El puesto de la ética en la sociedad y en la Iglesia
Entusiasmo, novedad y esperanza: éste era el clima, al finalizar el Congreso Internacional sobre Teología Moral, con el lema Caminar en la luz, organizado por el Instituto Pontificio Juan Pablo II, de la Universidad Lateranense, de Roma, recientemente, y al que se estima que han asistido más de trescientas personas al día. En el marco de la celebración de los XXV años del pontificado de Juan Pablo II, y diez años después de la publicación de la encíclica Veritatis splendor, se constatan los avances y la cercanía a la realidad de la Iglesia respecto a la moral.
El profesor Livio Melina, director del Área de investigación del Instituto Juan Pablo II y máximo organizador del Congreso, afirmó: «Junto a la demanda de reglas en el ámbito secular –bioética, ética de las comunicaciones, justicia internacional–, se da, al mismo tiempo, una gran permisividad moral sobre la vida. Hoy, cuando a la enseñanza moral de la Iglesia se le contesta con un pluralismo ético, con una emancipación de la conciencia moral cristiana, se necesitaba un congreso que repensase el puesto de la ética en la sociedad y en la Iglesia»
La cualificación de los ponentes del Congreso no dejaba atrás a la de los asistentes, como se reflejaba en los coloquios posteriores a las conferencias. El Congreso lo abrió monseñor Rino Fisichella, Presidente del Instituto Juan Pablo II y Rector de la Universidad Lateranense, al que siguió la lectura de una carta de congratulación del Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano.
Para comenzar los estudios, en la primera sesión –el Congreso constó de seis sesiones más una extraordinaria– se abordó la Cuestión moral y cuestión antropológica. Algunas de las primeras luces las aportó el Patriarca de Venecia, cardenal Angelo Scola, que ofreció la perspectiva teológica de la encíclica, en lo que denominó un concentrado de intuiciones: «La encíclica –dijo el cardenal Scola– introduce un elemento de gran importancia para la teología moral: la teología de la experiencia». Para explicarlo, desarrolló la idea de la libertad en relación con la ley, la conciencia y la verdad. «La ley debe servir para la vida, pero puede causar la muerte si se la ve como algo congelado que rompe el dinamismo de la libertad. Puede convertirse en un ídolo».
Destacó en el Congreso la intervención del profesor Stanislaw Grygiel, del Instituto Juan Pablo II, que explicó cómo La verdad resplandece en la transparencia del ser. En su exposición marcó los extremos entre racionalismo y moralismo, asemejándolos al comunismo (razón sin moral) y al puritanismo (moral sin razón). De su relación destacaron la esperanzadora afirmación: «La belleza salvará al mundo rompiendo el racionalismo y el moralismo corrupto»; y la valiente constatación de que, «en una sociedad donde falta el heroísmo, falta la verdad».
La segunda sesión, centrada en la moral y en la gracia, la presentó Karl Josef Romer, Secretario General del Consejo Pontificio para la Familia, institución que definió como un reto y un misterio, ya que la misma gracia de Dios y el propio Cristo suponen un misterio. El cardenal Francis George, arzobispo de Chicago, habló sobre la cultura de la fe y la formación de los discípulos. Después de un rápido análisis sobre la cultura, siempre vinculada a la ley natural, afirmó que «la fe genera cultura, y un sistema moderno que reconoce las normas morales hace que se desarrolle el individuo y la cultura misma».
El dinamismo de la razón práctica fue el tema de la tercera sesión. De gran valor filosófico fue la ponencia del profesor Martin Rhonheimer, de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, de Roma. Explicó, desde la perspectiva tomista, lo que es el acto de la voluntad que permite tomar las decisiones. Habló de la objetividad y de la carga de valor de la intencionalidad de los actos: «Los actos en sí no dictan la moralidad; debe ser la razón del hombre la que defina la moralidad del acto».
La cuarta sesión, dedicada a la virtud y a la moral, tuvo también una fuerte dosis filosófica de la mano del profesor Eberhard Schockenhoff, de la Universidad de Friburgo. Primero analizó cómo la virtud no puede estar separada de la idea de bien. En un segundo punto, vinculó la virtud a la disposición de seguir el deber, no como una ética de normas según la ética moderna, sino integrándola con la afectividad.
La sesión más concurrida fue aquella en la participaron el cardenal Ratzinger y monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo. Éste desarrolló varios puntos: la relación entre el hombre y Dios como una teología del don, la presencia de la gracia, la estructura cristológica de la libertad, para terminar concluyendo que la amistad con Dios es el principio clave de la teología moral. El cardenal Ratzinger desarrolló su conferencia explicando cómo surgió esta encíclica y cuál fue la intención del Papa al escribirla: «El Papa quiso recuperar y volver a proponer el sentido moral del Concilio Vaticano II». Relacionó la razón con la moral como un punto clave al que acudir, porque, «para la teología moral, el racionalismo tiene mucha importancia», al tiempo que resaltó la presencia de la gracia: «Sin Dios no se puede construir una moral».
De las últimas intervenciones, cabe destacar la de monseñor Juan Antonio Reig, obispo de Segorbe-Castellón, quien propuso varios puntos en los que incidir para una educación en la moral; los más contundentes, cuando se refirió a ser testigos de la moral «cambiando la pregunta ¿Qué debo hacer? por la de ¿Quién quiero llegar a ser?», y vivir la verdad en nuestras acciones reconociendo en la Iglesia esa casa donde encontrar el humus o ámbito prropicio para la virtud.
Carmen María Imbert. Roma (Alfa y Omega, 11-XII-2003)
Don Juan J. Pérez-Soba, de la Facultad de Teología San Dámaso
«La Iglesia hace crecer a las personas»
Usted ha dicho que una moral basada sólo en el respeto niega la gracia; ¿qué puede decir acerca de lo que se ha denominado políticamente correcto?
Lo políticamente correcto no se mueve ni siquiera en un nivel de respeto, sino en una concordancia común acerca de aquello que es aceptable. Corre un peligro muy grande, que es cambiar lo que es moralmente bueno por lo que es simplemente plausible a nivel social. En el fondo, es un nuevo fariseísmo. Si una persona dirige su vida sólo hacia aquello que los demás piensan que es correcto, desde luego su vida tendrá grandes carencias morales.
¿Por qué la Iglesia tiene autoridad para decir cómo se deben regir las personas en el campo de la moral?
La autoridad no es algo que te conceden, es algo que se es. La Iglesia tiene autoridad porque hace crecer a las personas, es la autoridad que tenía Jesucristo. La autoridad de la Iglesia llama la atención porque está diciendo aquello que uno desea vivir, y por eso es un camino de vida.
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