Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
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El Alto Comité para la Hermandad Humana ha convocado hoy un día de oración y ayuno para pedir a Dios misericordia y piedad en este momento trágico de la pandemia. Todos somos hermanos. San Francisco de Asís decía: “Todos hermanos”. Y por eso, hombres y mujeres de todas las denominaciones religiosas, hoy, nos unimos en oración y penitencia, para pedir la gracia de la curación de esta pandemia.
Homilía
En la primera Lectura hemos oído la historia de Jonás, en un estilo de la época. Como había “alguna pandemia”, no sabemos, en la ciudad de Nínive, una “pandemia moral” quizá, la ciudad iba a ser destruida (cfr. Jo 3,1-10). Y Dios manda a Jonás a predicar: oración y penitencia, oración y ayuno (cfr. vv. 7-8). Ante aquella pandemia, Jonás se asustó y escapó (cfr. Jo 1,1-3). Luego el Señor por segunda vez lo llamó y él aceptó ir a predicar (cfr. Jo 3,1-2). Y hoy todos, hermanos y hermanas de toda tradición religiosa, rezamos: jornada de oración y de ayuno, de penitencia, convocada por el Alto Comité para la Hermandad Humana. Cada uno reza, las comunidades rezan, las confesiones religiosas rezan, rezan a Dios: todos hermanos, unidos en la fraternidad que nos reúne en este momento de dolor y de tragedia.
No nos esperábamos esta pandemia, ha venido sin que la esperásemos, pero ahora está. Y tanta gente muere. Tanta gente muere sola y tanta gente muere sin poder hacer nada. Muchas veces puede venir el pensamiento: “A mí no me afecta; gracias a Dios me he salvado”. ¡Pero piensa en los demás! Piensa en la tragedia y también en las consecuencias económicas, las consecuencias en la educación, las consecuencias... en los que vendrá después. Y por eso hoy, todos, hermanos y hermanas, de cualquier confesión religiosa, rezamos a Dios. Quizá haya alguno que diga: “Esto es relativismo religioso y no se puede hacer”. Pero, ¿cómo no se va a poder rezar al Padre de todos? Cada uno reza como sabe, como puede, como ha recibido de su cultura. No estamos rezando uno contra otro, esta tradición religiosa contra esa, ¡no! Estamos unidos todos como seres humanos, como hermanos, rezando a Dios, según la propia cultura, según la propia tradición, según las propias creencias, pero hermanos y rezando a Dios, ¡esto es lo importante! Hermanos, haciendo ayuno, pidiendo perdón a Dios por nuestros pecados, para que el Señor tenga misericordia de nosotros, para que el Señor nos perdone, para que el Señor detenga esta pandemia. Hoy es un día de hermandad, mirando al único Padre, hermanos y paternidad. Día de oración.
El año pasado, en noviembre del año pasado, no sabíamos lo qué era una pandemia: ha venido como un diluvio, ha llegado de golpe. Ahora nos estamos despertando un poco. Pero hay tantas otras pandemias que hacen morir a la gente y no nos damos cuenta, miramos a otra parte. Somos un poco inconscientes ante las tragedias que en este momento suceden en el mundo. Solo quería daros una estadística oficial de los primeros cuatro meses de este año, que no habla de la pandemia del coronavirus, habla de otra. En los primeros cuatro meses de este año han muerto 3 millones 700 mil personas de hambre. Es la pandemia del hambre. En cuatro meses, casi 4 millones de personas. Esta oración de hoy para pedir que el Señor frene esta pandemia nos debe hacer pensar en las otras pandemias del mundo. ¡Hay tantas! La pandemia de las guerras, del hambre y tantas otras. Pero lo importante es que, hoy –juntos y gracias al valor que ha tenido este Alto Comité para la Hermandad Humana– juntos hemos sido invitados a rezar cada uno según su propia tradición y a hacer una jornada de penitencia, de ayuno y también de caridad, de ayuda a los demás. Esto es lo importante. En el libro de Jonás hemos oído que el Señor, cuando vio cómo había reaccionado el pueblo –que se había convertido–, el Señor se detuvo, frenó lo que quería hacer.
Que Dios detenga esta tragedia, que pare esta pandemia. Que Dios tenga piedad de nosotros y que detenga también las otras pandemias tan malas: la del hambre, la de la guerra, la de los niños sin educación. Y esto lo pedimos como hermanos, todos juntos. Que Dios nos bendiga a todos y tenga piedad de nosotros.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y te deseo en mi alma. Como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti. No permitas que jamás me separe de ti.
Al final de la Misa
Quisiera agradecer hoy al señor Tommaso, el técnico de sonido que trabaja aquí para la trasmisión. Él nos ha acompañado en estas trasmisiones. Trabaja en el Dicasterio para la Comunicación pero se jubila: hoy es la última vez que trabaja. Que el Señor lo bendiga y le acompañe en la nueva etapa de su vida.