1. Aproximación biográfica a Tomás Moro, santo (1478-1535), «un hombre de todas las horas» [1]
La figura de este famoso humanista inglés refleja y concentra toda una época como pocas biografías lo han conseguido [2]. Su vida transcurre durante la edad de transición [3], que se caracteriza por la importancia que se otorgó al descubrimiento de la cultura clásica grecorromana [4] junto con el renovado interés demostrado por las artes liberales [5].
Tomás Moro (Thomas More) nació el 7 de febrero de 1478 en Londres, un año después de que se publicara el primer libro impreso en Inglaterra. Era hijo del notable abogado John More, que llegó a ser Caballero y Juez del Tribunal del Rey; también su abuelo paterno fue distinguido con el mismo nombramiento y se convirtió en Sheriff de Londres en 1503 [6]. Formó así parte de una familia numerosa, burguesa y «honorable» [7].
Su primera escuela fue la que gozaba de mejor reputación entonces en Londres, St. Anthony, donde la disciplina era dura y el latín era la principal asignatura. En realidad, el conocimiento oral y escrito de la lengua latina era algo entonces necesario, si tenemos en cuenta la universalidad de esta lengua como forma de expresión culta, erudita, científica y diplomática, prácticamente hasta el siglo XVIII. Ahora bien, además del latín (gramática) Moro aprendió retórica y lógica, completando así el trivium de los estudios medievales [8]. Consiguió un asombroso dominio del latín hablado y escrito, en prosa y en verso y, por otra parte, sus conocimientos en lógica y en retórica le hicieron cosechar no pocos éxitos en el Parlamento.
Fue su padre, John More, quien después de su iniciación escolar le puso en el pupilaje del Cardenal y Arzobispo de Canterbury, John Morton, Canciller del Reino con Enrique VII Tudor y al que el pensador llegaría a admirar profundamente tanto por sus cualidades humanas como intelectuales [9]. Era usual en la Inglaterra de entonces entregar los hijos, en calidad de pupilos, a personas que asumían la tarea de su educación. Como explica Poch: «Esta educación de pupilaje no se reducía a los estudios teóricos, sino que se extendía a la formación del carácter y a la adquisición de usos y maneras sociales, así como a la instrucción moral y religiosa. El tutor, tanto más dignificante cuanto más elevado, substituía al padre en muchos aspectos» [10]. Ello provocaría que Moro se viera obligado a cambiar su residencia, trasladándose a vivir al Palacio de Lambeth cuando contaba con tan solo doce años de edad en 1490. Como el propio Moro declararía: «Allí estaba contento, pues mientras servía a la mesa del palacio podía conocer a nobles y caballeros e interpretar pequeñas obritas de teatro. ¡Cuánto me gustaba el teatro!» [11]. Efectivamente, es durante esta etapa en la que Moro realiza ciertos papeles de actor, jugando a crear situaciones de improvisación teatral [12]. Siempre recordará estos inicios en la dramaturgia y posiblemente ello explica que su estilo literario se viera afectado, adoptando, a menudo, la forma de diálogo; independientemente de que se puedan rastrear en él también las huellas de Platón y de Luciano, tal y como refleja su obra principal Utopía [13].
Moro se fue a estudiar a Canterbury Hall de Oxford en 1492, por decisión del mismo Morton, lugar en el que, disponiendo de un bajo nivel económico, aparte de estudiar retórica, gramática y lógica, lograría profundizar en sus conocimientos de griego, aproximadamente desde 1492 a 1494, que entonces eran dirigidos por William Grocyn y con quien entabló, por cierto, una gran amistad, llegándole a describir como la única guía de su vida [14]. De hecho, su círculo de amistades lo formaban grandes humanistas ingleses como John Colet [15], William Linacre, que era el preceptor de sus estudios, Thomas Latimer, Tunstall y William Lily, según Moro, el más querido compañero de sus ocupaciones [16]. Irónicamente, Moro llegaría a confesar que la escasez de recursos económicos de aquellos años en Oxford había merecido la pena [17].
Aunque nunca sintió una inclinación especial hacia los estudios jurídicos, influido por su padre y motivado por el único deseo de agradarle, volvería a Londres para cursar con brillantez los estudios de leyes en 1494 [18], ingresando primero en la escuela de New Inn y luego en la de Lincoln [19], aunque hay que reconocer que no abandonó nunca su interés por los trabajos clásicos y humanistas. Posteriormente, entró en la Cartuja (Charterhouse) de Londres, donde va a residir alrededor de cuatro o cinco años, entre 1499 y 1503, poniendo a prueba su vocación sacerdotal y monástica y descubriendo que no era ese el camino por el que debía dirigir su vida [20]. A propósito de esta versatilidad, Poch ha comentado: «Asombra ver cómo hace posibles y compatibles tantos trabajos y ocupaciones: práctica legal, estudios lingüísticos, lectura de los clásicos, preparación filosófica y patrística; todo ello acompañado de una vida de oración y disciplina monacal muy rigurosas» [21].
