El ministerio de la caridad pertenece a todo sacerdote por razones hondas que nacen de su misma identidad
Incluimos el texto de la conferencia de D. José Máximo Lledó, Rector del Colegio Seminario de Santo Tomás de Villanueva y Delegado de Cáritas en Valencia, durante las jornadas Diálogos de Teología 2014, organizadas por la Biblioteca sacerdotal Almudí y la Facultad de Teología de Valencia.
Introducción
En un principio se me pidió que hablase hoy de Santo Tomás de Villanueva, y posteriormente sobre el servicio que prestan las Cáritas parroquiales. Aparte de ello, he pensado que, si nos reunimos hoy, aquí, sacerdotes y seminaristas, debo hablar de lo que debe ser el ministerio sacerdotal en la acción caritativa y social en su diócesis, en su parroquia o en cualquier comunidad que le sea confiada, como pastor y como cabeza de la misma en nombre del obispo.
Como, para mí, Santo Tomás de Villanueva vivió ya en el siglo XVI lo que es la acción de la caridad, y lo hizo de una forma tan parecida a lo que hoy son las Cáritas, no es difícil enlazar su figura con lo que se me ha pedido. Por ello, hablaré primero de él, como obispo de los pobres. Después, de cómo los presbíteros debemos ser los hombres de la caridad, además de ser ministros de la Liturgia y de la Palabra. Y, finalmente, durante el coloquio, por la limitación de tiempo de que disponemos, podemos dialogar sobre la concreción de la acción de la caridad en las Cáritas diocesana y parroquiales.
1. Santo Tomás de Villanueva
1.1. Breve semblanza
Santo Tomás fue hijo de Alonso Tomás García y Lucía Martínez de Castellanos. Nació en Fuenllana, pequeño pueblo de Ciudad Real, adonde se habían trasladado sus padres, probablemente a causa de la peste, desde la cercana Villanueva de los Infantes, donde tenían su casa solariega de pequeños hidalgos manchegos, y adonde volvieron muy pronto. Corría el año 1486. Sus padres destacaron por su caridad para con los más pobres. El Santo bebió de buenas fuentes. Su casa siempre estaba abierta a los más necesitados.
Tomás de Villanueva tiene la suerte de nacer en una época en la que España comienza a caminar hacia el esplendor en todos los campos:
a) Político: La unidad de España se consigue con el matrimonio de los Reyes Católicos, la conquista de Granada y la anexión de Navarra. Se amplía el territorio nacional con el descubrimiento de América y con los territorios de Flandes incorporados por el Emperador Carlos V.
b) Cultural: España se ve engrandecida con un abundante número de escritores y literatos en un siglo que ha merecido el calificativo de Oro. Fernando de Rojas, Juan Luis Vives, Francisco de Vitoria, Miguel de Cervantes, Fray Luis de León, Lope de Vega, Góngora, Quevedo…
c) Religioso: También es un siglo de Oro en cuanto a la cantidad y calidad de los Santos que sobresalieron en él: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Toribio de Mogrovejo, Luis Bertrán, Francisco de Borja…
Tomás de Villanueva sobresale con luz propia en este siglo como intelectual; fue catedrático de la universidad de Alcalá. Como formador en la educación de religiosos agustinos, él profesó como tal en 1517 y fue ordenado sacerdote en 1518, siendo prior de los conventos de Salamanca, Burgos y Valladolid. Como organizador y animador, siendo Provincial de las Provincias agustinianas de Andalucía y Castilla. Como pastor, siendo Arzobispo de Valencia. Pero, sobre todo, sobresalió como hombre al servicio de los demás en el aspecto humano −es llamado el Obispo de los pobres−, y en el religioso −la Iglesia lo ha reconocido como Santo−.
1.2. Santo Tomás de Villanueva, hombre pobre
a) Espíritu de pobreza: Nuestro Santo renunció, por humildad, al arzobispado de Granada. Aceptó el de Valencia por pura obediencia.
A pesar de su dignidad siempre mantuvo el mismo espíritu humilde, llano y pobre que le caracterizó como religioso. “Aunque me han hecho Arzobispo, no dejo de ser religioso. He profesado pobreza y me huelgo de hacer lo que hacen los frailes pobres”.
