Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Celebrar con verdadera fe la Navidad es la enseñanza que podríamos sacar del Evangelio de hoy que narra la curación de un paralítico (Lc 5,17–27). La fe infunde valentía y es el camino para tocar el corazón de Jesús. Hemos pedido la fe en el misterio de Dios hecho hombre. La fe también hoy, en el Evangelio, hace ver cómo toca el corazón del Señor. El Señor tantas veces vuelve a la catequesis de la fe, insiste. “Viendo la fe de ellos”, dice el Evangelio. Jesús vio aquella fe, porque hace falta valor para hacer un agujero en el techo y descolgar una camilla con el enfermo…, hace falta valor. ¡Esa gente tenía fe! Sabían que si el enfermo llegaba ante Jesús, sería curado.
Jesús admira la fe en la gente, como en el caso del centurión que pide la curación de su siervo; de la mujer siro-fenicia que intercede por la hija poseída por el demonio o también por la señora que, solo tocando el borde del manto de Jesús, se cura de las pérdidas de sangre que la afligían. Pero también Jesús reprocha a la gente de poca fe, como Pedro que duda. Con la fe todo es posible. Hoy hemos pedido esta gracia: en esta segunda semana de Adviento, prepararnos con fe para celebrar la Navidad. Es verdad que la Navidad –lo sabemos todos– muchas veces se celebra no con tanta fe, se celebra incluso mundanamente o paganamente; pero el Señor nos pide hacerlo con fe y nosotros, en esta semana, debemos pedir esta gracia: poder celebrarla con fe. No es fácil proteger la fe, no es fácil defender la fe: no es fácil.
Es emblemático el episodio de la curación del ciego en el capítulo IX de Juan, su acto de fe ante Jesús al que reconoce como el Mesías. Confiemos a Dios nuestra fe, defendiéndola de las tentaciones del mundo. Nos hará bien hoy, y también mañana, durante la semana, tomar ese capítulo IX de Juan y leer esa historia tan bonita del chico ciego de nacimiento. Y acabar desde nuestro corazón con el acto de fe: “Creo, Señor. Ayuda mi poca fe. Defiende mi fe de la mundanidad, de las supersticiones, de las cosas que no son fe. Defiéndela de reducirla a teorías, sean teologizantes o moralizantes… no. Fe en ti, Señor.