En torno a 1501 termina sus estudios jurídicos y se convierte en Utter-Barrister, esto es, jurisperito, experto en leyes capaz de ejercer la abogacía en todos los niveles. Tengamos en cuenta que su genialidad queda también reflejada al conocer el dato de que con tan solo veintitrés años pronunciaba discursos acerca del Estado teocrático de San Agustín.
La filosofía caló en él por dos motivos principales: por una parte, porque era una corriente de la era en la vive (época del Renacimiento y del humanismo), pero también por la amistad que mantuvo con Erasmo, cuyo comienzo data del año 1499 y que permanecería sólida durante toda su vida. Buena prueba de la estrecha amistad entre estos dos grandes humanistas es la correspondencia privada [22] conservada, que verdaderamente puede considerarse un capítulo de la historia intelectual europea [23].
Erasmo llegó a referirse a su círculo de amigos y a Tomás Moro, concretamente, en estos términos:
«He encontrado aquí un humanismo y una erudición tan grandes, tan exentos de toda vulgaridad y tan logrados, lo mismo en su vertiente latina que en la griega, que se me han quitado las ganas de volver a Italia. Cuando oigo a Colet, me parece escuchar a Platón. ¿Quién no admira la perfecta cadena de conocimientos de Grocyn? ¿Qué podrá haber de más agudo, profundo y delicado que el razonamiento de Linacre? ¿Ha creado jamás la naturaleza algo más gentil, dulce y feliz que el genio de Tomás Moro?» [24].
Gracias a la orientación intelectual y humanista de Tomás Moro, éste pudo mantener contacto no sólo con Erasmo, Colet, Grocyn, Linacre, sino también con otros grandes humanistas de su época: Vives, Lefèbvre d’Étaples, Bonvisi y Ammonio, este último secretario latino de Enrique VIII.
En el año 1504 fue elegido Moro miembro del Parlamento, convocado entonces por Enrique VII. Es en esta fecha en la que se opuso con contundencia a la aprobación de los desproporcionados tributos que el rey solicitaba para poder hacer frente a los gastos originados por haberse armado caballero su hijo mayor (Arturo), y por el matrimonio de su hija Margarita, casada con Jacobo IV de Escocia. Si este hecho es digno de ser destacado, ello se debe a que «es indicio y señal de una línea de conducta política que Moro no abandonará, ni teórica ni prácticamente, enfrentándose con la tiranía y el poder absoluto, y tomando la defensa de la monarquía moderada bajo el control del Parlamento» [25].
A finales de 1504 contrajo matrimonio con Jane Colt, la mayor de las tres hijas de su amigo John Colt. Es entonces cuando Moro pone en evidencia su gran vocación pedagógica y su honda preocupación por la educación femenina, al emprender una tarea educadora global con su esposa de carácter no sólo aunque principalmente religioso, sino también humanístico y hasta musical [26]. Fallecida su mujer en 1511 con solo veintitrés años, muy poco tiempo después –tan solo un mes más tarde- decidiría casarse con la viuda Alice Middleton, seis años mayor que Tomas Moro y a quien describiría con tono crítico como una persona ruda, ignorante y poco atractiva [27]. Ella tenía ya una hija de su anterior matrimonio que ahora precisaba de un padre al igual que los pequeños de Tomás Moro necesitaban también de una madre. Ello fue lo que le condujo a considerarlo una unión conveniente y perfecta para todos [28], puesto que ella se encargaría del gobierno de la casa y de atender a todos los jóvenes hijos, por supuesto, incluida su hija, así como a pupilos, sirvientes, secretarios, huéspedes, etc. La unión con Alice Middleton le permitió además despedirse para siempre del sacerdocio, ya que un hombre dos veces casado no podía por ley canónica recibir el sacramento sacerdotal, con lo que su dilema se disipaba definitivamente. Curiosamente en el epigrama 138 afirma, a propósito de los hombres que se casan dos veces, lo siguiente: «El que toma segunda esposa después de morir la primera es un náufrago que por segunda vez navega en un mar tormentoso» [29].
