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Benedicto XVI tiene la mirada en el futuro. Además de ser Papa, y con la edad que está viviendo, tiene la alegría de preparar el terreno a quienes vienen ya caminando por los caminos de la Fe, y sabe que "el hambre de Dios" jamás desaparecerá de la tierra.
«Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas».
Esta fue la respuesta que recibió Benedicto XVI cuando en 1944 le llamaron al servicio militar, y le preguntaron que quería ser en el futuro.
En su reciente Mensaje a los seminaristas, del 18 de octubre, el Papa insiste: «Pero también ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una "profesión" con futuro, sino que pertenece más bien al pasado».
Benedicto XVI tiene la mirada en el futuro. Además de ser Papa, y con la edad que está viviendo, tiene la alegría de preparar el terreno a quienes vienen ya caminando por los caminos de la Fe, y sabe que "el hambre de Dios" jamás desaparecerá de la tierra.
«Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera».
Quizá este Mensaje no aparecerá entre los grandes escritos de Benedicto XVI. Quizá la prensa no le prestará una atención particular, si acaso le dedica siquiera un renglón.
Consciente de los retos intelectuales con los que se enfrentan los sacerdotes de hoy, y muy especialmente, se encontrarán los que ejerzan su ministerio en un futuro relativamente cercano, les recuerda la necesidad de estudiar, de pensar, de razonar.
«"Estad siempre prontos para dar razón (logos) de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere” (1 P 3, 15). Una de las tareas principales de los años de seminario es capacitaros para dar dichas razones. Os ruego encarecidamente: Estudiad con tesón. Aprovechad los años de estudio. No os arrepentiréis. Es verdad que a veces las materias de estudio parecen muy lejanas de la vida cristiana real y de la atención pastoral. Sin embargo es un gran error plantear de entrada la cuestión en clave pragmática. ¿Me servirá para el futuro? ¿Me será de utilidad práctica, pastoral? Desde luego no se trata solamente de aprender las cosas meramente prácticas, sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad, de manera que se convierta en una respuesta a las preguntas de los hombres que, aunque aparentemente cambian en cada generación, en el fondo son las mismas».
Benedicto XVI sabe que Cristo estará en y con la Iglesia hasta el fin de los tiempos; y que Cristo necesita hombres que le anuncien en todos los rincones de la tierra, y lo hagan presente entre sus hermanos. Hombres sin complejos de ningún tipo; y sobre todo, sin complejo alguno ante el último, o el primero si acaso existe alguna clasificación, intelectual, científico, pensador, etc. etc., que se le presente recordándole que "en la sociedad moderna ya no hay sitio para Dios". Que, si acaso, Dios ha tenido algo que hacer en algún instante impreciso de los orígenes, pero después se ha desvinculado de los hombres, y de la creación.
«Dios está vivo —les recuerda—, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre».
Y como sabe también que todos los intentos del nacionalsocialismo, del comunismo, del socialismo y del liberalismo ateos, todavía latentes en una descomposición que se alarga en el tiempo, coinciden en pretender dejar a Dios al margen de la historia del hombre, Benedicto XVI recuerda a los seminaristas:
«Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla».
Seminaristas, sacerdotes sin complejos, conscientes de que la única luz que verdaderamente puede revivificar "los vacíos del hombre actual", que, entre otros, George Steiner analiza en "La nostalgia del absoluto", es la luz de la Fe; esa luz que los oyentes griegos de san Pablo rechazaron: la luz de la Resurrección. La única luz que hace posible que el hombre mantenga la mirada en el "futuro". Luz que no se extinguirá nunca.
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