El primer viaje apostólico de Benedicto XVI a una ciudad italiana recuerda a la Iglesia lo esencial: sin la Eucaristía dominical, los cristianos no pueden vivir
Un momento de la Misa de clausura del Congreso Eucarístico Nacional, de Bari
Sin reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía, los cristianos no podrán sobrevivir en un mundo de consumismo desenfrenado y cerrado a la trascendencia. Éste fue el mensaje que llevó a Benedicto XVI a la ciudad sureña de Bari para realizar su primer viaje apostólico en territorio italiano.
Benedicto XVI cumplió de este modo el deseo que había expresado públicamente Juan Pablo II de participar en el XXIV Congreso Eucarístico Nacional italiano, pensado para dar un nuevo empuje al catolicismo italiano en momentos de profundos cambios sociales.
Y la respuesta de Italia fue la misma que había ofrecido al Papa venido de Polonia: más de doscientas mil personas se congregaron en la explanada de Marisabella para participar en misa del Corpus Christi. Entre ellos, había decenas de miles de jóvenes que habían pasado la noche en la explanada, durmiendo en sacos de dormir, después de haber participado en la noche anterior en una vigilia de fiesta y oración. Entre ellos, el ambiente era el de una Jornada Mundial de la Juventud.
El ejemplo de los mártires
A los cristianos del tercer milenio, Benedicto XVI les puso el ejemplo de los primeros cristianos, en concreto de los mártires de Abitene, localidad en lo que hoy es Túnez, en la que en el año 304 fueron torturados y martirizados 49 cristianos por desobedecer al emperador romano Diocleciano, quien había prohibido poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas. Sorprendidos celebrando la Eucaristía el domingo, uno de los cristianos, en el interrogatorio, explicó el sentido de su desafío al emperador: «Sin el domingo no podemos vivir». Es particularmente interesante constatar que en aquella época el precepto dominical todavía no existía como ahora lo entendemos.
«Tampoco es fácil para nosotros vivir como cristianos –recordó el Santo Padre en una homilía frecuentemente interrumpida por los aplausos–. Desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que nos encontramos, caracterizado con frecuencia por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por el secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto», constató.
Eucaristía para afrontar la vida
«Tenemos necesidad de este Pan para afrontar los esfuerzos y cansancios del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para sacar fuerza de Él, que es el Señor de la vida. El precepto festivo no es, por tanto, un simple deber impuesto desde el exterior», aclaró.
Para el Papa, «participar en la celebración dominical y alimentarse del Pan eucarístico es una necesidad para el cristiano, pues de este modo puede encontrar la energía necesaria para el camino que hay que recorrer». Un camino –indicó– que «no es arbitrario: el camino que Dios indica a través de su Ley va hacia la dirección inscrita en la esencia misma del hombre. Seguirlo significa para el hombre realizarse a sí mismo; perderlo es perderse a sí mismo».
La gran diferencia entre la Iglesia del siglo XXI y la de los primeros siglos es que ésta estaba unida al partir el Pan, mientras que actualmente los cristianos están divididos en diferentes Iglesias y confesiones. Constatando con dolor este desgarre, desde Bari, la ciudad en la que se encuentran los restos de san Nicolás, lugar histórico de encuentro entre cristianos de Oriente y de Occidente, confirmó su voluntad «de asumir como compromiso fundamental el de trabajar con todas las energías en la reconstitución de la plena y visible unidad de todos los seguidores de Cristo».
«Soy consciente de que, para ello, no bastan las expresiones de buenos sentimientos –confesó–. Se requieren gestos concretos que entren en los espíritus y agiten las conciencias, invitando a cada uno a esa conversión interior que es el presupuesto de todo progreso en el camino del ecumenismo».
El otrora cardenal Joseph Ratzinger se hizo famoso por su sinceridad y estilo directo. Éste es también el estilo del nuevo Papa. Antes de concluir su homilía, explicó lo que realmente buscaba de ese viaje y, en definitiva, de su pontificado: «Que los cristianos de hoy vuelvan a encontrar la conciencia de la decisiva importancia de la celebración dominical, y que sepamos sacar de la participación en la Eucaristía el empuje necesario para un nuevo compromiso en el anuncio al mundo de Cristo nuestra paz».
Jesús Colina. Roma
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