La persona humana, corazón de la paz
Jesús Colina, Alfa y Omega, Nº 527/4-I-2007
El derecho a la vida y a la libertad religiosa, la igualdad entre las personas, la ecología humana y social, las ideologías que aplastan al hombre e incitan a la violencia, el terrorismo y la proliferación de armamentos, son los cinco desafíos que afronta la paz en este inicio de año, según Benedicto XVI
Benedicto XVI ha tomado papel y pluma para exponer los cinco desafíos que, según él, afronta la paz en estos inicios del año 2007. Los ha presentado, con un detallado análisis, en el Mensaje que ha escrito con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, celebrada por la Iglesia el 1 de enero. La propuesta del Papa gira en torno a un eje: La persona humana, corazón de la paz. «Estoy convencido de que, respetando a la persona, se promueve la paz, y de que, construyendo la paz, se ponen las bases para un auténtico humanismo integral. Así es como se prepara un futuro sereno para las nuevas generaciones», ha dicho el Santo Padre.
El derecho a la vida y a la libertad religiosa
El primer desafío que ve el Papa para la paz, en el ajedrez mundial, es el del respeto de los dos derechos fundamentales de toda persona. «La paz se basa en el respeto de todos», aclara. Por ello, la Iglesia «reivindica el respeto de la vida y la libertad religiosa de todos». Y añade Benedicto XVI: «El derecho a la vida y a la libre expresión de la propia fe en Dios no están sometidos al poder del hombre. La paz necesita que se establezca un límite claro entre lo que es y no es disponible: así se evitarán intromisiones inaceptables en ese patrimonio de valores que es propio del hombre como tal».
Por lo que se refiere al derecho a la vida, el Papa denuncia «el estrago que se hace de ella en nuestra sociedad: además de las víctimas de los conflictos armados, del terrorismo y de diversas formas de violencia, hay muertes silenciosas provocadas por el hambre, el aborto, la experimentación sobre los embriones y la eutanasia. ¿Cómo no ver en todo esto -se pregunta- un atentado a la paz? El aborto y la experimentación sobre los embriones son una negación directa de la actitud de acogida del otro, indispensable para establecer relaciones de paz duraderas».
Con respecto a la libre expresión de la propia fe, el Papa observa «un síntoma preocupante de falta de paz en el mundo, que se manifiesta en las dificultades que, tanto los cristianos como los seguidores de otras religiones, encuentran a menudo para profesar pública y libremente sus propias convicciones religiosas. Hablando en particular de los cristianos -continúa Benedicto XVI-, debo notar con dolor que, a veces, no sólo se ven impedidos, sino que en algunos Estados son incluso perseguidos, y recientemente se han debido constatar también trágicos episodios de feroz violencia».
Ahora bien, el análisis papal aclara que la persecución religiosa no sólo es promovida por aquellos Gobiernos «que imponen a todos una única religión», sino también por aquellos regímenes indiferentes que «alimentan no tanto una persecución violenta, sino un escarnio cultural sistemático respecto a las creencias religiosas. En todo caso -concluye-, no se respeta un derecho humano fundamental, con graves repercusiones para la convivencia pacífica. Esto promueve necesariamente una mentalidad y una cultura negativa para la paz».
La igualdad de naturaleza de todas las personas
El segundo foco de conflictos en tiempos de globalización, según Benedicto XVI, son las « desigualdades injustas que, trágicamente, hay todavía en el mundo». Entre ellas, considera que «son particularmente insidiosas, por un lado, las desigualdades en el acceso a bienes esenciales como la comida, el agua, la casa o la salud; por otro, las persistentes desigualdades entre hombre y mujer en el ejercicio de los derechos humanos fundamentales».
«La igualdad es, pues, un bien de todos, inscrito en esa gramática natural que se desprende del proyecto divino de la creación; un bien que no se puede desatender ni despreciar sin provocar graves consecuencias que ponen en peligro la paz. Las gravísimas carencias que sufren muchas poblaciones, especialmente del continente africano -reconoce el Papa-, están en el origen de reivindicaciones violentas y son por tanto una tremenda herida infligida a la paz».