No se puede afirmar que Tomás Moro fuera un firme representante de la «emancipación» femenina en el sentido que hoy se da al término, esto es, como igualdad funcional entre hombre y mujer en sociedad; sin embargo, es innegable que fue un avanzado para la época en la que vivió al creer en el derecho a la educación tanto del varón como de la mujer. Como precisa Berglar: «Erudición y cultura –como todo lo demás en la vida- significaban para él formas específicas de expresar la piedad, medios de perfeccionamiento de la personalidad, por amor a Dios y a los hombres. Pero excluir de ello a la mujer, solo por ser mujer, le parecía necio, injusto y pecaminoso» [30]. Para entenderlo mejor, veamos lo que escribe Moro al que fuera educador de sus hijos, William Gonell:
«No necesito deciros que tanto el hombre como la mujer pueden tener éxito en las ciencias. Pues hablan el lenguaje común de los hombres. A ambos dio la naturaleza el entendimiento, que les diferencia de los animales. Con el mismo derecho pueden, pues, estudiar el hombre y la mujer, puesto que su entendimiento les da la posibilidad... Algunas personas dicen que la inteligencia de las mujeres es limitada o que sólo pueden crear cosas insignificantes y que no ejercen nunca de manera correcta las ciencias. Con tales palabras es natural que se intimide a las mujeres; si todo eso fuese verdad, sería aún más necesario que las mujeres gozaran de una buena formación, literaria y en todas las ciencias, para poder, aplicándola, reparar tal detrimento de la naturaleza y a las personas cultas y los santos de tiempos lejanos fueron de la misma opinión que yo. Para confirmarla sólo quiero citar a San Jerónimo y a San Agustín; amonestaban a las matronas honradas y las vírgenes de buena reputación que no desatendieran su formación... Mi discreto Gonell, hacedme el favor de que mis hijitas pequeñas estudien las obras de aquellos hombres santos. Sólo así entenderán qué meta han de tener sus esfuerzos. Desearán enriquecerse sólo con la protección de Dios y con una buena conciencia; paz y calma interior serán su consuelo; elogios y adulación no les moverán y las burlas tontas de los incultos no les herirán» [31].
En 1509, tras la muerte de Enrique VII Tudor y, tras fallecer Arturo, Enrique VIII, su hijo segundo, sube al trono. Nada más ascender al poder, el nuevo rey no dudaría en rodearse rápidamente de personas eruditas, como Erasmo y Luis Vives, asesorado por Ammonio, su secretario y perito en latín. Enrique VIII se presentaba así ante los demás como un joven rey, generoso y muy cultivado, del que cabía esperar la apertura de una nueva etapa mucho más prometedora que la anterior.
Moro trabajó primero como abogado y luego como juez. Hacia 1510, se le designa Under-Sheriff por la ciudad de Londres, cuyo cargo le permite ejercer tareas administrativas y judiciales. En 1510 fue nombrado miembro de la Comisión de Paz de Hampshire, es decir, Juez de Paz. Por aquella fecha se habría convertido ya en un jurista de prestigio.
El talento humano y profesional de Moro no pasó inadvertido para el arzobispo Thomas Wolsey (1471-1530), que llegó a ser Lord Canciller de Enrique VIII en 1515 [32]. Como ha precisado Cabrillana:
«Una de las primeras misiones que le confío a Moro fue la defensa de los intereses ingleses ante unos litigios con comerciantes en Flandes en el verano de 1515: Brujas, Bruselas y Amberes fueron las ciudades más visitadas por Moro y fue muy probablemente entonces cuando tomaron forma más concreta sus ideas para la Utopía» [33].
Al comenzar tareas diplomáticas, participó en diversas embajadas de su país hasta 1527 [34]. Concretamente, gracias a su estancia en Brujas y en Lovaina conoció a Luis Vives y tomó contacto personal con Peter Gilles (Petrus Egidius) en la ciudad de Amberes aunque sin duda dos de los mejores amigos holandeses de Moro fueron Jerónimo Busleyden y Erasmo de Rotterdam [35].
La carrera política de Tomás Moro seguirá en permanente ascenso hasta el punto de que nadie podía entonces imaginar que pudiera producirse un desgarrador y repentino desenlace. Con Wolsey como Lord Canciller, en 1517 Moro entra a formar parte del Consejo del Rey y es nombrado Caballero, convirtiéndose pronto en su consejero preferido en los más importantes asuntos. Por aquel entonces, Wolsey mandaría quemar los libros de Lutero en la Iglesia de St. Paul. Según explica Cabrillana:
«Ante el peligro de que se extendiese la herejía protestante, el rey Enrique, que se consideraba teólogo, decidió componer un libro en defensa de la Santa Sede, que tituló Defensa de los siete Sacramentos; pidió consejo y ayuda a algunos de los intelectuales más eminentes, incluidos el obispo John Fisher y Moro, que parece que actuó como editor, puesto que en su juicio declaró que sólo había ordenado y recolocado las principales cuestiones que allí se contenían. El libro se envió a Roma y el Papa León X recompensó al rey con el título de Defensor de la fe» [36].
De hecho, Moro, por encargo del propio rey, escribió algunas obras contra la herejía protestante, convirtiéndose en «el principal defensor laico de la Iglesia católica en Inglaterra» [37].
En 1523, Enrique VIII y el cardenal Thomas Wolsey, Lord Canciller en aquel momento, acuerdan nombrar a Moro speaker, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes, puesto que aprovecharía para luchar por disminuir las duras e injustas imposiciones fiscales, realizando una valiente petición con el fin de que en la Cámara se pudiese hablar con total libertad. Este mismo año logra también el cargo de Canciller de Lancaster, con lo que tenía competencias fiscales, administrativas y judiciales; de tal manera que el norte de Inglaterra se encontraba bajo su jurisdicción.
Después de las negociaciones de Cambrai, en las que Moro interviene, el 19 de octubre de 1529 Wolsey fue destituido de su cargo de canciller, nombrando el rey en su lugar a Tomás Moro. A partir de este momento, su principal preocupación, en calidad de Lord Canciller de Inglaterra, sería hacer reinar la justicia, esto es, inculcar el respeto a la ley y al Derecho.
