Defendió con firmeza, en su homilía, el matrimonio y la familia
La Gaceta de los Negocios
Día de fiesta para la Iglesia brasileña. A pesar del frío y del viento, un millón de personas asistieron a la solemne misa de canonización del primer santo brasileño. Algunos desafiaron a la fría madrugada aguantando horas y horas en el campo de Marte, un inmenso aeródromo de helicópteros.
Benedicto XVI proclamó la santidad de Fray Antonio de Santa Ana, venerado y conocido por todos como Frei Galvao.
En la homilía, y a través de la figura del nuevo santo, fiel devoto de María Inmaculada, Benedicto XVI pronunció palabras de firme condena contra los medios de comunicación social que ridiculizan la santidad del matrimonio y la virginidad antes del mismo, diciendo que "es necesario saber rechazarlos". San Frei Galvao le sirvió al Papa para advertir que el mundo necesita "vidas limpias, sentimientos claros y gentes sencillas que rehusen ser consideradas criaturas objetos de placer". Y añadió: "Es necesario despertar deseos de fidelidad a Dios dentro y fuera del matrimonio".
Este es un mensaje a un Brasil y a una América Latina radicalmente cambiados desde el primer viaje de Juan Pablo II. Ahora avanza una implacable secularización hedonista donde los divorcios y las uniones libres aumentan, del mismo modo que el adulterio y el aborto se presentan con injustificable tolerancia.
A la ceremonia asistieron los 427 obispos brasileños a los que el Santo Padre, después del almuerzo y en la catedral de Sao Paulo, dirigió un discurso muy importante. En él, marcó pautas. Lo convirtió en un auténtico vademécum para estos pastores, como prólogo al discurso del Celam el domingo en el santuario de Aparecida.
Volvió a insistir en la defensa de la santidad del matrimonio y de la familia, atacada y presionada, incluso por procesos legislativos, "justificando delitos contra la vida en el nombre del derecho a la libertad individual".
Asimismo, Benedicto XVI volvió a reafirmar la opción preferencial de la Iglesia por los pobres, "que necesitan sentir la cercanía de la Iglesia, tanto en la defensa de sus derechos como en la promoción común de una sociedad basada en la justicia y en la paz". Y añadió: "Los pobres deben sentirse verdaderamente amados, ofreciéndoles el bálsamo divino de la fe sin dejar a un lado sus necesidades básicas". Puede ser éste, un toque de atención a los que defienden la teología de la liberación, que completó cuando habló "de trabajar con el envangelio en la mano sin interpretaciones de ideologías racionalistas".
Al hablar de los sacerdotes y religiosos durante esta lección magistral, Benedicto XVI pidió a los obispos brasileños discernimiento en las vocaciones, buena formación para los sacerdotes y que eviten "el riesgo de desviaciones en el campo de la sexualidad".