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En este nuevo aniversario, lunes 23 de Abril, de la Primera Comunión de San Josemaría Escrivá y coincidiendo con el Año Jubilar del fundador de las Escuelas Pías, me ha parecido oportuno dedicar un recuerdo a la comunión espiritual, que enseñó un escolapio de Barbastro al fundador del Opus Dei.
Grande fue el amor que san José de Calasanz tuvo a Jesucristo. Por ello, vivió y enseñó a vivir la devoción eucarística, el cuidado en la liturgia, la celebración atenta y cuidada de la Santa Misa. Vamos a ver algunos fragmentos de sus cartas en las que se evidencia esto.
El lugar donde se celebra debe de ser digno, lo más digno posible. Y ha de estar limpio:
"Ahora que ha construido el oratorio y un altar adecuado para celebrar la misa, téngalo todo lo limpio que se pueda. Para que corresponda al sacrificio que debe celebrarse en él cada día, e incluso, para que si algún sacerdote desea celebrar allí, quede satisfecho de la decencia con que se tiene dicho oratorio" (18-I-1639).
También se ha de cuidar la sacristía y todo lo que se guarda en ella.
"Los objetos de la sacristía y los cuadros guárdense bien. Y haya un encargado que se preocupe especialmente de tener las cosas limpias y bien dobladas y guardadas" (24-XI-1629).
Los sacerdotes han de celebrar la Misa con pausa y atención, lo que no quiere decir que se alarguen.
"Si alarga la misa más de media hora, será muy bien castigado... Debe conformarse con una honesta medianía, para que seglares y escolares puedan oírla" (3-I-1630).
La veneración a la Sagrada Eucaristía es grande. San José de Calasanz la encomia, lo mismo que las procesiones eucarísticas:
"No pueden hacer cuanto es debido por venerar el Santísimo Sacramento, cuya procesión han hecho pasar por nuestra iglesia. Me gustaría que todos los años se reitere esta adoración" (19-VI-1638).
También puede proporcionar la salud:
"Tenga por cuenta que toda la virtud que tienen las medicinas la reciben de la mano del Señor, quien puede y suele dar con frecuencia en la santa comunión salud más perfecta que las mejores medicinas del mundo" (18-I-1631).
* * *
Este amor a la Sagrada Eucaristía se lo transmitió san José de Calasanz a sus hijos espirituales. Los escolapios lo han mantenido durante siglos. Uno de ellos, el P. Manuel Laborda, que nació en Borja en 1848 y falleció en Barbastro en 1929, es buen exponente de lo que decimos. En la ciudad del Vero vivió desde 1872 hasta su muerte, unos cincuenta y siete años. Durante ese largo período desarrolló en Barbastro "una buena y fructuosa labor pedagógica, educando en la Piedad e instruyendo en las Letras, a multitud de niños, a su celo encomendados; ímproba pero meritoria tarea, ejercida con verdadero espíritu de sacrificio hasta pocos días antes de su muerte" .
En los cursos 1912-1913 y 1913-1914, fue profesor de José María Escrivá en las asignaturas de Religión y Moral. Fue él quien le enseñó, como a tantos alumnos, la "comunión espiritual". Decía así: "Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos".
En Camino, el libro más conocido de san Josemaría Escrivá, se encuentra un punto sobre la comunión espiritual: "¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! -Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con Él en las obras".
San Josemaría rezaba durante todo el día esta breve oración, con lo que actualizaba y potenciaba la comunión vital con Cristo y con su Cuerpo Místico, la Iglesia.
Monseñor Javier Echevarría, actual prelado del Opus Dei escribió sobre esta oración:
"Guardó siempre un recuerdo de particular afecto al viejo Escolapio que le enseñó la comunión espiritual. Desde que era niño, cuando se preparaba para recibir la Primera Comunión, repitió constantemente esa fórmula. Le he oído predicar muchas meditaciones sirviéndose de esa oración, repitiéndola palabra por palabra. Decía que llena el alma de paz y de sosiego, aun en los momentos de sequedad o de escrúpulo, cuando el alma se ve tan pobre y tan cargada de miserias frente a la maravilla de un Dios que se nos entrega sin reservas" .
Hoy en día, millones de personas de todo el mundo rezan a diario esta comunión espiritual. Agradezcámoslo al P. Manuel Laborda, fiel discípulo de san José de Calasanz.
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