almudi.org Expertos italianos alertan contra las nuevas «sectas caballerescas» de raíz masónica
Las
herejías gnósticas y otras prácticas anticatólicas se encuentran en la ideología
de estos grupos
«Todos
caballeros», exclamó Carlos V allá por el siglo XVI. Hoy, por extraño que
parezca, seguimos montados a caballo, bien como templarios, cruzados o
paladines. Si cabalgase todavía el señor don Quijote sobre Rocinante, habría de
verse su lanza ...
almudi.org Expertos italianos alertan contra las nuevas «sectas caballerescas» de raíz masónica
Las
herejías gnósticas y otras prácticas anticatólicas se encuentran en la ideología
de estos grupos
«Todos
caballeros», exclamó Carlos V allá por el siglo XVI. Hoy, por extraño que
parezca, seguimos montados a caballo, bien como templarios, cruzados o
paladines. Si cabalgase todavía el señor don Quijote sobre Rocinante, habría de
verse su lanza con multitud de falsos colegas, y quizá perseguiría con su fiel
Sancho a muchos de los que visten la armadura inmaculada de la caballería sólo
por haber comprado el título, o lo que es peor, por haberse adherido a extrañas
doctrinas de pseudoiniciación. Una revista italiana se ha propuesto
desenmascarar a todos estos falsos «lanzarotes».
R.
Beretta/M. Velasco
Milán/Madrid- Está claro: a los molinos de viento ya no los mueven los gigantes,
sino la Nueva Era, y el esoterismo en masa, aparentemente inocuo, es el caballo
de Troya de otros tantos entuertos. Quizá por eso, una revista italiana que se
ocupa habitualmente de movimientos religiosos, Religioni e sette nel mondo, del
Grupo de Búsqueda e Información Socioreligiosa (GRIS), dedica su último número a
las «Órdenes de Caballería» contemporáneas, con el objetivo de distinguir entre
verdaderos lanzarotes y falsos neotemplarios. Según el GRIS, bajo la armadura
rutilante de los nuevos paladines, entre una película de moda y un juego de rol,
se esconde más de un peligro para la fe. Se trata de levantar la celada y
desenmascarar al templario usurpador. Sobre todo, para defender a espada «a una
institución, la de la caballería, que ha acompañado el nacimiento y el apogeo de
la civilización cristiana medieval» y repartir mandobles contra la
«falsificación contemporánea de la caballería, sea con fines engañosos o
neoespiritualistas». Sobre todo hoy que –gracias a novelas de ciencia-ficción y
sagas tolkienianas– el espíritu de la fascinación de la Tabla Redonda y de sus
émulos atrae sobre todo a los más jóvenes.
La revista publica un elenco de
hermandades pseudocaballerescas, desmentidas por la ley italiana e incluso por
la Santa Sede: desde los «Caballeros del Templo de Salomón» hasta los sediciosos
«Templarios de Occidente» y otros inventos. Pero preocupa más todo el entramado
de prácticas iniciáticas que desembocan en cultos esotéricos y un paganismo
soterrado. «Por medio de una pretendida conexión “oculta” con la Orden del
Temple –afirma la revista–, un gran número de grupúsculos atraen a un vasto
público, sobre todo jóvenes, hacia ambientes en los que se difunden doctrinas,
leyendas y teorías con valores y prácticas claramente anticatólicas, de raíz o
derivación masónica». Es el caso del celebérrimo «Código da Vinci», en el que,
bajo apariencia de novela, se unen templarios y herejías gnósticas que
introducen en el lector la idea de que existe un círculo de iniciados en
posesión de ideas secretas (Cristo no ha muerto en la cruz, se ha casado, ha
tenido hijos...) que la Iglesia se supone que intenta ocultar para seguir
manteniendo su poder.
El movimiento neotemplario difundido en Europa desde el
siglo XVIII en adelante –cuentan el historiador Franco Cardini y el
psicoterapeuta Adolfo Morganti– a menudo ha sido utilizado por la masonería con
función antipapal. El GRIS se lamenta de que exista en Italia «una proliferación
de iniciaciones, ceremonias, investiduras, tanto privadas como públicas, a
menudo realizadas en el interior de ambientes sagrados y quizá en la presencia
de miembros del clero católico». De ahí la necesidad de defender y relanzar la
verdadera caballería en el sentido cristiano, donde el combate se vuelve
esencialmente espiritual: «El miles Christi tiene como misión “la defensa del
Reino de Dios sobre la tierra” y la “santificación del caballero mediante el
servicio prestado al prójimo, especialmente con los pobres y los necesitados”».
La Razón,
13/10/2004