No tuvo jamás vajilla de plata, más que una docena de cucharas llanas para los que comían con él a su mesa. Igual pasaba con su dormitorio, comida, etc… No quería nada que oliera a lujo ni gastos superfluos, pues decía que todo el dinero era de los pobres.
b) Pobre con los pobres: La preocupación por los más necesitados fue una obsesión constante en su vida y a ellos dedicó una buena parte de su trabajo pastoral. “Mirad con mucho cuidado lo que gastáis en mi casa sin necesidad, porque además de ofender mucho a nuestro Señor, se lo quitáis a los pobres; suyo es y se lo debéis restituir”.
Reconstruyó, con un dinero que le dio el cabildo, el Hospital General, destruido por un incendio. Al llegar a Valencia, el arzobispado tenía unos 18.000 ducados de renta; los gastos del mismo eran de unos 3.000, el resto era para los pobres. Y lo mismo hacía cuando las rentas subieron a 30.000. Le parecía un sacrilegio ahorrar dinero de un año para otro. En el palacio arzobispal se juntaban a comer cada día unos 500 pobres (tarea asistencial de las cáritas actuales). Dotaba a doncellas pobres, daba “microcréditos” para que se pudiese empezar un oficio, traía grano para sembrar de su tierra y, a cambio, los agricultores lo devolvían con parte de sus cosechas (tareas promocionales de las cáritas actuales).
Creó un hospicio para recoger a los niños abandonados pagando a las amas que los criaban.
c) ¿Cómo entendía Santo Tomás la limosna?: Santo Tomás no hace un análisis directo de la realidad social, como se hace hoy, para descubrir las causas de la pobreza, pero sí lo hace desde el Evangelio y desde San Pablo, al proclamar el amor como el único camino para unas relaciones humanas dignas, proclamando en sus sermones los vicios, los fraudes y la deshonestidad de las clases privilegiadas y de los gobernantes. A los ricos de este mundo que son esclavos de las riquezas, de la avaricia y de la usura, los compara al rico Epulón. Llega a decir: «Nada más liberal y generoso que la muerte de los ricos. Distribuyen muy bien su gordo cuerpo a los gusanos, su alma a los demonios, sus riquezas a los clérigos, a los escribanos, a los encargados del fisco y a los abogados, así se esfuma todo, como dice el salmo: “Amontona tesoros y no sabe para quién”».
Su muerte en pobreza total: Antes de morir negó al emperador un dinero que le pedía «porque es de los pobres».
El Santo oraba ante un crucifijo que, según la tradición, le reveló que iba a morir el día del nacimiento de su Santísima Madre (el Santo fue también un gran devoto de la Virgen). Reunió, pues, a los trabajadores del arzobispado y les repartió todo el dinero que tenía; al llegar tarde uno, le dio su cama, pidiéndosela prestada para morir en ella.
Su memoria en Valencia no es tan reconocida como el Santo merece. Se encontró una diócesis desmantelada, sin obispo residencial desde hacía cien años; convocó sínodos, visitó repetidas veces la diócesis, se adelantó al concilio de Trento creando, en 1550, el primer centro de formación para futuros sacerdotes, el Colegio seminario de la Presentación de la B.V. María, que todavía perdura hoy.
Antes de entrar en Valencia, recibió una carta del Venerable Agnesio, en la que le ponía en antecedentes de la situación”: “En los seglares, muchos vicios, particularmente muchos divorcios y adulterios públicos. Entre los eclesiásticos, muchos viven amancebados públicamente, con grande ofensa a Dios y escándalo de los seglares”.
Murió, como el Señor le había dicho el 8 de septiembre de 1555, en la Natividad de la Virgen María.
2. El ministerio sacerdotal en Cáritas
2.1. El ministerio de la caridad pertenece a todo sacerdote
«Aunque se deban a todos, los presbíteros tienen encomendados a sí, de una manera especial, a los más pobres y a los más débiles, a quienes el Señor se presenta asociado (Mt. 25, 34-45) y cuya evangelización se da como prueba mesiánica» (PO, 6).
El ministerio de la caridad pertenece a todo sacerdote por razones hondas que nacen de su misma identidad:
a) Por su configuración con Cristo, Cabeza y Pastor: Lo expresa claramente Juan Pablo II: «El presbítero participa de la consagración y misión de Cristo por el sacramento del Orden, en virtud del cual está configurado en su ser con Cristo y comparte la misión de anunciar a los pobres la Buena Noticia en el nombre y en la persona del mismo Cristo» (PDV, 18).
b) Por su ministerio al frente de la comunidad cristiana: Si la caridad es algo que pertenece a la Iglesia como tal y, en consecuencia, a toda la comunidad cristiana, tarea del sacerdote es hacer que en la comunidad cristiana se viva y se exprese el servicio a los pobres. Esto significa que, si tareas del sacerdote son el ministerio de la Palabra y el ministerio de los Sacramentos, tarea suya es también el ministerio de la Caridad (PDV, 26).
