Es legítimo discrepar, pero no manipular los datos
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A la espera de la visita del Papa Benedicto XVI a Barcelona es legítima la posición de algunos medios de comunicación de pronunciarse en contra. Las opiniones son libres y, en cualquier caso, no requiere demostración por su evidencia que algunos medios de comunicación de Cataluña y España son claramente anticatólicos y tal tendencia se manifiesta de manera habitual. Oponerse al viaje del Papa no es sino una muestra más de su posición.
Pero si la sentencia periodística señala que «las opiniones son libres, los hechos son sagrados», a la vez exige que las noticias, la descripción de lo sucedido, se ajuste a la realidad. Por poner un ejemplo del caso en cuestión: es legítimo que un periódico escriba un editorial en el que exprese la línea del rotativo de oponerse a la visita del Papa. Pero sería indigna manipulación que, en el supuesto de que se convocara una manifestación en contra de dicha visita y en ella asistieran unas 3.000 personas, este periódico afirmara que eran 40.000. Y lo mismo si, en sentido inverso, otro dijera que eran solo 400.
Forma parte de la trágica manipulación informativa, o como mínimo de no saber separar información y opinión. Manipulaciones de cifras como las reseñadas son poco menos que el pan nuestro de cada día en algunos medios de comunicación españoles, sobre los temas más variados. Cuando la falta de ética se ha instalado en la vida ordinaria y profesional, en la información periodística se trasluce lo que, en todo caso, no es más que el deseo de los redactores de la noticia o de los directores o propietarios de un determinado medio. Aunque nada tenga que ver con lo que sucede en realidad.
Esto es lo que parece le ha ocurrido en los últimos días en un rotativo de Barcelona, El Periódico de Cataluña. Es bien conocida su línea hostil a todo cuanto haga referencia a la Iglesia Católica, a todo aquello que tenga relación con el sentido cristiano de la vida, incluso a los principios del Derecho Natural en aspectos como el aborto. Pero, estos días, una vez más, se les fue la mano. En portada, con todo alarde tipográfico, abriendo el diario con un inmenso titular afirmaba que los "cristianos de base" se movilizaban contra el viaje de Benedicto XVI a Barcelona.
Cuando se leía el texto, que ocupaba también amplísimos espacios interiores en páginas preferentes, uno se daba cuenta de la inconsistencia de la información, que ni siquiera era de los propios barceloneses sino que por allí aparecía un cura de Madrid.
Al margen de valoraciones subjetivas, la información tenía un pequeño defecto de principio: ¿Quiénes y cuántos son estos supuestos "cristianos de base"?.
Independientemente de la opinión favorable o adversa que cada uno tenga, cualquiera que conozca un poquito la actual realidad eclesial en Cataluña y España sabe que, cuantitativamente, estos presuntos "cristianos de base" caben todos en un autobús y aún sobran asientos. Además, y que me perdone alguno de ellos si me excedo porque esto ya no es un hecho sino una interpretación personal ?lo que demuestra que separo información y opinión?, a la vista de cómo actúan siempre con una inmensa hostilidad hacia todo lo católico, estoy convencido que algunos autodenominados "cristianos de base" se sentirían muy a gusto en uno de aquellos buses que en los paneles publicitarios llevaban los slogans de que Dios no existe. Dudo que sean creyentes.
Son cuatro gatos, pero, además, cualitativamente, ¿qué importancia tienen? Su peso real no va más allá del que pretenden otorgarles algunos medios de comunicación anticatólicos que les dan cancha.
Un periodista de información hace mejor su trabajo cuanto de manera más fidedigna trasluzca la realidad de la sociedad acerca de la que informa. Situémonos en la información política. Cada diario, radio, televisión, podrá tener la línea editorial que considere conveniente, pero hará una mala información si, por ejemplo, dedica muy poca atención a los grandes partidos y mucho espacio a partidos extraparlamentarios. Sencillamente, porque se aleja de la realidad.
El Periódico de Cataluña ha dado un ejemplo de mal periodismo. Si aquella información antipapal la hubiera publicado como una noticia normal, sin especial relieve, en una página interior, no sería problema. Seguro que algún grupo hay en contra de la visita de Benedicto XVI. Convertirla en una sensacionalista portada con grandes titulares mostraba sectarismo y un mal periodismo que no pretende mostrar la realidad sino crearla.
Un periódico, al igual que un partido o un grupo social, tiene derecho a querer crear una nueva realidad. No es ilícito. Esta es su opinión, su objetivo, pero no justifica falsear o distorsionar la información.
Si un alumno mío de periodismo en la universidad hubiera hecho tal portada le hubiese suspendido. No por sus opiniones, sino por convertir en central lo que es marginal, dar máximo protagonismo a lo que no pasa de grupúsculos irrelevantes.
Que se lo aplique el director de dicho rotativo.