Cabe suponer que Moro estaba ya entonces preocupado por la decisión del rey de divorciarse de su profundamente admirada Catalina de Aragón. Sin embargo, quizás pensara ingenuamente que podía llegar a influir desde su puesto sobre Enrique VIII para impedir su deseo de divorciarse [38] y además combatir su tendencia beligerante y absolutista.
Por desgracia, el divorcio de Catalina se convertiría en un asunto imparable que trajo como consecuencia el posterior matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena a finales de enero de 1533, al que no asistiría Moro por no aprobarlo y lo que es todavía más duro de aceptar para el rey, no asistiría tampoco a su coronación el 1 de junio de ese mismo año.
1531 constituye así la fecha en la que se produce la ruptura formal de Enrique VIII con la Iglesia de Roma mediante el «Acta de Supremacía». En una primera etapa se designa al rey única cabeza de la Iglesia en Inglaterra, «dentro de los límites de la ley divina»; pero en 1533 se le nombra «Cabeza de la Iglesia de Inglaterra», eliminándose la anterior restricción de la ley divina (as far as the law of Christ allows). El 11 de julio de 1533 Enrique VIII sería excomulgado de Roma.
Un «Acta de sucesión» declara, por su parte, ilegítimos y bastardos a los hijos de Catalina (María Tudor), y únicos hijos legítimos a los de Ana Bolena, esposa ahora de Enrique VIII. Interesa aclarar que dicha «Acta no se reducía a establecer un orden sucesorio, sino que intentaba ser un verdadero tratado jurídico-canónico, por el que se justificaba el cisma y el rompimiento con Roma» [39].
Finalmente, Moro dimitirá de su puesto como Canciller de Inglaterra, por motivos de conciencia en 1531 [40]. Tras muchas reticencias, el rey accedería por fin a su petición, pasando así a ser sustituido por Audley, por aquel entonces speaker en la Cámara de los Comunes. El ánimo de venganza y la persecución no se harían esperar. El 12 de abril de 1534 recibe una citación para comparecer, al día siguiente, en Lambeth ante los comisarios reales, para prestar juramento de adhesión al «Acta de Sucesión». Como consecuencia de su negativa a prestar juramento, por razones de conciencia, al entender Moro que ello no era sino la exposición de motivos de una ruptura con Roma, se le encarcela en la Torre de Londres el 17 de abril de 1534, fecha en la que escribe a su hija Margaret, en calidad de prisionero, lo siguiente:
«Pero por lo que a mí se refería, en buena fe, mi conciencia de tal manera me movía en el asunto que, aunque no me negaría a jurar la Sucesión, no podía aceptar el juramento que ahí se me ofrecía sin poner mi alma en peligro de condenación eterna y que si dudaban que mi rechazo del juramento se debía tan solo a cierta intranquilidad de mi conciencia o a algún otro capricho estaba dispuesto a darles satisfacción en eso bajo juramento. Pero si no se fiaban de mí, entonces, ¿qué sentido tenía darme cualquier tipo de juramento? y si pensaban que iba a jurar la verdad, confiaba entonces que por su buena voluntad no me harían tomar el juramento que me ofrecían, al percibir que hacerlo iba contra mi conciencia» [41].
Podemos decir con seguridad que es entonces cuando comienza para Tomás Moro la etapa más dura de su vida pero al mismo tiempo de «creciente apoyo y profundización en su fe; obras como Diálogo del Consuelo en la tribulación, el Tratado sobre la Pasión, la Agonía de Cristo o su propia correspondencia así lo evidencian» [42].
Tras sufrir diversos interrogatorios, el 1 de julio de 1535 tiene lugar el proceso contra Moro en Westminster-Hall y, mediante una declaración falsa prestada bajo juramento, fue condenado a muerte por alta traición, para ser ahorcado y descuartizado el 6 de Julio de 1535. El mensajero de la noticia a Moro fue sir Thomas Pope, uno de sus amigos, «quien le advirtió sobre el deseo del Rey de que no hablase demasiado en el momento de su ejecución, así como del permiso real para que la familia asistiera al entierro» [43].
En realidad, Moro asumió la muerte en sentido cristiano. No está de más recordar lo que para él significaba:
«Todos estamos encarcelados en la cárcel del mundo, condenados y sujetos a morir; en esta cárcel nadie escapa a la muerte. Este espacio dentro de la prisión está dividido en muchas partes y unos y otros se instalan en distintas secciones. Como si se tratara de un reino, compiten por la cárcel. El avaricioso acumula riquezas en la oscura cárcel, por la cárcel deambula uno suelto, el otro permanece vencido en su celda. Éste sirve, aquél gobierna, el de más allá canta y el otro gime. Así, cuando la cárcel se ama como si no fuera una cárcel, de una manera o de otra la muerte nos saca de ella» [44].
