Sus primeras palabras como Sumo Pontífice
"Queridos hermanos y hermanas, todos estamos aún entristecidos por la muerte del querido Papa Juan Pablo I. Y ahora los eminentísimos cardenales han llamado a un nuevo obispo de Roma. Lo han llamado de un país lejano... Lejano, pero siempre muy cercano por la comunión en la fe y en la tradición cristiana. He tenido miedo al recibir este nombramiento, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor y con confianza total en su Madre, la Virgen Santísima".
"No sé si puedo expresarme bien en vuestra, en nuestra lengua italiana. Si me equivoco me corregiréis. Y así me presento ante todos vosotros, para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza, nuestra confianza en la Madre de Cristo y en la Iglesia, y también para comenzar de nuevo por este camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres".
Diez consejos de Juan Pablo II a España
1. El nacimiento de la nueva Europa del espíritu. Una Europa fiel a sus raíces cristianas, no encerrada en sí misma sino abierta al diálogo y a la colaboración con los demás pueblos de la tierra.
2. Deseo para cada uno la paz que sólo Dios, por medio de Jesucristo, nos puede dar; la paz que es obra de la justicia, de la verdad, del amor, de la solidaridad; la paz que los pueblos sólo gozan cuando siguen los dictados de la ley de Dios; la paz que hace sentirse a los hombres y a los pueblos hermanos unos con otros.
3. Los jóvenes están llamados a ser los protagonistas de los nuevos tiempos. Tengo plena confianza en ellos y estoy seguro de que tienen la voluntad de no defraudar ni a Dios, ni a la Iglesia, ni a la sociedad de la que provienen.
4. Cuando falta el espíritu contemplativo no se defiende la vida y se degenera todo lo humano. Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad.
5. Queridos jóvenes, ¡Id con confianza al encuentro de Jesús! Y, como los nuevos santos, ¡No tengáis miedo de hablar de Él! pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. Es preciso que vosotros jóvenes os convirtáis en apóstoles de vuestros coetáneos.
6. Surgirán otros frutos de santidad si las comunidades eclesiales mantienen su fidelidad al Evangelio que, según una venerable tradición, fue predicado desde los primeros tiempos del cristianismo y se ha conservado a través de los siglos.
7. Recordad siempre que el distintivo de los cristianos es dar testimonio audaz y valiente de Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación.
8. El lugar evoca, pues, la vocación de los católicos españoles a ser constructores de Europa y solidarios con el resto del mundo. España evangelizada, España evangelizadora, ese es el camino.
9. España evangelizada y evangelizadora, ese es el camino. No descuidéis nunca esa misión que hizo noble a vuestro País en el pasado y es el reto intrépido para el futuro.
10. Gracias a la juventud española, que ayer vino tan numerosa para demostrar a la moderno sociedad que se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo. Ellos son la gran esperanza del futuro de España y de la Europa cristiana. El futuro les pertenece... ¡Adiós España!
Publicado el 26 de Mayo de 2003 en La Verdad (Navarra)
Extracto de la homilía del Cardenal Joseph Ratzinger en los funerales del Papa Juan Pablo II el 8 de Abril de 2005
¡Sígueme! En octubre de 1978 el Cardenal Wojtyla escuchó nuevamente la voz del Señor. Se renueva el diálogo con Pedro en el Evangelio de esta celebración: “Simón de Juan, ¿Me amas? ¡Apacienta mis ovejas!” A la pregunta del Señor: “¿Karol me amas?”, el Arzobispo de Cracovia respondió desde lo profundo de su corazón: “Señor, tú lo sabes todo: Tú sabes que te amo”. El amor de Cristo fue la fuerza dominante de nuestro amado Santo Padre. Quien lo ha visto rezar, quien lo ha escuchado predicar, lo sabe. Y así, gracias a este profundo enraizamiento en Cristo ha podido llevar un peso que va más allá de las fuerzas puramente humanas: Ser pastor del rebaño de Cristo, de su Iglesia universal.
Él ha interpretado para nosotros el misterio pascual como un misterio de la divina misericordia. Escribe en su último libro: El límite impuesto al mal “es en definitiva la divina misericordia” (Memoria e Identidad”, pág. 70). Y reflexionando sobre el atentado dice: “Cristo, sufriendo por todos nosotros, le ha dado un nuevo sentido al sufrimiento; lo ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: aquel del amor… es el sufrimiento que quema y consume el mal con la flama del amor y trae también del pecado un multiforme brote de bien” (pág. 199). Animado por esta visión, el Papa ha sufrido y amado en comunión con Cristo y por eso el mensaje de su sufrimiento y de su silencio ha sido así elocuente y fecundo.
En la Divina Misericordia: el Santo Padre ha encontrado el reflejo puro de la misericordia de Dios en María, Su Madre. Él, que había perdido a tierna edad a la suya, tanto más ha amado a la Madre divina. Ha escuchado las palabras del Señor crucificado como dichas a él personalmente: “¡Aquí tienes a tu madre!”. Y ha hecho como el discípulo predilecto: la ha acogido en lo íntimo de su ser (Jn 19, 27): Totus tuus. Y de la madre ha aprendido a conformarse con Cristo.
Para todos nosotros permanece como inolvidable el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se ha acercado aún una vez a su ventana del Palacio Apostólico y una última vez ha dado la bendición “Urbi et orbi”. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre. Nosotros encomendamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración para implorar favores por intercesión del Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.
Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.
Amén.
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