Si tarea suya es animar la catequesis y el anuncio de la Palabra, así como la celebración de la fe, tarea suya es la animación de la caridad.
Si tarea suya es presidir en el anuncio y en la celebración de la fe, también lo es presidir a la comunidad en la caridad.
Y, si nos preparamos y renovamos para el ministerio de la Palabra y del Culto, también debemos prepararnos y actualizarnos para el ministerio de la Caridad.
Conviene recordar que si lo nuestro es el ministerio de la comunidad, y no hay comunidad sin kerigma, sin liturgia y sin diakonia, no hay Iglesia donde falte alguna de las tres tareas.
Si el sacerdote ha sido identificado como el hombre de la Palabra y el hombre del culto, hay que recordar que es también el hombre de la caridad, como le llamó Juan Pablo II (PDV, 49), una caridad que «prepara al sacerdote para estar al lado de los más débiles, para hacerse solidario con sus esfuerzos por una sociedad más justa; para ser más sensible y más capaz de comprensión y de discernimiento de los fenómenos relativos a los aspectos económicos y sociales de la vida; para promover la opción preferencial por los pobres» (PDV, 30).
2.2. Tareas del sacerdote en el servicio caritativo y social de la comunidad cristiana
a) Según el Sínodo diocesano, en sus Constituciones publicadas en 1987, la acción de la caridad en la Iglesia diocesana y en las parroquias se llevará a cabo a través de Cáritas, y manda que se creen en todas las parroquias (Libro IV, capítulo VI, arts. 822 a 855). El sacerdote debe potenciar y animar Cáritas como organismo oficial de la Iglesia para potenciar la caridad y debe presidirla.
b) Debe ayudar a toda la comunidad cristiana a descubrir que el ejercicio de la caridad es propio del ser cristiano y afecta a toda la comunidad, y debe trabajar para que los miembros de Cáritas procedan como enviados de toda la comunidad, y no como francotiradores.
c) Ayudar a descubrir la dimensión evangelizadora de la caridad y velar para que todo lo que Cáritas publica esté fundamentado en el Evangelio y los valores cristianos, y sea coherente con la fe y la doctrina de la Iglesia. Revisar continuamente nuestro comportamiento con los pobres, la acogida, la escucha, el acompañamiento, la empatía…
d) Animar en la fe y promover la celebración de la fe: Ayudando a profundizar en los gestos de Jesús, sus sentimientos, su análisis de la realidad, sus expresiones de ternura y cercanía, su paciencia… Promover la oración y la celebración de la fe en los agentes de Cáritas. Animar a la celebración de la Eucaristía en la comunidad y ofrecer celebraciones especiales para el grupo de Cáritas…
e) Educar en la fe y en la doctrina social de la Iglesia: Promoviendo la lectura creyente de la realidad a la luz de la fe y de la doctrina social; velar para que en todos los programas aparezca con claridad la fundamentación teológica y espiritual de cuanto hacemos y pensamos.
f) Cuidar de que la caridad esté al servicio de la persona y de su desarrollo integral: Es necesario promover un desarrollo humano auténtico, un desarrollo integral que afecte a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones, temporal y eterna, material y espiritual, individual y comunitaria, natural y sobrenatural, tal como propone Benedicto XVI en CIV, nn.11, 17, 23, 76 y 77.
g) Velar por la eclesialidad de Cáritas: Corresponde al sacerdote velar por la identidad y eclesialidad de los voluntarios y los trabajadores, que sean personas comprometidas con su fe y nutran su vida con la oración y los sacramentos.
Se debe evitar la peligrosa disociación que, con frecuencia se fomenta en ámbitos eclesiales y también, a veces, eclesiales: “Cáritas sí, Iglesia, no” o “Iglesia sí, acción caritativa y social, no”.
Estas ideas están expuestas con mayor amplitud en un precioso librito que publicó en 2010 Vicente Altaba, delegado episcopal para Cáritas Española.
3. Algunas actitudes a tener en cuenta en Cáritas recomendadas por el Papa Francisco
a) Contemplatividad: Significa pararse en la oración para discernir los nuevos rostros de Cristo, las nuevas pobrezas en la situación socio-cultural en la que vivimos. El pobre no es para nosotros un dato sociológico o el objeto de nuestra acción caritativa y social. El pobre es un lugar teológico en el que Dios está, se revela, se hace presente y nos habla, lugar en el que podemos encontrar a Dios, amarle, acceder a él. Es todo esto si sabemos mirarle con los ojos de Dios y amarle con el corazón de Dios.
b) Compromiso: En el pobre no estamos haciendo un simple ejercicio estético de mirarle y analizarle, sino que debemos implicarnos con él, poniendo nombre y rostro concreto a cada uno, viendo en él la imagen de Cristo sufriente, reconociendo su dignidad humana integral y mirándole como a un hijo de Dios que es, y hermano nuestro.
c) Preferencia: Hacer una opción preferencial por los pobres significa que no pueden ser como un adorno de nuestras virtudes, o como un tiempo que sobra empleado para ellos. Hay que preferir el trabajo con ellos, la implicación con ellos, a otras muchas cosas que consideramos importantes en nuestras vidas.
d) Hay que buscar una auténtica promoción humana y la liberación de la persona de sus carencias. No se excluye la asistencia (en ella estamos volcando otra vez nuestros esfuerzos en este tiempo de crisis), pero no puede uno quedarse en ella. La promoción supone implicarse en el trabajo por una sociedad más justa en la que todos puedan tener su lugar
e) Contra los espacios de privacidad (goce, pasarlo bien), hay que ser para los demás desde la fe, no sólo desde un plano teórico y emotivo, sino que hay que implicar la vida, molestar la vida, cambiar la vida, hacer una elección permanente por ellos, ser compañero de camino de ellos, compartir el tiempo con ellos…Hay que mirarles a los ojos, hay que tocar su carne…
f) La cultura del descarte produce muchos frutos amargos: desperdicio de alimentos mientras muchos niños mueren de hambre, aislamiento de muchos ancianos porque los hijos no los quieren en casa, gente sin poder trabajar para alimentar a su familia cuando otros nadan en la abundancia, familias sin techo cuando otros tienen tres casas…
4. El mensaje para la cuaresma del Papa
“Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino “para enriquecernos”. Es la lógica del amor, de la encarnación y de la cruz, que va contra toda lógica humana. No hace beneficencia (limosna desde lo alto), nos ama, nos hace llegar la salvación desde “abajo”, anonadándose. Su pobreza es el amor lleno de ternura que nos enriquece porque, al cargar con nuestras debilidades y nuestros pecados, nos hace llegar el amor infinito de Dios y nos invita a, como Él, confiar ilimitadamente en el amor del Padre.
En los últimos mensajes de Cuaresma de Benedicto XVI y en este de Francisco late la paradoja del cristianismo. Desde nuestras pobrezas −y son tantas: comodidades, caprichos, mirar para nosotros antes que para los demás…−, se nos propone la salvación y se nos llama a ayudar a los demás desde nuestras pobrezas, que el Señor hace riquezas para los demás.
Ayudarles en su miseria material, la falta de bienes de primera necesidad, la negación de derechos fundamentales, la falta de comida, de techo, de instrucción.
Ayudarles desde nuestra pobreza en su miseria moral, la droga, el alcohol, el juego, la pornografía, que hacen que se pierda el sentido de la vida y se destruyan tantas familias y se queden sin perspectivas de futuro.
Ayudarles en su miseria espiritual, que golpea cuando hay alejamiento de Dios, cuando se rechaza su amor, cuando uno cree bastarse a sí mismo. Tenemos que reconocer que sólo Dios libera. No necesitarle a Él, ser autosuficientes, es la peor de las miserias, y en ella nos instalamos muchas veces los creyentes.
El Papa nos llama a todos a testimoniar el mensaje evangélico con nuestras vidas desprendidas y dedicadas al servicio de los demás. La Cuaresma, dice, es un tiempo adecuado para despojarse y nos hará bien que nuestra penitencia cuaresmal sea pensar de qué podemos privarnos para enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele. El objetivo de la Eucaristía es ayudarnos a salir al encuentro del pobre, a compartir con él, reconociendo que somos pecadores.
D. José Máximo Lledó es Rector del Colegio Seminario de Santo Tomás de Villanueva y Delegado de Cáritas. Valencia
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