Reclama para la religión cristiana el mismo respeto que Occidente muestra hacia otras confesiones
La Razón
¿Por qué los ataques contra el catolicismo no reciben tanta atención ni suscitan las mismas reacciones públicas que los que se perpetran contra otras religiones o colectivos? Es la pregunta sobre la que se cimienta la iniciativa de un grupo de intelectuales católicos que están a punto de dar vida en Italia a la «Catholic Anti-Defamation League» (CADL) la primera asociación que busca coordinar una estrategia común para defenderse de los ataques externos. La asociación, que ha despertado simpatías en el Vaticano pero que actuará de modo independiente y autónomo, asegura en sus estatutos que «las agresiones contra el cristianismo, la Iglesia y los católicos en general se están diversificando y especializando: se va de la blasfemia a la violencia verbal, del vilipendio contra el Sumo Pontífice a la sátira irreverente, de la provocación del sentir religioso a la falsedad histórica».
Partiendo de esta convicción, tratarán de articular una serie de iniciativas que van desde el boicot de productos publicitados con anuncios blasfemos hasta la promoción de acciones legales contra quienes ofenden la sensibilidad de los católicos. «Queremos combatir un proceso que está intentando cancelar la religión de un modo artificial, pintándola como una enfermedad social. Hay demasiadas agresiones contra los católicos, precisamente en estos tiempos en los que todo el mundo pide respeto para su religión o su colectivo», explica a La Razón el presidente, Pietro Siffi.
Respeto a otras religiones
«Muchos han observado que si una mínima parte de las ofensas contra Jesucristo y su Iglesia se dirigiesen contra otras religiones, esto provocaría protestas de todo tipo, denuncias y llamadas al respeto. No se puede negar que los fieles de otras religiones saben hacerse oír con mayor convicción de la que los católicos han mostrado ahora», argumenta el texto fundacional. Según explica Siffi, no se tratará sólo de denunciar los ataques contra la sensibilidad católica, sino también de exigir a los medios de comunicación un mayor rigor con las noticias que hacen referencia a la Iglesia. «La difamación también consiste en la difusión de informaciones inexactas o en la publicación de hechos históricos falsos o fantasiosos que afectan a la Iglesia de manera no veraz, tendenciosa o con datos erróneos», añade. Pero no sólo: entre los actos difamatorios la entidad incluye «los juicios ofensivos contra la institución eclesiástica, su Jefe y sus ministros», la «alimentación de hostilidades o desprecio a los católicos presentándolos como fanáticos, integristas, retrógrados o de cualquier modo inferiores», así como «la denigración de los católicos por su fe, su culto o su moral».
La actividad de la asociación se desarrollará igualmente en otros planos. Por ejemplo, en el ámbito «cultural, histórico y científico» intentará responder a las «tesis consideradas erróneas o tendenciosas, promoviendo estudios y otras contribuciones destinadas a difundir la Historia de la Iglesia». Mientras que en el ámbito «social y político» buscarán «sensibilizar a la opinión pública, a las asociaciones católicas e instituciones, solicitando también la emanación de leyes y normas que sirvan para hacer respetar la Iglesia Católica y sus miembros». La maquinaria está ya engrasada y a punto: «Pongamos por caso que detectamos una publicidad de contenidos blasfemos, en la que se ridiculiza la figura de la Virgen. Primero la ponemos en manos de las autoridades a través de nuestros abogados, ya que al menos en Italia el vilipendio a la religión es afortunadamente un delito. Después nos constituimos como parte civil. Posteriormente sensibilizamos a los medios de comunicación, nos dirigimos a internet, mandamos comunicados y protestamos para obtener apoyos, también a nivel político. Como última medida, promovemos entre los católicos el boicot de la marca anunciada con una blasfemia», asegura Siffi.
Las actividades
- Revisar programas televisivos y de radio, páginas web, periódicos, libros de texto, dibujos animados, películas, etcétera, para individualizar ataques contra la Iglesia católica.
- Denunciar todos los abusos cometidos a través de un contacto directo con los medios de comunicación y las instituciones públicas y religiosas.
- Crear una red de abogados dispuestos a defender en los juzgados los ataques contra la Iglesia.
- Organizar campañas de sensibilización en parroquias, asociaciones católicas, escuelas e institutos.
- Boicotear los productos que utilizan publicidad ofensiva, las empresas que no respetan o discriminan a los católicos y los cines que proyectan películas ofensivas o blasfemas.
- Defenderse mediante campañas de comunicación de ataques, blasfemias o versiones de hechos o acontecimientos históricos que dañan la imagen de la Iglesia.
- Desplegar las actividades en todos los países con presencia católica a través de la apertura de nuevas sedes de la asociación.
Messori, columnista de La Razón, «padre» de la iniciativa
El intelectual italiano Vittorio Messori, columnista habitual de La Razón, es uno de los principales inspiradores de la «Liga Anti-Difamación Católica». A través de sus artículos lleva casi cinco años promoviendo la idea. «Ya es hora de que también los católicos pongan en marcha algo que los hebreos, con acierto, han creado desde hace tiempo: una Anti-Defamation League, que reivindique los derechos de la verdad y la dignidad de las personas», aseguró en un artículo publicado en Italia en septiembre de 2002 . E insistió después desde las páginas de La Razón: «La estructura servirá también para aquellos que siempre escriben y hablan por hablar: saber que hay alguien que vigila e interviene, como enseña la Anti-Defamation League de los hebreos, inspira prudencia y lleva a informarse mejor».
Messori, como el resto de promotores (entre los cuales también se encuentra Simone Ortolani) destaca que la asociación no ha de ser vista como un organismo de censura, ni un «lobby» para buscar privilegios. «Se trata de hacer comprender que los católicos tenemos una dignidad, unos valores y unas cosas que son sagradas para nosotros», concluye Siffi.