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El autor de «El código Da Vinci» vuelve a arremeter contra la Iglesia
Con la aparición en España de «Ángeles y demonios», el libro que Dan Brown escribió antes del éxito comercial de «El código Da Vinci», se pone de relieve la nula capacidad de documentarse, los clamorosos errores históricos y los infundados ataques a la Iglesia catól...
El autor de «El código Da Vinci» vuelve a arremeter contra la Iglesia
Con la aparición en España de «Ángeles y demonios», el libro que Dan Brown escribió antes del éxito comercial de «El código Da Vinci», se pone de relieve la nula capacidad de documentarse, los clamorosos errores históricos y los infundados ataques a la Iglesia católica son, en realidad, una imagen de marca, una estrategia para convertir en «best-seller» una más que mediocre obra literaria, con trama inverosímil y un final ridículo.
LA RAZÓN, José R. Navarro Pareja (29/09/04) .-
Madrid- El plano de Roma que regalaba una cadena de librerías por la compra de «Ángeles y demonios» bien lo hubiera necesitado Dan Brown antes de escribir esta novela. Con eso, una sencilla historia universal y la más barata guía turística de la ciudad, habría salido airoso a la hora de documentar su libro. Bien es cierto que nos encontramos ante una novela, un texto de ficción en el que el autor se puede permitir ciertas licencias para engarzar la historia con la trama. Pero en el caso de Brown, estas licencias se tornan en una manipulación intencionada que sólo se pueden deber a un gran nivel de incultura o una extraña perversión contra la Iglesia católica.
La novela pretende reeditar la polémica entre ciencia y religión y para ello se despacha con afirmaciones como que Copérnico fue asesinado por la Iglesia, «que siempre ha perseguido a la ciencia». Los errores más evidentes aparecen cuando Langdon, el profesor de Harvard que, para fortuna de sus alumnos, es totalmente imaginario, nos regala sus conocimientos sobre el cristianismo. Según su teoría, no es más que una ecléctica conjunción de cultos, que ha adoptado la cruz de los egipcios, el proceso de canonización de un antiguo ritual de Euhemerus, la comunión de los aztecas y el concepto de la muerte de Cristo para redimir nuestro pecados, de una tradición de Quetzalcoatl. Sin comentarios.
Pero es al hablar del Vaticano cuando los errores adquieren la intencionalidad de mostrar a la Santa Sede como una entidad oscurantista y malvada, preocupada sólo por esconder sus secretos. Así, en el mundo imaginario de Brown, el Archivo Secreto Vaticano, uno de los más consultados del mundo, prohíbe el acceso a los no católicos. También «niega» el acceso, y esta vez a todo el mundo, a la necróplis Vaticana, que doce metros bajo el baldaquino de Bernini, acoge la tumba histórica de Pedro, «olvidando» que el Vaticano ha musealizado la zona para facilitar las visitas turísticas a este lugar. Llega a afirmar que Bonifacio VIII, ansioso por alcanzar el poder, mató a su antecesor, Celestino V. Y su enorme incultura le gasta una mala pasada, pues Celestino V es el único Papa que ha dimitido.
Las licencias históricas de Brown acaban inclinado la balanza siempre hacia el mismo lado, para presentar una Iglesia oscurantista y sin fe. Quizás el mismo Brown da, en este libro, la clave de su pensamiento cuando pone, en boca de sus protagonistas: «El progreso es el peor mal para la Madre Tierra», o la famosa teoría de Gea que afirma que «el planeta es un organismo vivo» y que «todos nosotros somos células con objetivos diferentes, que servimos al conjunto». Puro New Age.