Publicado en: "Teocomunicação" (Brasil) 36 (2006) 787-808
Índice
I. Vivir el amor: el propósito de la encíclica
Vale la pena detenerse aquí, haciendo un paréntesis, para recordar que una característica de la eclesiología del que fue Cardenal Josef Ratzinger es la relación entre la Eucaristía y la Iglesia[31]. En la toma de posesión de su cátedra como Obispo de Roma, mostraba Benedicto XVI su visión de la relación entre la Iglesia, la Eucaristía y el amor:
“Para la Iglesia antigua, la palabra amor, agapé, aludía al misterio de la Eucaristía. En este misterio, el amor de Cristo se hace siempre tangible en medio de nosotros. Aquí, él se entrega siempre de nuevo. Aquí, se hace traspasar el corazón siempre de nuevo; aquí, mantiene su promesa, la promesa según la cual, desde la cruz, atraería a todos a sí. En la Eucaristía, nosotros aprendemos el amor de Cristo. Ha sido gracias a este centro y corazón, gracias a la Eucaristía, como los santos han vivido, llevando de modos y formas siempre nuevos el amor de Dios al mundo. Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo. La Iglesia es la red -la comunidad eucarística- en la que todos nosotros, al recibir al mismo Señor, nos transformamos en un solo cuerpo y abrazamos a todo el mundo. En definitiva, presidir en la doctrina y presidir en el amor deben ser una sola cosa: toda la doctrina de la Iglesia, en resumidas cuentas, conduce al amor. Y la Eucaristía, como amor presente de Jesucristo, es el criterio de toda doctrina. Del amor dependen toda la Ley y los Profetas, dice el Señor[32]. El amor es la Ley en su plenitud, escribió san Pablo a los Romanos”[33].
[1] Benedicto XVI, Presentación de la encíclica “Deus caritas est”, 23.I.2006.
[2] Ibid.
[3] Deus caritas est, nn. 39 y 1. El amor es, ciertamente un camino esencial para la misión de la Iglesia y de los cristianos. Vid. la publicación del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, La Via dell’Amore: riflessioni sull’enciclica ‘Deus caritas est’ di Benedetto XVI, L. Melina- C.A Anderson (a cura di), Città del Vaticano 2006.
[4] Cfr. Deus caritas est, n. 2. No se dice con esto que el amor entre hombre y mujer sea el único modelo del amor.
[5] Cfr. 1 Co 13, 1-2; 14, 1.
[6] Cfr. Deus caritas est, n. 4. El que quiere volar lanzándose sin más al vacío, acaba dándose de narices contra el suelo, como queda claro en el mito de Ícaro (cfr. G. Thibon, La crisis moderna del amor, Barcelona 1976, pp. 60s).
[7] Como la fidelidad que es una de sus propiedades, el amor que supera la prueba del tiempo tiene dos elementos: un intercambio vivo con aquel o aquello a lo que se es fiel y un elemento espiritual que es como el alma: no se trata de detener el cambio sino de impregnar de eternidad los cambios. En toda fidelidad verdadera existe una simbiosis constante entre el sentido de lo eterno y el del cambio. Sin el cambio que la vivifique, la fidelidad se seca como las orillas desoladas de los riachuelos muertos; sin la fidelidad que lo contiene e impulsa, el cambio degenera en vicio y amargura (G. Thibon, La crisis…, pp. 22 ss).
[8] Cfr. Ibid. pp. 56 ss. El autor muestra las consecuencias de esta idolatría o divinización o del amor: la dislocación de sus propios elementos (entre amor y vida, entre la sexualidad y el hijo), la ruptura con la sociedad (desvinculación respecto de las instituciones, que, por otra parte, tampoco protegen al matrimonio y la familia), ruptura con Dios (lejos de santificarse, el amor se profana poniéndose en lugar de lo sagrado) y con el mundo (el exclusivismo del “amor libre” suele comenzar con el conformismo y terminar con la amargura). Todas esas fracturas se originan de un falso amor, donde propiamente no hay esa transfusión misteriosa que es la comunión, sino algo más parecido a un egoísmo a dos (cfr. Ibid., pp. 57-64).