La insuficiente consideración de la condición femenina -sigue desenmascarando- provoca también factores de inestabilidad en el orden social». El obispo de Roma se refiere a «la explotación de mujeres tratadas como objetos y en tantas formas de falta de respeto a su dignidad». En particular, denuncia las «concepciones antropológicas persistentes en algunas culturas, que todavía asignan a la mujer un papel de gran sumisión al arbitrio del hombre, con consecuencias ofensivas a su dignidad de persona y al ejercicio de las libertades fundamentales mismas».
La ecología de la paz
Además de la ecología de la naturaleza, según Benedicto XVI, hay una ecología que -siguiendo un personal pensamiento de Juan Pablo II- llama humana, y que a su vez requiere una ecología social.
«La Humanidad, si tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es decir, el respeto por la naturaleza, y la ecología humana». De hecho -constata el Papa-, « toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa». Por eso, el Mensaje pontificio considera que se da «un nexo inseparable entre la paz con la creación y la paz entre los hombres. Una y otra presuponen la paz con Dios». En este sentido, la poética oración de san Francisco de Asís, el Cántico del Hermano Sol, es para el Pontífice «un admirable ejemplo, siempre actual, de esta multiforme ecología de la paz».
El ejemplo más claro de la importancia de esta ecología de la paz, en estos momentos, es, según el Papa, el problema, cada día más grave, del abastecimiento energético. «En estos años -constata el Pontífice-, nuevas naciones han entrado con pujanza en la producción industrial, incrementando las necesidades energéticas. Eso está provocando una competitividad ante los recursos disponibles sin parangón con situaciones precedentes. Mientras tanto, en algunas regiones del planeta se viven aún condiciones de gran atraso, en las que el desarrollo está prácticamente bloqueado, motivado también por la subida de los precios de la energía».
«¿Qué será de esas poblaciones? ¿Qué tipo de desarrollo, o de no desarrollo, les impondrá la escasez de abastecimiento energético? ¿Qué injusticias y antagonismos provocará la carrera a las fuentes de energía? Y ¿cómo reaccionarán los excluidos de esta competición?», se cuestiona el Santo Padre. «Son preguntas -responde- que evidencian cómo el respeto por la naturaleza está vinculado estrechamente con la necesidad de establecer entre los hombres y las naciones relaciones atentas a la dignidad de la persona y capaces de satisfacer sus auténticas necesidades. La destrucción del ambiente, su uso impropio o egoísta y el acaparamiento violento de los recursos de la tierra, generan fricciones, conflictos y guerras, precisamente porque son fruto de un concepto inhumano de desarrollo». Por eso -explica al terminar de ilustrar este desafío de la paz-, «un desarrollo que se limitara al aspecto técnico y económico, descuidando la dimensión moral y religiosa, no sería un desarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaría fomentando la capacidad destructiva del hombre».
Las ideologías deshumanizadoras
El cuarto desafío que hoy ve el Papa para la convivencia fraterna entre las personas y pueblos está constituido por los «prejuicios ideológicos y culturales, o intereses políticos y económicos, que incitan al odio y a la violencia».
«Es comprensible -dice el Pontífice- que la visión del hombre varíe en las diversas culturas. Lo que no es admisible es que se promuevan concepciones antropológicas que conlleven el germen de la contraposición y la violencia. Son igualmente inaceptables las concepciones de Dios que impulsen a la intolerancia ante nuestros semejantes y el recurso a la violencia contra ellos». El Papa clama desde las líneas de su Mensaje: «Nunca es aceptable una guerra en nombre de Dios. Cuando una cierta concepción de Dios da origen a hechos criminales, es señal de que dicha concepción se ha convertido ya en ideología».
