En su discurso a la Comisión Teológica Internacional
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 diciembre 2005 (ZENIT.org).- El carácter inviolable de los derechos humanos sirve de fundamento para el diálogo con el mundo laico, asegura Benedicto XVI.
Afrontó el argumento este jueves al reunirse con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, presidida por primera vez por el arzobispo William Joseph Levada, en virtud de su nuevo cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrin...
En su discurso a la Comisión Teológica Internacional
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 diciembre 2005 (ZENIT.org).- El carácter inviolable de los derechos humanos sirve de fundamento para el diálogo con el mundo laico, asegura Benedicto XVI.
Afrontó el argumento este jueves al reunirse con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, presidida por primera vez por el arzobispo William Joseph Levada, en virtud de su nuevo cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La sesión plenaria está afrontando dos temas que ya había comenzado a afrontar con su anterior presidente, el cardenal Joseph Ratzinger: el destino de los niños fallecidos sin haber sido bautizados y la ley moral natural.
Presentó esta última como base para las sociedades actuales, pues permite comprender «el fundamento de los derechos enraizados en la naturaleza de la persona, y que como tales, derivan de la misma voluntad de Dios creador».
«Al ser anteriores a cualquier ley positiva de los Estados, estos derechos son universales, inviolables e inalienables, y por tanto, deben ser reconocidos por todos como tales, especialmente por las autoridades civiles, llamadas a promover y a garantizar su respeto».
Reconociendo que en la cultura actual el concepto de «naturaleza humana» parece haber desaparecido, el sucesor de Pedro reconoció que no es posible comprender los derechos humanos «sin presuponer que el hombre, en su mismo ser, es portador de valores y de normas que hay que descubrir y reafirmar, y no inventar o imponer de modo subjetivo y arbitrario».
En este sentido, reconoció, «el diálogo con el mundo laico es muy importante: debe quedar claro que la negación de un fundamento ontológico de los valores esenciales de la vida humana desemboca inevitablemente en el positivismo y hace depender el derecho de las corrientes de pensamiento dominantes en una sociedad, pervirtiendo así el derecho en un instrumento de poder, en vez de subordinar el poder al derecho».
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