[9] R.Mª. Carles, El amor matrimonial, en “La Razón”, 23.III.2006.
[10] Cfr. Deus caritas est, n. 5.
[11] Sobre la “entrega sincera de sí mismo” como principio edificador del matrimonio y la familia, ver Juan Pablo II, Carta Gratissimam sane (a las familias), de 1994, n. 11.
[12] Además “a la imagen de Dios monoteísta corresponde al matrimonio monógamo” (Deus caritas est, n. 11). Vid. sobre todo este tema Benedicto XVI, Discurso al Instituto Pontificio Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, 11.V.2006.
[13] J. Burggraf, La comunión goza de las diferencias. Dimensión antropológica del misterio nupcial, en “Scripta Theologica” 33 (2001) 231-242.
[14] Cfr. Deus caritas est, n. 9
[15] Cfr. Ibid., n. 10.
[16] Cfr. Gen. 2, 24. Vid. sobre el tema la aportación fundamental de Juan Pablo II en su “teología del cuerpo” (Varón y mujer. Teología del cuerpo, 3ª ed, Madrid 1996 y La redención del corazón, 2ª ed, Madrid 1996); Idem, Mulieris Dignitatem (1988); Comisión Teológica Internacional, Comunión y servicio. La persona humana, creada a imagen de Dios(23.VII.2004); E. Kaczynski, El matrimonio y la familia: comunión de personas, en “Divinitas” 26 (1982) 317-331; A. Scola, Identidad y diferencia. La relación hombre-mujer, Madrid 1989; C. Cafarra, Ética general de la sexualidad, Barcelona 1995; J. Burggraf, La comunión goza de las diferencias. Dimensión antropológica del misterio nupcial, 2001, texto ya citado. En el contexto de la misión, vid. R. Pellitero, La atención a la persona en la misión de la Iglesia, “Teocomunicação” (Brasil) 35 (2005) 809-838.
[17] Cfr. Deus caritas est, n. 11.
[18] Cfr. Mt 9. 15 (paralel: Mc 2, 20; Lc 5, 34s) y 25, 1ss; Jn 3, 29.
[19] Jn, 2.
[20] Cfr. Mt 22, 2ss. El cristiano por el bautismo es hecho partícipe de la filiación divina. La imagen de la Iglesia como esposa debe entenderse en complementariedad con el resto de las imágenes eclesiológicas. Esto sucede sobre todo respecto a la imagen del “Cuerpo de Cristo”, y también respecto a la imagen de “Pueblo de Dios” (Padre) y “Templo del Espíritu Santo”; estas tres imágenes expresan las relaciones de los cristianos, in Ecclesia, con las Personas de la Trinidad.
[21] Cfr. Mt 25, 1ss.
[22] Ver sobre todo, Ef 5, 21 ss. El ministerio apostólico consiste en presentar a Cristo como esposo: 2 Co, 11, 2.
[23] Cfr. Ap. 22, 17-20 (cfr. 19, 7-9; cfr. Gen 1, 27 y de nuevo 2, 24.
[24] Cfr. Deus caritas est, 6 y 13.
[25] Decía en su catequesis a los esposos: “Que consideréis una cosa muy elemental para un cristiano: en todos los sacramentos, el ministro es el Sacerdote; pero ahí, no. Ahí, el ministro sois vosotros. En otros sacramentos, la materia es el pan, es el vino, es el agua… Aquí son vuestros cuerpos. Recordad lo que decía esta mañana con palabras de San Pablo: no os pertenecéis; yo veo el lecho matrimonial como un altar: está allí la materia del sacramento» (San Josemaría Escrivá, en “Nuestro tiempo”, Pamplona, dic. 1967, p. 720). Josemaría contribuyó en primera línea a que el matrimonio sea considerado como una auténtica vocación. Vid. una síntesis de sus enseñanzas en la homilía El matrimonio, vocación cristiana(texto de 1970), en Es Cristo que pasa, Madrid 1973, nn. 22-80. En la renovación de la espiritualidad matrimonial han jugado un importante papel los Equipos de Nuestra Señora: vid. H. Caffarel, Un renouveau du mariage pour renouveau de l’Église, en “l’Anneau d’Or” 105-106 (1962) 178-190; idem, Propos sur l’amour et la grâce, Paris 1961.
[26] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1601 ss, especialmente n. 1617. Vid. Compendio,n. 341. Sobre el amor matrimonial en la perspectiva de la Alianza, vid. S. Cipriani, Matrimonio, en P. Rossano, G. Ravasi y A. Girlanda (dir.), Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, 2 ed, Madrid 1990, pp. 1157-1170. Vid. también Masculinidad y feminidad en el mundo de la Biblia, J.M. Casciaro (dir.), Pamplona 1989, y G. Aranda Pérez, Varón y mujer. La respuesta de la Biblia, Madrid 1991. Para una buena visión teológica y pastoral de conjunto, A. Sarmiento, El matrimonio cristiano, 2ª ed., Pamplona 2001; vid, una síntesis de las cuestiones que afectan al amor matrimonial, por el mismo autor: El secreto del amor en el matrimonio, Madrid 2003. Una excelente presentación divulgativa es la de A. Léonard, La moral sexual explicada a los jóvenes, Madrid 1994.
[27] En el “gran sacramento” de Cristo y de la Iglesia los esposos descubren el espacio y la concreción de su vocación a la santidad y al apostolado [cfr. Exhort. Ap. Familiaris consortio(1981) n. 19]. “Al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios” (Const. PastoralGaudium et spes, 48).
[28] De ahí el importante lugar del sacramento de la Penitencia en la santificación de los esposos cristianos, para garantizar, en lo pequeño y en lo grande, las obras que corresponden a la alianza y la comunión matrimonial; porque sólo el perdón sacramental garantiza el perdón mutuo y la verdadera reconciliación entre ellos.
[29] Deus caritas est, n. 13. Es lógico que el ritual para la celebración del matrimonio después del Concilio Vaticano II (1ª ed. 1969, 2ª ed. 1991), inserte esta celebración de preferencia dentro de la Misa. Vid. A.M. Triacca, La “celebrazione” del matrimonio: aspetti teologici-liturgici. Contributo alla spiritualità sacramentaria e alla pastorale liturgica, en A.M.Triacca-G. Pianazzi (a cura di), Realtà e valori del sacramento del matrimonio, Roma 1976, 111-147.
[30] Deus caritas est, n. 14.
[31] En el pontificado de Juan Pablo II, vid. especialmente la Enc. Ecclesia de Eucharistia(2003).
[32] Cfr. Mt 22, 40.
[33] Benedicto XVI, En San Juan de Letrán, 7.V.2005. La última frase remite a Rm 31, 10.
[34] Amor nupcial en potencia, o amor esponsal, es también el amor de los novios. Puesto queno son cónyuges, a ese amor le faltan, lógicamente, los elementos propios de los actos propiamente conyugales. Amor nupcial, en el sentido figurativo de la Biblia y de los místicos, es no sólo el amor entre Cristo y la Iglesia, sino también el amor entre el alma (“la esposa”) y Dios; la perspectiva nupcial o esponsal de la vida cristiana no se restringe, pues, a la condición de las vírgenes consagradas en la Iglesia.
[35] Cfr. Mc 12, 33.
[36] Cfr. D. Day, La larga soledad: autobiografía, Santander 2000; las palabras citadas son del epílogo.
[37] Deus caritas est, n. 18.
[38] Ibid.
[39] Ibid., n. 19.
[40] Acerca de la capacidad radicalmente personalizadora del amor, cfr. J. Pieper, El amor,Madrid 1972.
[41] No se pueden separar el amor o el bien de los esposos, por una parte, y la transmisión de la vida con la procreación y la atención a los hijos, por otra (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1660, 2363; Compendio, 338).
[42] La familia es Iglesia doméstica donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal de todos sus miembros, además de escuela de vida cristiana y del más rico humanismo (cfr. Conc. Vaticano II, const. dogm. Lumen gentium, 11; Exhort. Ap. Familiaris consortio, 21).
[43] Cfr. Juan Pablo II, Carta Redemptoris custos (1989).
[44] Cfr. P. Rodríguez, Vocación, trabajo, contemplación, 2ª ed, Pamplona, 1987, pp. 42-56, 95-104, 77-90.
[45] Cfr. R. Alvira, El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Pamplona 1998.
[46] J. Burggraf, La comunión goza de las diferencias…, texto citado, pp. 7s.
[47] “Sólo entre los que comprenden y valoran en toda su profundidad cuanto acabamos de considerar acerca del amor humano [como camino vocacional], puede surgir esa otra comprensión inefable de la que hablará Jesús (cfr. Mt 19, 11), que es un puro don de Dios y que impulsa a entregar el cuerpo y el alma al Señor, a ofrecerle el corazón indiviso, sin la mediación del amor terreno” (San Josemaría Escrivá, Homilía Amar al mundo apasionadamente, de 1967, en Idem, Conversaciones, Madrid 1968, p. 180). La entrega a Dios en el celibato o la virginidad es también una manifestación de ese misterio nupcial del amor. Este carisma del celibato o de la virginidad no es exclusivo de la vida consagrada o de los ministros sagrados, sino que también lo viven muchos fieles laicos o “cristianos corrientes”. Se trata de una vocación particularmente excelsa, por dirigirse directa e inmediatamente al amor de Dios; sin que esto disminuya la necesidad de colaborar, varones y mujeres, al servicio a la humanidad. Por lo que respecta al celibato sacerdotal, vid. las colaboraciones reunidas enEl celibato sacerdotal: espiritualidad, disciplina y formación de las vocaciones al sacerdocio, J.L. Lorda (ed), Pamplona 2006, y la bibliografía que juntamente con M.A. Monge hemos elaborado (pp. 217-222).
[48] Cfr. J.R. Flecha, La familia lugar de evangelización, Madrid 1983.
[49] G. Thibon, La crisis…, p. 41.
[50] “Un último mensaje que quisiera dejaros atañe al cuidado de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada: todos sabemos cuánta necesidad tiene la Iglesia de estas vocaciones. Para que nazcan o lleguen a madurar, para que las personas llamadas se mantengan siempre dignas de su vocación, es decisiva ante todo la oración, que nunca debe faltar en cada familia y comunidad cristiana. Pero también es fundamental el testimonio de vida de los sacerdotes, de los religiosos y las religiosas, la alegría que manifiestan por haber sido llamados por el Señor. Asimismo, es esencial el ejemplo que los hijos reciben dentro de su familia, y la convicción de las familias mismas de que, también para ellas, la vocación de sus hijos es un gran don del Señor” (Benedicto XVI, Discurso a la asamblea eclesial de la diócesis de Roma,6.VI.2005).
[51] Pablo VI, En la clausura del Año Santo, 25.XII.1975. La expresión fue empleada en muchos escritos de Juan Pablo II, y desarrollada especialmente en la Gratissimam sane (Carta a las familias de 1994), donde aparece 40 veces. Ahí se afirma: “La familia es el centro y el corazón de la civilización del amor” (n. 13). La conclusión del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado en 2005 por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, lleva por título: “Hacia una civilización del amor” (nn. 575-583). Sobre la contribución de la familia cristiana a la cultura, y su papel en la transmisión de la fe y de la vida cristiana, vid. también Conf. Ep. Española, La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad (27. IV. 2001).
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