Llama a la unidad de la iglesia
Cita a Juan Pablo II y dice a los jóvenes: "¡No tengáis miedo de Cristo!"
ROMA.- Benedicto XVI ha perfilado durante la misa que da inicio a su Pontificado su tarea al frente de la Iglesia, recurriendo para ellos a los símbolos del palio y el anillo del Pescador. "Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad" asegura Joseph Ratzinger, sino la de Cristo y como él "rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida". La humanidad -señala el Papa– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda.
Alrededor de 350.000 fieles se han congregado en San Pedro para asistir a la larga misa, que ha rondado las tres horas de duración y ha concluido con el paseo de Ratzinger.
El Papa es conducido a través de la masa
de fieles en la Plaza de San Pedro. (Foto: EFE)
En su homilía, Benedicto XVI ha tenido un nuevo recuerdo para su predecesor en el cargo, del que fue mano derecha durante largos años. Su fallecimiento , señala Ratinzger, dejó una gran sensación de "abandono". "Hemos sido consolados de nuevo realizando la solemne entrada en cónclave para elegir al que el Dios había escogido", dice Benedicto XVI. Y ahora, en este momento-señala el Papa- yo, "débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. Ratinzger asegura que "nunca podría soportar esta tarea él solo" e invoca la ayuda de los "santos ".
De esta "maravillosa experiencia" deduce Joseph Ratinzger, que "la Iglesia está viva. "De este modo saludo con gran gozo y gratitud a todos vosotros que estáis aquí reunidos, señala el nuevo Papa.
A continuación, en su mensaje de homilía, el Pontífice se refiere a su misión. Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, asegura Ratinzger "sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él.
El Papa se refiere en este punto a recordar "los dos signos con los que se representa litúrgicamente el inicio del Ministerio Petrino": el palio y el anillo del pescador.
El primero, el palio, tejido de lana pura, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, "toma sobre sus hombros". El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y así, no servimos solamente a Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia.
La humanidad — todos nosotros — es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto. El Palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros.
"La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto" de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; del abandono, de la soledad, del amor quebrantado", dice el Pontífice y "la Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida", hacia la amistad con el Hijo de Dios, advierte el Papa.
El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres, advierte el Pontífice, que pide a los fienes que roguen por él para que "aprenda a querer cada vez más a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente" y para que "por miedo, no huya ante los lobos".
El segundo signo con el cual la liturgia de hoy representa el comienzo del Ministerio Petrino es la entrega del anillo del pescador. "También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera", señala el Papa, que hace un llamamiento a la unidad de la Iglesia.
Ratinzger saluda a los asistentes
a su misa de entronización. (Foto: AP)
Su palabras se remontan entonces al 12 de octubre de 1978, en esta misma plaza de San Pedro, cuando Juan Pablo II inició su ministerio. Recuerda el mensaje de su predecesor: "No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!", refiriéndose sobre todo a "los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder", y a los jóvenes. Y ellos se dirige Ratiznger al final de su homilía: "¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida".
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