Hace poco más de un año, falleció don Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación. Su sucesor al frente del movimiento es el sacerdote español don Julián Carrón; en esta entrevista a Alfa y Omega, con motivo de su presencia en Madrid para la presentación de la nueva edición del libro de Don Giussani Educar es un riesgo, editado por Encuentro, analiza cómo se ha desarrollado su labor en este año, así como otros asuntos de actualidad eclesial y social
Hace poco más de un año falleció Don Giussani. ¿Cómo han notado su ausencia en Comunión y Liberación?
Una personalidad como la de Don Giussani se echa de menos; pero, al mismo tiempo, estamos sorprendidos de lo que sigue sucediendo entre nosotros. En la homilía pronunciada en su funeral, el entonces cardenal Ratzinger afirmó: «Don Giussani, al no vincular a las personas a sí mismo, sino a Cristo, ha ganado el corazón de las personas». Nosotros percibimos esta presencia en el entusiasmo y en la unidad entre nosotros, que no han decaído en absoluto. Nosotros ahora intentamos seguir el carisma tal y como nos lo ha transmitido Don Giussani, tratando de vivirlo con toda seriedad.
También ha pasado un año desde la muerte de Juan Pablo II y la elección del nuevo Papa. ¿Cómo ha vivido usted esta transición y cómo ve el pontificado de Benedicto XVI?
Es evidente el asombro acerca de todo lo que sucedió en torno a la muerte Juan Pablo II, el afecto que había suscitado entre tantas personas; ahora tenemos al Papa Benedicto XVI, que es capaz, con un temperamento distinto, de reunir a más gente todavía. Es un dato sorprendente. Todos reconocen la belleza del cristianismo, que encuentran los que buscan una guía en medio de la confusión del mundo actual.
¿Qué ha supuesto para usted este año al frente del movimiento? ¿Cómo se ha articulado su labor?
Ha supuesto una toma de conciencia clara de cuál es el pueblo que ha generado Don Giussani. Respondiendo a la gracia de Cristo, yo me admiro, recorriendo nuestras comunidades por el mundo, de las personas que ha hecho interesarse de nuevo por el cristianismo. Supone percibir la presencia de Cristo actuando a través del carisma, y que continúa generando el pueblo cristiano. Mi labor es muy variada: visitar las comunidades, dar clase en la Universidad Católica de Milán, participar en los encuentros de responsables del movimiento, recibir personas o predicar retiros a nuestro grupo de consagrados, los memores Domini. Es una actividad muy intensa, pero entusiasmante.
Usted ha declarado que el desafío fundamental de Comunión y Liberación es el educativo. ¿Cómo contrarrestar la actitud del Estado de pretender erigirse en el educador único del individuo?
Educar es una tarea, fundamentalmente, de los padres. Ninguna otra institución puede sustituir a los padres, ni puede entrometerse en su derecho a transmitir a sus hijos aquello en lo que creen y el tipo de vida que desean para ellos. Por eso, la Iglesia afirma que el Estado tiene un papel subsidiario, y debe favorecer las propuestas educativas de los sujetos sociales, de modo que el estatalismo no sustituya el papel de la familia.
¿Cómo se perciben en Italia las iniciativas legislativas del Gobierno español contra de la familia?
Con sorpresa, en general, incluso las posiciones políticas de izquierdas, que no pretenden seguir -salvo algunos radicales- las iniciativas que se han tomado en España.
¿Qué desafíos tiene la Iglesia hoy?
La Iglesia tiene el desafío de siempre: ser ella misma. Como han dicho constantemente los últimos Papas, no hay que someterla a los reduccionismos al uso, como identificarlo con la sola ética -Juan Pablo I decía que no se podía cambiar el asombro del Evangelio por las reglas-, o con la sola doctrina..., porque ninguna de estas reducciones es capaz de interesar a la gente. El cristianismo es el encuentro imprevisto con una persona fascinante; esto es lo que atrajo a los discípulos y lo que seguirá atrayendo a las personas, si a su vez encuentran personas que deseen vivir con la misma intensidad y frescura que Jesús: esto es lo que se llama testimonio. Como dice el Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est, Cristo continúa acompañando a la Iglesia a través de las personas en las cuales se hace transparente. Ésta es la tarea de la Iglesia; no es otra.
¿Se puede recuperar el interés por la vida, sin hacer una experiencia explícitamente religiosa?
Éste es el gran desafío que tiene la sociedad en general. Hoy tenemos chavales apáticos, sin interés. El nihilismo está por todas partes. La Iglesia puede aceptar este desafío, porque tiene los recursos para hacer la vida interesante. No hay que tener miedo ante la situación de la sociedad; sólo tenemos que ser nosotros mismos, para que la vida no sea una tumba, el trabajo no aplaste, las relaciones sean verdaderas y no decaigan... Este deseo lo tenemos todos, y muchos no saben cómo llevarlo a cabo. No valen sólo los conceptos.
Juan Luis Vázquez
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