Ya conocemos el título de la primera encíclica de Benedicto XVI, "Deus Caritas est", y mientras esperamos la presentación de este documento que nos permitirá conocer el acento fundamental del pontificado, me sorprende una noticia hasta ahora desconocida en estas latitudes. The Times-Picayune, el principal diario del estado de Louisiana, reflejaba en primera página la sorprendente historia de un grupo de mujeres de un suburbio de Kampala, la capital de Uganda, que trabajaron durante quince días p...
Ya conocemos el título de la primera encíclica de Benedicto XVI, "Deus Caritas est", y mientras esperamos la presentación de este documento que nos permitirá conocer el acento fundamental del pontificado, me sorprende una noticia hasta ahora desconocida en estas latitudes. The Times-Picayune, el principal diario del estado de Louisiana, reflejaba en primera página la sorprendente historia de un grupo de mujeres de un suburbio de Kampala, la capital de Uganda, que trabajaron durante quince días picando piedra para obtener fondos para las víctimas del huracán Katrina.
La población del Acholi Quarter de Kampala es extremadamente pobre y padece un elevado porcentaje de enfermos de SIDA. Muchos proceden de la región de Gulu, en el norte de Uganda, un territorio martirizado por una interminable guerra que ha provocado el éxodo de miles de personas que ahora se apiñan en míseros poblados de chabolas. Allí trabaja desde hace años la organización Meeting Point Internacional, dedicada a la asistencia y el acompañamiento de estos enfermos y sus familias, que no se conforma con el imprescindible trabajo de prevención y control de la enfermedad, sino que despliega una verdadera tarea educativa orientada a que las personas descubran el valor y la dignidad de su vida, cualquiera que sea la circunstancia que atraviesen.
Ha sido en el contexto de las relaciones nacidas en torno al Meeting Point, donde surgió la sorprendente iniciativa de trabajar para los damnificados del Katrina, personas que viven a miles de kilómetros de distancia, al otro lado del mar, y que pertenecen a un país poderoso. Mientras el mundo discutía sobre si era preciso enviar ayuda o no, a personas que son ciudadanos del gran gigante norteamericano, las mujeres del Acholi Quarter decidieron privarse de lo que sustenta su pan de cada día, para enviar a sus hermanos americanos este mensaje: nosotras hemos encontrado esperanza para nuestras vidas porque alguien nos ha amado incondicionalmente; ahora os hacemos partícipes de ese mismo amor. The Times-Picayune publicó algunas cartas de estas mujeres, capaces de erizar la piel del más escéptico. Por ejemplo la de Margaret Akullu: "os mando mi pequeña contribución como señal de mis lágrimas por lo que ha ocurrido, me identifico con vosotros porque sé lo que significa sufrir; estoy enferma de SIDA y sé que en cualquier momento puedo morir, pero no tengo miedo, porque sé que alguien cuidará de mis hijos; mi donativo es un signo de ese amor que otros, a los que no conozco, me ofrecieron a mí primero, porque lo más grande de este mundo, más grande aún que cualquier sufrimiento o enfermedad, es el amor de unos hacia otros". O esta otra, de Flavia Kizito, también seropositiva: "aquí hay personas que pertenecen a tribus diferentes, pero cuidan los unos de los otros, cosa que nuestras tribus no hicieron; este amor lo hemos aprendido, y mi donativo sirve para demostrároslo; quisiera estar en Nueva Orleáns para poder ofreceros mi pequeña choza y compartir con vosotros nuestra comida".
A los ochocientos dólares fruto del trabajo en la cantera de piedra, se sumó lo recogido en la colecta dominical de todas las iglesias de la archidiócesis de Gulu, en el norte de Uganda, convocada por el propio arzobispo, conmovido al conocer la iniciativa de las mujeres del Meeting Point. Y así se recogieron más de 2.500 dólares que fueron entregados a la embajada de los EEUU en Kampala. Este no es el guión de una serie de televisión ni la campaña de imagen de una ONG, sino la historia sencilla de unas mujeres que, en medio de lo que muchos denominarían el infierno, han visto crecer la planta de una vida nueva, invencible. La guerra, el hambre o el SIDA, no les han tornado escépticas ni violentas, porque han encontrado gente que les abrazaba hasta el fondo, que no las dejaba solas. Vuelvo a recordar al Papa y su vibrante sí a la vida, pronunciado el pasado Domingo al explicar que con el Bautismo, somos introducidos en una compañía de amigos que no nos abandonará nunca en la vida ni en la muerte: "ninguno de nosotros sabe qué sucederá en nuestro planeta en los próximos cincuenta, sesenta, o setenta años, pero hay algo de lo que estamos seguros, que la familia de Dios siempre estará presente y que quien pertenece a esta familia nunca está solo, sino que tiene la amistad segura de Aquél que es la vida". Esta es la historia del Meeting Point y del Acholi Quarter de Kampala. Sí, verdaderamente, Deus Caritas est.
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