Como era de esperar, su muerte afectó profundamente a todos los humanistas de la época y de un modo especial a Erasmo, a pesar de que éste sólo manifestó su pesar en correspondencia privada, muriendo un año más tarde. Moro fue beatificado por León XIII (1866) y canonizado por Pío XII (1935) [45].
2. un Modelo de Pensamiento anti-tiránico y anti-absolutista
El pensamiento anti-tiránico y anti-absolutista se mantiene en Moro con gran continuidad y coherencia, desde sus estudios jurídicos. Se sintió en este aspecto muy influido por Henri de Bracton y John Fortescue.
Del primero habría que destacar la obra De legibus et consuetudinibus Angliae (De las leyes y costumbres de Inglaterra), libro del que Moro aprendería el principio de que «todo hombre es inocente mientras no se pruebe lo contrario con evidencia legal» junto al de que «todo hombre merece un juicio imparcial». En definitiva, esta obra le marcó a Moro por haber contribuido a separar las leyes inglesas de los intereses políticos. Con palabras suyas: «Nunca llegué a sospechar que aquella lectura de juventud formaría de tal modo mi carácter que, de existir un pleito entre mi padre y el diablo, si la causa de este último fuese la justa, sería al diablo a quien yo diera la razón» [46].
De Fortescue resaltará dos obras: De laudibus legum Angliae y De natura legis naturae. Este último libro le ayuda a Moro a aprender la diferencia entre dominium reales et politicum, entre monarquía absoluta y respublica, esto es, que la monarquía limitada, por esencia, es anti-tiránica y anti-absolutista. Como explica Poch:
«También, con Fortescue, mantendrá que el Rey, el Príncipe, está sometido a Dios, pero también a las leyes. Era precisamente lo opuesto al absolutismo, al princeps de legibus solutus, que iba sin embargo a triunfar e imponerse, por ser su hora histórica. En este sentido, Moro rema contra corriente. Era su destino. No verá resultados positivos. Al contrario, sus convicciones antes de nada religiosas, pero también morales, jurídicas y políticas, provocarán su muerte. Sin embargo, con Locke, y una vez el proceso constitucional inglés en marcha, estas convicciones desembocarán en resultados positivos históricos; si bien sea para Moro el ‘reinar después de morir’» [47].
Parece ser que al menos en dos ocasiones intervino Moro en el Parlamento inglés, tratando de defender con su propio ejemplo la libertad de expresión. Con ello marcaría uno de los más importantes pasos del proceso constitucional inglés [48].
También digno de destacar es su talante pacifista y su negativa al recurso de las armas, de los que dio buena cuenta al realizar diversas misiones diplomáticas. Para Moro la misión diplomática se traduce en:
«la realización de la mejor defensa posible de los intereses representados, pero en y a través de la negociación política, y apartando la intervención de las armas. Negociar, sí, pero dentro del marco de la paz, y en procura de la paz; de esa paz que él, buen agustiniano, debía definir como tranquilitas ordinis» [49].
3. Un defensor del derecho a la educación Para el Varón y la mujer
Una alta consideración merece también su vocación como pedagogo y su demostrado interés por la educación femenina, al sentirse plenamente convencido de que la mujer tenía el mismo derecho que el varón a la hora de recibir una educación. En esta cuestión se puede decir que Moro se sitúa muy cerca de otros grandes pedagogos: Luis Vives y Erasmo [50].
Veamos cómo el humanista inglés equipara el mal con el orgullo cuando escribe al preceptor de sus hijos, William Gonell, haciéndole ver los medios y fines de la educación:
«Querido Gonell: el orgullo es un mal que solo difícilmente se puede extirpar; por eso y desde temprana edad se ha de poner esfuerzo para no permitir que aflore demasiado. Este mal es tan obstinado por varias razones: Apenas llegamos al mundo cuando ya nos es implantado en nuestros sensibles corazones de niño, después es casi cultivado por los maestros y fomentado por los padres. ya nadie quiere enseñar el bien sin exigir de inmediato una alabanza como recompensa y si uno se acostumbra a ser alabado por las masas, es decir, por gente insignificante, al final se avergüenza de ser contado entre los honrados. A todo trance quiero apartar a mis hijos de tal desgracia. Vosotros, mi querido Gonell, mi mujer y todos mis amigos, tenéis que explicarles lo reprochable e indigna que es tal gloria efímera. Tenéis que explicarles que nada es más adecuado que aquella humilde modestia que Cristo nos recomienda repetidas veces. Actuad con prudente caridad: instruidlos en la virtud, sin censurar el vicio; pues con amor alcanzaréis más que con rigidez. Quien desee proceder cautelosamente, lea los escritos de los Padres de la Iglesia; nunca se enfurecieron. Su santidad, que nos mueve a la obediencia, nos exhorta a imitarlos» [51].
