No es una secta religiosa, aunque propone una visión de Dios, del hombre y del mundo. El mensaje New Age cruza pacíficamente las culturas y se manifiesta en la música, el cine, la literatura, en el sector de la “auto-ayuda”, en algunas terapias, en la protesta “no global”. Como es muy heterogéneo, sería incorrecto sostener que todo lo que está relacionado con él es positivo o negativo. Pero una cosa es cierta: es difícil conciliar la perspectiva que subyace en la New Age con la doctrina y con la espiritualidad cristianas.
Diego Contreras
12/02/2003.-
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Referirse a estas alturas a la New Age parecería volver el calendario treinta años atrás. La diferencia es que en los años setenta sus expresiones estaban ligadas de algún modo a la contracultura, mientras que ahora ya no sorprenden, pues han sido asimiladas por las tendencias dominantes. Por ejemplo, es mérito suyo, en buena parte, si en los países occidentales mucha gente cree hoy en la reencarnación. Al mismo tiempo, parece evidente que sólo una minoría de las personas que se sienten atraídas por este fenómeno profundiza sobre su significado teórico o “místico”. La mayor parte son simples consumidores de productos que llevan esa etiqueta, a veces por razones puramente comerciales.
Para ayudar a descifrar este cuadro, dos organismos de la Santa Sede han publicado un estudio que traza las líneas generales de la Nueva Era, se centra en los aspectos que tocan el ámbito religioso y espiritual, e ilustra algunos puntos en los que sus posiciones se oponen a la fe católica (1). La publicación está presentada como un “informe provisional”, por lo que no tiene el valor doctrinal de un documento definitivo. Pero se trata, sin duda, de un análisis autorizado.
Un sucedáneo
Un aspecto que se evidencia a través de las páginas del libro es que muchas de las aspiraciones humanas a las que la New Age pretende responder tienen un origen real en la vida de muchas personas. Entre ellas figuran “la importancia de la dimensión espiritual del hombre y su integración con el resto de su vida, la búsqueda de un significado a la existencia, la relación entre los seres humanos y el resto de la creación, el deseo de un cambio personal y social, y el rechazo de una visión racionalista y materialista de la humanidad”. Lo que se critica es que esta corriente no ofrece una respuesta auténtica, sino un sucedáneo: se busca la felicidad donde no está.
Dios inmanente
En el campo religioso, la New Age ofrece una alternativa a la herencia judeo-cristiana. “Quien se pregunte si es posible creer en Cristo y en Acuario, que sepa que ésta es una situación en la que se está o de una parte o de otra”, mantiene el informe. No hay que olvidar, además, que muchos de los movimientos que han nutrido la New Age son explícitamente anti-cristianos.
Un punto clave que impregna todo el pensamiento y la práctica New Age es un implícito panteísmo en el que no se distingue a Dios de las criaturas. El Dios al que se refiere no es personal ni trascendente, sino una energía inmanente al mundo. Se habla también de Cristo, pero como un nombre aplicado a aquellos que han alcanzado un estado de conciencia en el cual perciben su propia divinidad. Jesús de Nazaret es una de las figuras históricas que alcanzaron ese nivel, al igual que Buda y otros.
La visión del hombre es congruente con lo anterior: somos esencialmente divinos, aunque participamos en la divinidad cósmica según los diversos niveles de conciencia. La identidad de cada ser humano está diluida en el ser universal y en el proceso de encarnaciones sucesivas. No es necesaria ninguna Revelación o Salvación que venga de fuera, sino el cumplimiento de la experiencia de salvación que está dentro de nosotros: algo que se hace posible mediante técnicas psico-físicas que llevan a la iluminación definitiva. La descripción podría ampliarse, pero bastan esos trazos para comprender que las diferencias con el cristianismo no son de matiz.
La New Age “comparte con algunos grupos de influencia internacional el objetivo de suplantar y superar las religiones concretas para dar espacio a una religión universal capaz de unir a toda la humanidad”. Muy ligado a este fin está el esfuerzo conjunto de muchas instituciones para inventar una ética global, un marco que reflejaría la naturaleza global de la cultura, de la economía y de la política. Empeño del que no están ausentes algunos cristianos.
Respuesta cristiana
El documento hace algunas sugerencias para hacer frente al desafío cultural y religioso que presenta esta corriente, en la que cabe ver un síntoma de la crisis actual y al mismo tiempo una respuesta engañosa a las aspiraciones más profundas del corazón humano, como son la paz, la armonía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Una respuesta, además, que se alimenta cada día de nuevos elementos.
Se sugiere, ante todo, la formación doctrinal de los católicos, que se completa con la práctica de la oración y el recurso a los sacramentos. Es preciso también ofrecer “una presentación buena y profunda del mensaje cristiano”, que incluye aspectos como el cuidado de la Tierra en cuanto creación de Dios. Y como idea de fondo, la conciencia de que para los cristianos, la “nueva era” comenzó hace dos mil años con la encarnación de Jesucristo.
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