En un momento como el actual, en que el esfuerzo y los valores morales y religiosos se ignoran, pensamos en Gustave Thibon, el filósofo campesino, que apenas salió de la aldea, ni obtuvo otro título académico que el de la enseñanza Primaria. Su constancia y esfuerzo le hicieron conquistar el título de ser uno de los pensadores contemporáneos más importantes. La tarea educativa es, quizás, la más importante para desarrollar la personalidad del ser humano; educación y cultura equivalen a libertad ...
En un momento como el actual, en que el esfuerzo y los valores morales y religiosos se ignoran, pensamos en Gustave Thibon, el filósofo campesino, que apenas salió de la aldea, ni obtuvo otro título académico que el de la enseñanza Primaria. Su constancia y esfuerzo le hicieron conquistar el título de ser uno de los pensadores contemporáneos más importantes. La tarea educativa es, quizás, la más importante para desarrollar la personalidad del ser humano; educación y cultura equivalen a libertad y conocimiento, ambos conducen a la capacidad de seleccionar en todo momento. Desgraciadamente, hoy se busca con ansiedad el éxito, olvidando que el verdadero éxito, como escribe Susanna Tamaro, consiste en compartir el mundo interior y no la foto en primera página. Cuando contemplamos un bonsai, hacemos el paralelo con ese tipo de personas que son maduras en cuanto a la edad pero son pequeñas de pensamiento. Se rompe el equilibrio ético y se acepta el esquema nuevo del todo vale.
Fundamental es la figura de los padres y del maestro en nuestras vidas. Edmundo di Amicis, en su obra Cuore, sitúa al maestro en los últimos años del siglo XIX, en la recién emergida nación italiana. Respeto y tolerancia son para él los ejes de la educación. Por lo que se refiere a nuestro país, estamos, según las últimas estadísticas, a la altura de Tobago e Isla Trinidad. En la nueva reforma de la ley desaparecen los valores éticos y religiosos, parece buscarse un hombre deshumanizado, al margen de Dios. Los personajes que se proponen como modelos no tienen ideales, son gentes sin brújula, gente desmontada –como diría Julián Marías–, su único referente son ellos mismos. La mitad de los jóvenes españoles no son capaces de descifrar un texto inteligible, y es difícil hallar alumnos de Bachillerato, e incluso de Universidad, que escriban sin faltas de ortografía. Se confunden siglos y fechas históricas. El significado de un vocablo, o la interpretación de un campo semántico están lejos de muchos. La expresión verbal escasea, y se utilizan pocos vocablos. Por doquier encontramos analfabetos funcionales en edad adulta.
Las proclamas de los jóvenes del Mayo del 68 están vigentes: Prohibido prohibir; La imaginación al poder; Fuera toda disciplina y esfuerzo. Crecer sin valores religiosos, sin referencias, es crear una generación de pulgarcitos o Peter Pan, que carecen de proyecto de vida en la adolescencia.
Además, hoy la familia delega la educación y la formación religiosa. Juan Pablo II, consciente de este peligro, planteó la necesidad de nuevas iniciativas evangelizadoras. Jean Piaget describió la sucesión de etapas del aprendizaje como un proceso coherente, afectivo y profesional, sobre el que merece la pena esforzarse. En el libro del Eclesiastés leemos: «No existe mayor felicidad que dedicar la vida a una tarea y envejecer en ella».
Soledad Porras Castro
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