los hombres y mujeres de América Latina lo importante que es el sentido de nuestra pertenencia a la Iglesia, que hace a los cristianos crecer y madurar como hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre.
¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida! Por eso, el Papa vino aquí para rezar y confesar con todos vosotros: ¡vale la pena ser fieles, vale la pena perseverar en la propia fe! Pero la coherencia en la fe necesita también una sólida formación doctrinal y espiritual, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más justa, más humana y cristiana.
Como medio para vivir de manera intensa esta pertenencia a la Iglesia, el Pontífice recomendó la lectura del Catecismo de la Iglesia Católica, incluso en su versión más reducida, publicada con el título de Compendio, ya que ayudará a tener nociones claras sobre nuestra fe. Vamos a pedir, ya desde ahora, que la venida del Espíritu Santo sea para todos como un nuevo Pentecostés, a fin de iluminar con la luz de lo Alto nuestros corazones y nuestra fe.
Es con gran esperanza con que me dirijo a todos vosotros, que os encontráis dentro de esta majestuosa Basílica, o que participaron del Santo Rosario desde fuera, para invitarlos a volverse profundamente misioneros y para llevar la Buena Nueva del Evangelio por todos los puntos cardinales de América Latina y del mundo, alentó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre elevó, nuevamente hablando en portugués, junto a todos los fieles, la siguiente oración a Nuestra Señora de Aparecida:
¡Madre nuestra, protege la familia brasileña y latinoamericana! Ampara, bajo tu manto protector a los hijos de esta Patria querida que nos acoge, Tú que eres la Abogada junto a tu Hijo Jesús, dale al Pueblo brasileño paz constante y prosperidad completa, Concede a nuestros hermanos de toda la geografía latinoamericana un verdadero fervor misionero irradiador de fe y de esperanza, Haz que tu clamor de Fátima por la conversión de los pecadores, sea realidad, y transforme la vida de nuestra sociedad, Y tú, que desde el Santuario de Guadalupe, intercedes por el pueblo del Continente de la esperanza, bendice sus tierras y sus hogares, Amén.