En este sentido, el Papa ve una nueva amenaza a la persona humana y, por tanto, a la paz «por la indiferencia ante lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre», que conduce a «una consideración débil de la persona, que da pie a cualquier concepción, incluso excéntrica», y así se llega a la creación de nuevos derechos del hombre, que en realidad no son más que caprichos. «Sólo si están arraigados en bases objetivas de la naturaleza que el Creador ha dado al hombre, los derechos que se le han atribuido pueden ser afirmados sin temor de ser desmentidos», explica Benedicto XVI. Y subraya la evidencia de que «los derechos del hombre implican a su vez deberes». Para ilustrarlo, utiliza una fórmula, acuñada por el mahatma Gandhi: «El Ganges de los derechos desciende del Himalaya de los deberes». Y añade el Papa: «Únicamente aclarando estos presupuestos de fondo, los derechos humanos, sometidos hoy a continuos ataques, pueden ser defendidos adecuadamente». El Papa lanza esta advertencia en particular a los organismos internacionales, algunos de ellos dependientes de las Naciones Unidas. Si olvidaran el fundamento de los derechos humanos -advierte-, «los organismos internacionales perderían la autoridad necesaria para desempeñar el papel de defensores de los derechos fundamentales de la persona y de los pueblos, que es la justificación principal de su propia existencia y actuación».
Terrorismo y proliferación de armamentos
Por último, el Papa ve amenazada la paz, en estos momentos, por la explosión del terrorismo y la proliferación de armamentos, en particular nucleares, y hace un llamamiento a la aplicación del más elemental derecho internacional humanitario, «a cuya observancia se han comprometido los Estados, incluso en caso de guerra».
El Pontífice comienza analizando el drama del conflicto que, en verano, tuvo por escenario el sur del Líbano, «en el que se ha desatendido, en buena parte, la obligación de proteger y ayudar a las víctimas inocentes, y de no implicar a la población civil. El doloroso caso del Líbano y la nueva configuración de los conflictos, sobre todo desde que la amenaza terrorista ha actuado con formas inéditas de violencia, exigen que la comunidad internacional corrobore el derecho internacional humanitario y lo aplique en todas las situaciones actuales de conflicto armado, incluidas las que no están previstas por el derecho internacional vigente».
«Además -continúa el Papa-, la plaga del terrorismo reclama una reflexión profunda sobre los límites éticos implicados en el uso de los instrumentos modernos de la seguridad nacional. En efecto, cada vez más frecuentemente los conflictos no son declarados, sobre todo cuando los desencadenan grupos terroristas decididos a alcanzar por cualquier medio sus objetivos». El Papa no entra en detalles, pero la referencia a casos que están en la mente de todos -de Guantánamo, a ETA-, es evidente. «Ante los hechos sobrecogedores de estos últimos años -añade-, los Estados deben percibir la necesidad de establecer reglas más claras, capaces de contrastar eficazmente la dramática desorientación que se está dando. La guerra -ratifica- es siempre un fracaso para la comunidad internacional y una gran pérdida para la Humanidad. Y cuando, a pesar de todo, se llega a ella, hay que salvaguardar al menos los principios esenciales de humanidad y los valores que fundamentan toda convivencia civil, estableciendo normas de comportamiento que limiten lo más posible sus daños y ayuden a aliviar el sufrimiento de los civiles y de todas las víctimas de los conflictos».
En este contexto, el Papa expresa su gran preocupación por la «voluntad, manifestada recientemente por algunos Estados, de poseer armas nucleares», pues «ha acentuado ulteriormente el clima difuso de incertidumbre y de temor ante una posible catástrofe atómica». Y cita estas palabras de la Constitución Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II: «Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de amplias regiones con sus habitantes es un crimen contra Dios y contra el hombre mismo que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones» (n.80). «La vía para asegurar un futuro de paz para todos -señala el Papa- consiste no sólo en los acuerdos internacionales para la no proliferación de armas nucleares, sino también en el compromiso de intentar con determinación su disminución y desmantelamiento definitivo». Y concluye: «Ninguna tentativa puede dejarse de lado para lograr estos objetivos mediante la negociación. ¡Está en juego la suerte de toda la familia humana!»
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
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