En otra carta escrita en latín, enviada por Moro también a William Gonell, el 22 de marzo de 1518, establece su teoría sobre la educación, dejando patente que la posesión de la sabiduría representa un bien imperecedero en la mujer. Moro hace referencia en ella al valor que tiene la conexión entre el saber y la virtud: «Aunque prefiero la educación unida a la virtud antes que todos los tesoros de los reyes, aún así la fama de saber –si le quitáis la probidad del carácter–no trae consigo nada más que notoria infamia» [52]. Veamos también lo que señala Moro sobre la educación femenina:
«Por otra parte, si una mujer (y esto es algo que deseo para todas mis hijas y que espero a través vuestro que sois su profesor) añadiera a un grado eminente de virtud espiritual al menos cierta habilidad moderada en educación, estoy seguro de que ganaría un bien más verdadero que si poseyera la riqueza de Creso y la belleza de Elena. No porque esa educación vaya a convertirse en su gloria –aunque la educación acompaña a la virtud como la sombra del cuerpo– sino más bien porque el premio de la sabiduría es demasiado sólido para perderse con las riquezas o para perecer con la belleza. Es algo que depende del conocimiento interior de lo que es justo y no de lo que dice la gente, pues no hay nada más estúpido y perjudicial que esto» [53].
De alguna manera se desvinculaba Moro del moralismo legal al no considerar que la justicia nacía del reconocimiento o aceptación social.
Coincidiría con Sardaro en la afirmación de que Moro fue pionero en Inglaterra de la igual educación que debían recibir hombres y mujeres puesto que como el propio Moro sostiene «ambos tienen el nombre de humano y la razón distingue su naturaleza de la de las bestias. Ambos, insisto, están por igual dispuestos para el aprendizaje de la educación por la que la razón es cultivada, y como con tierra arada, en ambos germina la mies cuando se han sembrado las semillas de los buenos preceptos» [54].
Cristina Hermida del Llano, en revistas.unav.edu
Notas:
1 Como lo denominó el propio Erasmo. Bolt, R., A man for all seasons, Heinemann Educational Books, Londres, 1968.
2 Silva, Á., «Introducción. La república de las letras y la sombra de piedad», en Carta a un Monje, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2009, p. 13.
3 Gilmore, M.P., The world of Humanism, Harper & Brothers Publishers, Nueva York, 1952. Marius, R., Thomas More. A biography, Knopf, Nueva York, 1984
4 Scarpat, G., Introduzione allo studio della cultura classica, I, Marzorati, Milán, 1972.
5 Como bien explica Ferrater Mora: «Moro defendió el humanismo y el regreso a las fuentes griegas y a Aristóteles contra los que Vives llamó ‘pseudo-dialécticos’. Luego se inclinó por las doctrinas de Santo Tomás y otros grandes escolásticos, estimando que, a diferencia de los escolásticos ‘decadentes’, representaban las verdaderas doctrinas antiguas». Vid. Ferrater Mora, J., «Moro, Santo Tomás (Thomas More)», Diccionario de Filosofía, Tomo 3, Círculo de Lectores, Barcelona, 1991, p. 2277.
6 Cabrillana, C., «Introducción» a la obra Tomás Moro. Epigramas, Rialp, Madrid, 2012, p. 11.
7 De hecho, en el Epitafio que todavía se conserva y que escribió él mismo precisa a propósito de su familia «no era ilustre pero sí honorable». Por desgracia, tras los bombardeos de 1941 el Epitafio quedó prácticamente destrozado.
8 Murphy, J.J., Rethoric in the Middle Ages. A History of Rhetorical Theory form Saint Augustine to the Renaissance, University of California Press, Berkeley, Los Ángeles y Londres, 1974.
9 Basta leer ciertos pasajes de Utopía para advertir la sincera admiración y respeto hacia su tutor: «Su conversación era pulcra y exacta, sus conocimientos profundos, su capacidad no tenía comparación y su memoria admirablemente retentiva: sus aptitudes naturales habían sido mejoradas por sus estudios y por la práctica». Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía. Tomás Moro, Altaya, Barcelona, 1993, p. XI.
10 Vid. Ibid., p. XI.
11 Castillo Martínez, P., Tomás Moro. Retorno a Utopía, San Pablo, Madrid, 2006, p. 15.
12 Como el propio Tomás Moro confiesa: «En la casa de Morton, en los días de Navidad, yo interrumpía muchas veces las representaciones de actores improvisando un personaje nuevo, cosa que divertía al arzobispo y a sus amigos, para alguno de los cuales comenzaba entonces, según decían, el espectáculo. Morton era hombre profundamente preocupado por la Iglesia, pero también por las ciencias y las artes, y siempre me distinguió con amables alabanzas». Vid. Ibid., p. 15.
13 Esta obra, publicada en Latín en 1516, contiene la vuelta a la forma antigua de dialogo, regresando así al planteamiento platónico de cuál es la mejor forma de organización estatal.
14 Vid. Carta de Tomás Moro a John Colet escrita en Londres el 23 de octubre de 1504, recogida en Sardaro, A., La correspondencia de Tomás Moro. Análisis y comentario crítico-histórico, Presentación de Francesco Cossiga y traducción de Anna Sardaro, Eunsa, Pamplona, 2007, pp. 177-181, concretamente, p. 181.
