Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Santa Misa para el "Centro Italiano della Solidarità", Castelgandolfo, Domingo 5 de agosto de 1979
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
“Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. El Señor hace un llamamiento a no fatigarse exclusivamente por los bienes materiales de este mundo ya que no pueden colmar las expectativas del corazón del hombre. Cuando la criatura humana se entrega a la adoración del consumo y el bienestar puramente material, el dinero, el poder, el éxito a cualquier precio, se arrodilla ante realidades que son menores que él, somete su corazón a una estafa y su sed de eternidad queda frustrada.
¡Busquemos a Dios! ¡No le demos la espalda cifrando nuestra alegría con los dones con que Él nos ha rodeado en este mundo, lo que representaría una ingratitud y un error! Esos dones no son mayores que nosotros ni más gratificantes que quien los ha creado y nos los ofrece como provisiones para el camino de esta vida cuya meta es el cielo.
Vivir es la máxima aspiración humana. Vivir sin sobresaltos y sin todas esas cosas que hacen fatigosa amarga la existencia. Pero ¿qué entiende ordinariamente el hombre por vivir y vivir con abundancia? La gente, por lo general, piensa que la vida es dichosa cuando se goza de buena salud, cuando se tiene un trabajo no demasiado enojoso y bien retribuido, cuando se tiene un capital importante en un banco y un buen seguro de vida, cuando se dispone de una casita en el campo o en la playa, un buen coche..., y cosas semejantes, cuando todo marcha sobre ruedas, como suele decirse. El Señor no quiere que renunciemos a los bienes que nos ha dado en la vida, lo que desea es que no los pongamos al servicio del egoísmo y la comodidad y, sobre todo, que nos alejen de Él, olvidándole.
No deberíamos entender el cristianismo como enemigo del cuerpo, esto es, de todo lo que es alegría, bienestar... Jesucristo se ha hecho hombre, ha vivido en un cuerpo de carne y hueso como el nuestro. Él se sentó gustoso a la mesa de ricos y pobres, participó en muchas de las fiestas de su pueblo, en una de ellas, en Caná, hizo su primer milagro. Iba bien vestido y se rodeó de colaboradores que no todos eran pobres sino gente que pertenecía a lo que podríamos llamar la burguesía de su tiempo. Sí, Cristo tuvo un cuerpo como el nuestro, lo ha resucitado y se lo ha llevado a la gloria, a la que comparó a un gran banquete de bodas al que se debe asistir de etiqueta. Nadie ha hecho tanto por el cuerpo como Él. Pero quiere que seamos felices no unos años sino toda una eternidad. El pan de esta vida alimenta unos años, el pan de Dios es el que “da la vida al mundo”.
¿Y cómo llegar a tener vida eterna, una felicidad que colme sobreabundante las expectativas humanas? Tratando a Dios en el Pan y en la Palabra: en la Santa Misa y en la escucha atenta de su Palabra “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios’, dijo el Señor. -¡Pan y palabra!: Hostia y oración. Si no, no vivirás vida sobrenatural” (S. Josemaría Escrivá).
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Al vencedor le daré un maná escondido y un nombre nuevo"
Ex 16,2-4.12-15: "Yo haré llover pan del cielo"
Sal 77,3 y 4bc.23-24.25 y 54: "El Señor les dio un trigo celeste"
Ef 4,17.20-24: "Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios"
Jn 6,24-35: "El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed"
Ante las dificultades surgidas en su camino hacia la Tierra Prometida, la ayuda divina no pudo ser más espectacular y eficaz: "Hizo llover sobre ellos carne como una polvareda, y volátiles como la arena del mar". La sorpresa quedaría definitivamente plasmada en el "nombre" de la nueva ayuda: ¿Qué es esto? ("Manhú"). Así quedó en las mejores tradiciones de Israel: "Hizo llover sobre ellos maná, les dio trigo celeste".
El discurso que Jesús pronuncia después de la multiplicación de los panes intenta desvelar el profundo significado de lo que ha hecho. Pero el lector advierte en seguida que hay dos niveles: uno, el de las palabras de Jesús; otro, el que la gente quiere entender. Y son paralelos, de modo que no entenderán casi nada. Mientras Jesús habla del "pan que da la vida eterna", ellos no pasan de entender el pan que dio Moisés en el desierto.
Los contemporáneos de Jesús, con tal de no aceptarlo como Mesías, buscaban mil y una explicaciones para no creer en Él. No lo aceptaban y era por razones religiosas, es decir, comparaban a Jesús con Moisés o con otro y siempre quedaba Jesús por debajo. Hoy las cosas van por otro camino. Se trata de primar la razón positiva para desentrañar cualquier "misterio". Pero un método así, se cierra él mismo las puertas de la verdad.
– "Sobre esta armonía de los dos Testamentos se articula la catequesis pascual del Señor, y luego la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis «tipológica», porque revela la novedad de Cristo a partir de «figuras» (tipos) que la anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son explicadas. Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo, y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo; el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «el verdadero Pan del Cielo» (Jn 6,32)" (1094; cf. 1334).
– El banquete pascual:
"El altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía, representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo, presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. «¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?», dice san Ambrosio (sacr. 5,7), y en otro lugar: «El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está sobre el altar» (sacr. 4,7). La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones" (1383; cf. 1382).
– Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua "eucaristizados", "llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo" (San Justino, Apol. 1,66,1-2) (1355).
"Se anuncia ya en figura, cuanto fue ofrecido por Isaac, o es tenido como Cordero Pascual, o cuanto se da como maná a nuestros padres" (Himno "Lauda Sion").
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |