El autor toma como base de su reflexión dos documentos, bastante distintos en extensión e incluso en importancia, pero dos documentos clarísimos dirigidos a la Iglesia universal: la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium y el Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2014
Incluimos la transcripción de la ponencia oral de D. Miguel Payá, Catedrático emérito de la Facultad de Teología y Canónigo Magistral de la Catedral de Valencia, el 12 de marzo ppdo., durante las jornadas Diálogos de Teología 2014, organizadas por la Biblioteca sacerdotal Almudí y la Facultad de Teología de Valencia.
El objeto de esta breve reflexión es “Los pobres en el magisterio del Papa Francisco”. En primer lugar, hablar del magisterio del Papa Francisco nos plantea un problema: ¿qué se puede entender como magisterio del Papa como Papa?, ¿por magisterio dirigido a la Iglesia universal?, porque nos encontramos con un Papa supercomunicativo, quiero decir, que aparte de los documentos que publica están también las catequesis, las homilías diarias, los mensajes que manda por la red, las entrevistas de las revistas, etc. se plantea entonces un problema que yo creo que quizá alguna vez la Iglesia tendrá que clarificar un poco. ¿Cuál es el magisterio del Papa? Yo me voy a limitar a dos documentos muy claros bastante distintos en extensión e incluso en importancia, pero dos documentos clarísimos dirigidos a la Iglesia universal.
El primero es la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium, quizá el primer gran documento importante del Papa Francisco. El segundo es el mensaje de Cuaresma de este año 2014, un texto más sencillo pero que este año tiene como tema la pobreza. Estudiando lo que se dice de la pobreza en estos dos documentos, creo que tenemos una visión bastante aproximada de lo que el Papa piensa sobre el tema.
Recordemos que hay tres elementos indisociables del mensaje cristiano. La palabra Evangelio, Buena Nueva, como todos sabemos la dice por primera vez el profeta Isaías en ese texto famoso que Jesús citará y se apropiará en la sinagoga de Nazaret: “El Señor me ha ungido y me ha enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres”. Por lo tanto, desde el principio, la Buena Nueva está unida a los pobres. El tercer elemento indisociable de Buena Nueva y pobres es la alegría. La alegría es siempre una primera palabra del Evangelio: “Alégrate María”,“alegraos pastores”… Por tanto, estos tres elementos son indisociables, no se pueden separar unos de otros: Buena Nueva-Alegría-Pobres.
Puestos a hablar de la pobreza, hay que reconocer que la Iglesia de América Latina ha tenido una gran importancia de cara a la Iglesia universal a la hora de plantearse teológicamente el problema de la pobreza, y se la ha planteado por dos razones: Primera por la realidad de la pobreza que está viviendo; hay países de América Latina que tienen un problema de pobreza real muy importante. Además, en América Latina está aproximadamente un tercio del pueblo cristiano católico. Una gran parte del catolicismo vive problemas serios de pobreza. Esto ha motivado que la reflexión teológica allí haya tenido que ser planteada con mucha seriedad y, naturalmente, han surgido las llamadas teologías de la liberación, en plural, digo, porque es toda una corriente teológica con filones muy diferentes unos de otros.
Las teologías de la liberación han planteado un problema a la Teología y a la Fe cristiana porque se han colado ahí determinadas ideologizaciones en la reflexión teológica. Teniendo que reflexionar, que defenderse de esas ideologizaciones, y recoger el guante, el tema de la pobreza necesitaba de una reflexión seria a nivel de la Iglesia. Y la Iglesia lo ha hecho. Hemos de reconocer a la Iglesia en América Latina que haya sido la que ha ayudado a plantear el tema seriamente.
Presento aquí dos pequeñas síntesis de lo que voy a explicar: Primera, el rostro pluriforme de la pobreza evangélica, es decir, con la palabra pobreza entendemos al menos siete u ocho cosas, todas relacionadas entre sí, pero cada una subraya un aspecto diferente. Es importante que nos demos cuenta de esta pluriformidad para no caer en simplificaciones.
Primer aspecto de la pobreza: la pobreza como pequeñez humana. Es decir, la pobreza es lo sencillo, humanamente hablando lo que no cuenta, el pueblo. Cuando en el Magnificat la Virgen María dice: “porque ha mirado la humildad de su esclava”, la palabra que emplea, ni significa humildad como virtud, que lo veremos después, ni significa tampoco humillación, como tenemos actualmente en la traducción litúrgica, (ya saben que se ha cambiado, en la nueva traducción de la Biblia para la liturgia se ha traducido por humildad). Es pequeñez, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Lo humilde es lo pequeño. Desde un punto de vista humano es eso, lo que no cuenta. Por ejemplo, un niño. Y ahí no hay ninguna calificación moral, pero como el niño aún no es una persona adulta tendemos a no darle importancia. O la gente sencilla, sin estudios, analfabetos… no cuentan en la sociedad.
Primer punto: este aspecto de pequeñez es tratado en la Exhortación en dos capítulos preciosos, de los más novedosos; en el apartado: La fuerza evangelizadora de la piedad popular. La piedad popular es la piedad de los sencillos de la Iglesia, ¡que resulta que son un noventa por ciento! Entonces, la reivindicación que hay de la piedad popular en la Exhortación es de las cosas más bonitas. Durante toda esta época postconciliar en la que la piedad popular ha estado amenazada por los planteamientos intelectuales europeos −más bien de tendencia protestantizante−, los que han salvado la piedad popular han sido las Iglesias de América Latina y sus teólogos. Por tanto, no es de extrañar que un Papa que viene de allá nos haga esta reflexión tan importante sobre la piedad popular.
Tenemos así el gusto espiritual de ser pueblo. La palabra pueblo está hablando del Pueblo de Dios, pero claro, el Pueblo de Dios solemos decir que es una categoría teológica, pero ojo con lo que queremos decir, el Pueblo de Dios es una realidad humana que tiene que ser considerada con una mirada teológica. Pero no estamos hablando de una entelequia, el Pueblo de Dios es ese pueblo sencillo en su gran mayoría. Históricamente, el noventa por ciento de los cristianos que han existido han sido analfabetos. Actualmente sigue siendo un pueblo sencillo. El Pueblo de Dios es un pueblo sencillo, que ha captado quizá lo fundamental del cristianismo, y que lo suele vivir a veces hasta la heroicidad y la santidad. Pero con grandes bolsas de ignorancia, etc. Entonces, el Papa, en el gusto espiritual de ser pueblo, avisa de no olvidarlo, como puede pasarnos a nosotros. Los pastores, ¿dejamos de ser pueblo por ser pastores? ¿pertenecemos a una élite que desprecia al Pueblo de Dios? No nos podemos apartar del Pueblo de Dios, al que pertenecen quizá la mayoría de nuestros padres.
Segundo: la pobreza como virtud doble, yo me atrevería a decir como virtud teologal. Y quizá digan: ¿no hemos quedado que las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad? Pero es que la pobreza de espíritu de alguna manera aúna las tres. Es la única actitud adecuada ante Dios, porque es reconocer que la única riqueza que tenemos los hombres es que somos deseados y amados por Dios, y que sin Él no podemos nada. Es esa confianza total en Dios, y por tanto, es una actitud ante Dios. Es una actitud teologal muy importante que unifica la fe, la esperanza y la caridad. Aquí se trata sobre todo en el apartado del encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva. En ese apartado se habla de la pobreza como virtud teologal.
Además es una virtud moral. Como virtud moral, la pobreza supone dos aspectos: la austeridad, es decir, yo me privo de bienes que podría tener pero que me doy cuenta que me dañarían a mí, y además me llevarían a una dinámica que mataría mi generosidad. La virtud moral de la pobreza une la austeridad con la capacidad de compartir, y es por tanto una virtud cristiana fundamental.
Tercero: la pobreza como miseria, como carencia. Aquí el Papa, tanto en la Exhortación como en el mensaje de Cuaresma, distingue con claridad la miseria material, la moral y la miseria espiritual. La miseria material es la privación de los derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad. No solamente es que no tener que comer, sino que no se me reconocen los derechos inalienables de la persona humana, esa es la miseria material. La segunda es la moral, que es la esclavitud respecto del vicio y del pecado. Y la tercera es la miseria espiritual, que es el planteamiento de mi vida al margen de Dios: yo me planeo toda mi vida como si Dios no existiera.
La miseria material sale mucho, naturalmente. Pero, sobre todo, he privilegiado un apartado que dice “Cuidar la fragilidad humana”. Es decir, la atención que debe tener siempre el cristiano y la fe cristiana a los últimos, a los más deteriorados, a los que menos tienen. Es la sensibilidad que me lleva a cuidar a los últimos. Es lo que aparece aquí en cuidar la fragilidad. Es tratada la miseria moral cuando habla de los desafíos de las culturas urbanas, de cómo aparece gente que es explotada por los vicios morales. La miseria espiritual la trata sobre todo cuando habla de los desafíos culturales de hoy, de esta sociedad que se monta totalmente al margen de Dios.
Después de esto, aún nos quedan dos categorías importantes. La pobreza como categoría cristológica y soteriológica. Esto está muy bien tratado en el mensaje para la Cuaresma de este año. La primera parte del mensaje de Cuaresma habla de la pobreza aplicada a Cristo con toda profundidad. La pobreza se convierte en una categoría intratrinitaria, es decir, para explicar las relaciones trinitarias. Dentro de la Trinidad, el Hijo lo recibe todo del Padre. Por tanto, podríamos decir que toda la riqueza del Hijo es el don que le hace el Padre. Entonces, el Hijo es pobre porque lo recibe todo del Padre, y se devuelve totalmente al Padre. Si aplicamos ahí la palabra pobreza, se entiende perfectamente por qué a continuación la pobreza es una categoría que utiliza el Antiguo Testamento para explicar la Encarnación.
¿Cómo explica el Antiguo Testamento ese salto mortal que da el Dios eterno a la historia, a lo contingente, a lo que llamamos Encarnación?
El Papa cita tres grandes textos del Nuevo Testamento: primero, el Himno Filipense que es el vaciamiento, el desnudarse de su condición divina para tomar la condición de esclavo. La otra formulación la hace la Carta a los Hebreos, “se hizo semejante a nosotros en todo”. Pero la tercera formulación es la de San Pablo en la primera Carta a los Corintios, que es lo que cita el mensaje de Cuaresma: “siendo rico, se hizo pobre −pero sigue− para enriquecernos con su pobreza”. Por tanto, de categoría cristológica pasa también a ser una categoría soteriológica
Cristo nos enriquece con su pobreza, no con su riqueza, sino con su pobreza. Lo primero en que nos fijamos es por qué Cristo siempre va buscando y privilegiando a los marginados de la sociedad de su tiempo, a los que dedica más cariño: niños, mujeres, pecadores públicos hombres o mujeres, pobres, leprosos… Esta sensibilidad de Cristo por lo último, ¿de dónde viene? Ha querido hacer de esto la principal manifestación del rostro del Dios verdadero. Es muy importante que la categoría pobreza nos sirva para explicarnos a Jesucristo. Y si sirve para explicar a Jesucristo necesariamente tiene que servir para explicar la Iglesia. Jesús sigue salvando con su pobreza a través de la Iglesia, no a través de la riqueza sino de la pobreza. El Papa habla de la pobreza de Cristo en los Sacramentos, en la Palabra y en la Iglesia.
Recuerdo la pobreza de Cristo en los Sacramentos. La página famosa de Teresa de Lisieux, donde dice: “cuando un sacerdote dice por rutina y casi sin darse cuenta de lo que dice, u otro sacerdote celebra en pecado mortal pero le dice a Jesús:¡tú aquí!, Jesús se hace presente”. Y dice la santa “qué pobreza, qué humildad la de Jesús”.
Los sacramentos son signos muy pobres. Esa es la verdad. La misma Palabra de Dios, porque es Palabra de Dios a través de palabra humana. Entonces Dios nos habla a través de los atropellamientos sintácticos de San Pablo o a través de ese pesimismo vital del Eclesiastés. Es la Palabra de Dios en palabra humana.
La Iglesia, que es la gran mediadora, la que le da a Jesús la visibilidad hoy en el mundo, es un pueblo de pobres. Iglesia pobre para pobres. Son las dos definiciones que salen en el documento. En estas expresiones, ¿cómo se utiliza la pobreza? Yo creo que en toda su riqueza. No me atrevería a decir que en estas definiciones de la Iglesia entre tan sólo uno de los aspectos que he explicado de la pobreza, sino todos al mismo tiempo. La Iglesia es Iglesia de pobres materiales porque la inmensa mayoría de los que componen la Iglesia son pobres materiales −esa es la verdad−. Es también Iglesia de los pobres morales porque todos los miembros de la Iglesia son pecadores. Es Iglesia también de los pobres con miseria espiritual. Y desde luego es Iglesia de los pobres si hablamos de los pequeños. La comunidad cristiana está formada fundamentalmente por los pequeños.
Ya decía san Pablo: “mirad vuestra comunidad, ¿por quién está formada? Por todos los que no cuentan, la basura del mundo la ha elegido”. Esto decía Pablo de sus comunidades y sigue siendo bastante verdad.
La pobreza entra en relación con el anuncio y la transmisión del Evangelio de tres maneras:
Primeramente entra como contenido. Es decir, el Evangelio en último término, la Buena Nueva. Lo que anunciamos es el Amor salvador de Dios manifestado en Cristo Jesús, esta es la síntesis de la Buena Nueva. La pobreza pertenece al contenido del mensaje. Hemos hablado de la pobreza en las relaciones trinitarias, de la pobreza como expresión y forma de la Encarnación, de la pobreza como medio de salvación. Y el Papa tiene aquí un apartado que hace referencia a lo primero. Confesión de fe y compromiso social. Ahí es donde nos damos cuenta de que todo lo que supone la pobreza, se deriva del mismo Credo. El apartado es muy bonito y original, los números 178 y 179: La pobreza en el contenido del Evangelio.
Segundo: la pobreza como instrumento de la evangelización. Los pobres nos evangelizan. Este tema ha sido muy mimado por la espiritualidad de Latinoamérica. Los pobres nos evangelizan, es decir, no solamente es que vamos a traerles nosotros el Evangelio, sino que es que los pobres nos hablan, nos traen a nosotros la autenticidad del Evangelio también. Por tanto hay ahí una acción mutua. Hay que saberse dejar evangelizar por los pobres. Ahí entra la fuerza evangelizadora de la piedad popular como medio de evangelización importantísimo −el gusto espiritual de ser Pueblo, que hemos dicho−. La pobreza de los Sacramentos y la Palabra, la pobreza de la Iglesia como virtud teologal y moral, y la pobreza de la Iglesia como miseria moral y espiritual. La pobreza está en el contenido del Evangelio, pero el Evangelio se transmite y se anuncia a través de cosas pobres en este mundo, y esto es querido por Dios. Siempre podemos tener la tentación de que si tuviéramos más riquezas de todo tipo el Evangelio se transmitiría más fácilmente, y eso es una tremenda equivocación, porque el Evangelio se transmite pobremente.
Y tercero: la pobreza afecta a los destinatarios privilegiados del Evangelio. Los pobres son los destinatarios privilegiados del anuncio explícito. Los pobres son destinatarios de la diaconía de la caridad para aliviar sus miserias. Los pobres son los destinatarios de la defensa de los derechos humanos y de la búsqueda de la justicia.
Las causas actuales de la pobreza se analizan entre los números 53 y 60: Los desafíos de las culturas urbanas, la inclusión social de los pobres y el bien común y la paz social. La Doctrina Social de la Iglesia es tremendamente rica en este momento. Curiosamente, no se repiten aquí sin más las cosas. Yo creo que hay una originalidad, al menos verbal, que acaba siendo cordial a la hora de presentar temas centrales de la Doctrina Social de la Iglesia.
Bien, creo que con estas consideraciones hemos desarrollado brevemente el panorama de lo que significa la pobreza en el Magisterio. Muchas gracias.
Miguel Payá es Catedrático emérito de la Facultad de Teología y Canónigo Magistral de la Catedral de Valencia
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