15 Rice, E.F., «John Colet and the Denial of Naturalism», Harvard Theological Review, XLV (1952), pp. 141-163.
16 William Lily fue un gran estudioso de las lenguas clásicas y primer director del St. Paul School. Vid. Carta de Tomás Moro a John Colet escrita en Londres el 23 de octubre de 1504, recogida en Sardaro, A., La correspondencia de Tomás Moro. Análisis y comentario crítico-histórico, Ibid., p. 181. Asimismo vid. Moro, T., Un hombre para todas las horas. La correspondencia de Tomás Moro (1499-1534), selección, traducción española, introducción y notas de Á. de Silva, Rialp, Madrid, 1998, carta nº 3, pp. 40-43; Moro, T., Un hombre solo: cartas desde la Torre 1534-1535, traducción española, introducción y notas de Á. de Silva, Rialp, Madrid, 1999.
17 Castillo Martínez, P., Tomás Moro. Retorno a Utopía, op. cit., p. 16.
18 Si hay dos pensadores que le van a marcar a la hora de conformar su concepción jurídico-política ellos son: Bracton, y Fortescue, en los que más adelante me detendré.
19 Castillo Martínez, P., Tomás Moro. Retorno a Utopía, op. cit., p. 19.
20 Cabrillana, C., «Introducción» a la obra Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 13.
21 Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía, Tomás Moro, op. cit., p. XIV.
22 Thomas More, Obras, ed. H. Schulte-Herbrüggen, vol. 5: «Cartas de la amistad con Erasmus», Munich 1985. (Thomas Morus Werke, hrg. v. H. Schulte-Herbrüggen, Bd.5: Briefe der Freundschaft mit Erasmus, München 1985).
23 El título de la obra principal de Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, constituye un guiño a su amigo Tomás Moro. Vid. Elogio de la locura, traducción española de Pedro Voltes Bou, Espasa-Calpe, Madrid, 2000.
24 Opus epistolarum Des. Erasmi Roterodami, recognitum per P. S. et H. M. Allen, Oxford, 1906 y ss., I, p. 118.
25 Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía, Tomás Moro, op. cit., p. XVII.
26 Tuvieron cuatro hijos (Margaret, Elizabeth, Cecily y John): Margarita (1505), Isabel (1506), Cecilia (1507) y Juan (1509). Sin duda alguna, Moro tenía predilección por su hija mayor, Margaret, puesto que había asimilado mejor que nadie sus enseñanzas y además existía una gran sintonía entre ellos, al ser la más culta de todos sus hijos. A continuación, se reproduce la carta que Moro escribió a todos sus amigos desde la Torre de Londres en 1534: «Dado que estando en prisión no puedo decir qué necesidad pueda tener, o en qué indigencia pueda hallarme, os suplico a todos de corazón que si mi queridísimas hija Margaret Roper, la única que entre todos mis amigos tiene permiso para visitarme por gracioso favor del Rey, desea cosa de cualquiera de vosotros, algo que yo necesite, que la miréis y atendáis no menos de como haríais si yo me dirigiera a vosotros y presente de persona os hiciera tal ruego. y os suplico a todos que recéis por mí, yo rezaré por vosotros». Sardaro, A., La correspondencia de Tomás Moro..., op. cit., pp. 143-144. Carta nº 204 extraída de The Correspondence of Sir Thomas More, rogers, E.F., Princeton University Press, Princeton, 1947, p. 511.
27 Castillo Martínez, P., Tomás Moro. Retorno a Utopía, op. cit., p. 30.
28 Vid. ibíd., p. 31.
29 Cabrillana, C., Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 100. El pasaje corresponde al nº 138, titulado «Sobre los hombres que se casan dos veces. Del griego».
30 Berglar, P., Die stunde des Thomas Morus. Einer gegen die Macht, Walter-Verlag AG Olten, 1978. Citado por la versión castellana La hora de Tomás Moro. Solo frente al poder, Palabra, Madrid, 6ª ed. 2012 (1ª ed., 1993), p. 147.
31 Vid. ibíd., pp. 147-148.
32 Vázquez de Prada, A., Sir Tomás Moro Lord Canciller de Inglaterra, Rialp, Madrid, 2004.
33 Cabrillana, C., «Introducción» a Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 15.
34 Antonio Poch en el «Estudio Preliminar» a Utopía. Tomás Moro, op. cit., precisa: «La primera misión diplomática se realizó en mayo de 1515, en Flandes, para negociar con los Países Bajos, con las ciudades hanseáticas y, por ende, con Carlos de España (Carlos de Gante), el soberano territorial de los Países Bajos por la herencia borgoñona. La negociación fue fundamentalmente comercial, y muy importante, porque se trataba, nada menos, que de la venta de lana inglesa en Flandes, y de la importación, por Inglaterra, de los textiles fabricados allí tradicionalmente», p. XXI.
