Una de las muchas cosas que ha puesto de manifiesto la manifestación en favor de la familia ha sido que nuestra sociedad –al menos la amplísimamente representada desde Cibeles a Sol– está menos dormida de lo que parecía. No es que haya despertado –que puede ser que algo también, y ya iba siendo hora–, sino que no la dejan demostrar que está mucho más despierta de lo que se cree. Nada terminó cuando terminó la manifestación, sino que, en ese momento, empezó algo muy importante y muy trascendental...
Una de las muchas cosas que ha puesto de manifiesto la manifestación en favor de la familia ha sido que nuestra sociedad –al menos la amplísimamente representada desde Cibeles a Sol– está menos dormida de lo que parecía. No es que haya despertado –que puede ser que algo también, y ya iba siendo hora–, sino que no la dejan demostrar que está mucho más despierta de lo que se cree. Nada terminó cuando terminó la manifestación, sino que, en ese momento, empezó algo muy importante y muy trascendental para el futuro: la conciencia, expresada públicamente, de los propios derechos irrenunciables. Benedicto XVI acaba de expresar a algunos nuevos embajadores acreditados ante la Santa Sede una de las más evidentes preocupaciones de su comienzo de pontificado: «El futuro de la Humanidad pasa por la familia».
Esa preocupación básica y general del Papa no le impide preocuparse por cada persona concreta, especialmente por las que más sufren: al final de una Audiencia General, un enfermo le pasó su móvil para que hablara con una religiosa en estado terminal. Benedicto XVI lo hizo encantado y dirigió a la religiosa unas palabras de aliento, en medio de la sorpresa emocionada de todos los que le rodeaban.
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