35 Cabrillana, C., «Introducción» a Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 15.
36 Vid. ibíd., p. 16.
37 Ibídem.
38 Enrique VIII pensaba que Dios le había castigado sin hijos por haberse casado con la mujer de su hermano. Como precisa Cabrillana en su «Introducción» a Tomás Moro. Epigramas, op. cit.: «invoca el Levítico para justificar que su matrimonio era incestuoso, y que debía ser declarado inválido. Por ello, el rey pide una dispensa al Papa para que le permitiera casarse con Ana, petición que no tuvo éxito y que marcó el comienzo del declive de Wolsey. Las gestiones para conseguir el divorcio continúan y se presiona al Papa Clemente VII, que se encuentra entre dos fuegos: el rey Enrique y el emperador Carlos, sobrino de la reina Catalina. El Papa se vio obligado a consentir la constitución de una comisión que examinara el caso en Inglaterra, presidida por los cardenales Wolsey y Campeggio, este último en representación del Papa. Se convoca a la reina Catalina, que niega haber consumado el matrimonio con Eduardo, el hermano de Enrique. El cardenal Campeggio abandona Inglaterra sin que se haya tomado ninguna determinación, y es entonces cuando Wolsey consulta a las universidades más importantes de Europa para forzar una respuesta a favor de los deseos del rey. (...) Roma no se inclina por la solución del divorcio y el cardenal Wolsey es depuesto; muere antes de llegar a la Torre de Londres», p. 17.
39 Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía. Tomás Moro, op. cit., p. XXXII.
40 Nigg, W., Thomas Morus. Der Heilige des Gewissens, Herder, Friburgo, Basilea y Viena, 1979.
41 Sardaro, A., La correspondencia..., op. cit., pp. 145. Carta nº 200 extraída de The Correspondence of Sir Thomas More, Rogers, E.F., op. cit., pp. 502-503.
42 Cabrillana, C., «Introducción» a Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 20. Moro, T., Diálogo de la fortaleza contra la tribulación, traducción española, introducción y notas de Álvaro de Silva, Rialp, Madrid, 1988; La agonía de Cristo, traducción española de Álvaro de Silva, Rialp, Madrid, 1989. The Works of sir Thomas More: Knight, sometyme Lord Chauncellour of England, wrytten by him in the Englysh Tonge, Scholar Press, Londres, 1978, 2 vols. «A Calendar of the Correspondence of Sir Thomas More», en rogers, E.F. (ed.), English Historical Review, XXXVII (1922). The Correspondence of Sir Thomas More, rogers, E.F., op. cit. Venti lettere, traducción italiana de Alberto Castelli, Studium, Roma, 1966. St. Thomas More: Selected Letters, rogers, E.F., Yale University Press, New Haven y Londres, 1967. Lettere dal carcere, traducción italiana de Alberto Castelli, Tipografia Poliglotta Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1971. Conscience decides: letters and prayers from prisión written by Sir Thomas More between April 1534 and July 1535, Geoffrey Chapman, Londres, 1971.
43 «Dicho esto, Pope se despidió de Moro sin poder evitar las lágrimas, por lo que Tomás le confortó de esta guisa: ‘Tranquilizaos, buen señor Pope, y no os desconsoléis. Porque yo confío en que, una vez en el cielo, nos veremos unos a otros en plena alegría, y debemos estar seguros de que allí viviremos juntos amándonos en eterna felicidad’». Vid. castillo Martínez, P., «Prólogo» a Tomás Moro. Retorno a Utopía, op. cit.
44 Epigrama nº 119, «Sobre la vanidad de esta vida». Vid. Cabrillana C., Tomás Moro. Epigramas, op. cit., p. 92.
45 En relación con ello, vid Cossiga, F., Petición al Santo Padre Juan Pablo II para la proclamación de santo Tomás Moro, mártir, como patrón de los gobernantes y políticos, 25 de septiembre de 2000. Asimismo, Cossiga, F., Sir Thomas More santo e martire, patrono dei gobernanti e edi politici, Colombo, Roma, 2001. Juan Pablo II, Motu proprio Proclamación de Santo Tomás Moro patrón de los gobernantes y políticos, 31 de octubre de 2000.
46 Castillo Martínez, P., Tomás Moro. Retorno a Utopía, op. cit., p. 20.
47 Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía. Tomás Moro, op. cit., p. XLI.
48 RoPer, W., The life of Sir Thomas More, Knighte, Early English Text Society, Oxford University Press, Londres, 1935; La vida de Sir Tomas Moro, traducción española de Álvaro de Silva, Eunsa, Pamplona, 2001.
49 Poch, A., «Estudio Preliminar» a Utopía. Tomás Moro, op. cit., pp. XLII-XLIII.
50 Sowards, J.K., «On Education: More’s Debt to Erasmus», Moreana 100, XXVI (1989), pp. 103-123.
51 Berglar, P., La hora de Tomás Moro..., op. cit., p. 148.
52 Sardaro, A., La correspondencia de Tomás Moro..., op. cit., p. 127. Carta nº 63 extraída de The Correspondence of Sir Thomas More, Rogers, E.F., op. cit., p. 121.
53 Vid. ibid. pp. 127-128. Carta nº 63 extraída de The Correspondence of Sir Thomas More, Rogers, E.F., op. cit., p. 121.
54 Vid. Ibid., pp. 128-129.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |