Pablo lucha para que todos los hombres puedan entender el Evangelio, creer en él y llegar a ser perfectos en Cristo
En la Carta a los Colosenses, justo después del prólogo, leemos: “Ahora me alegro de mis su-frimientos por vosotros y completo lo que falta a los padecimientos de Cristo en mi carne en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).
Para comprender bien esta afirmación, se debe tener presente el contexto general de la carta a los Colosenses, y realizar una traducción del texto original que sea respetuosa con la sintaxis de la frase.
El contenido de la Carta a los Colosenses
La Carta a los Colosenses pretende mostrar cómo se deben articular las componentes esenciales de la vida de los creyentes: se parte del misterio anunciado, Cristo, que es el fundamento sobre el que se edifica todo, para pasar a mostrar las consecuencias para la libertad y el obrar ético de los creyentes. Ciertamente, en el origen de este escrito hay una situación concreta vivida por los cristianos de Colosas, pero la carta no se limita a hablar de ella.
Después del habitual marco epistolar (Col 1, 1-2), encontramos un denso exordio (Col 1, 3-23), de contenido cristológico, en el que destaca un himno sobre la soberanía de Cristo (Col 1, 15-20). Como colofón a esas palabras leemos: “Vosotros, en otro tiempo, estabais también alejados y erais enemigos por vuestros pensamientos y malas acciones; ahora en cambio, por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor” (Col 1, 21-23).
Estos versículos sirven como introducción a lo que se va a desarrollar a continuación. Se habla, en concreto, de tres ideas, de las que ya se ha dado la fundamentación cristológica en el exordio, y que ahora se van a exponer según un orden lógico: se comienza por lo que constituye la base de la vida del creyente, el Evangelio −Jesucristo−, proclamado por Pablo y creído (Col 1, 24-2,5); se muestra, después, que es necesario resistir a todos los que puedan desviar de Cristo, en el que los creyentes han recibido todo (Col 2, 6-23); en tercer lugar, se exhorta a que los creyentes den testimonio de la renovación de su ser, de la santidad a la que han sido llamados en Cristo (Col 3, 1-4,1).
La carta concluye con un epílogo (Col 4, 2-6) y el marco epistolar (Col 4, 7-18). La primacía y la riqueza insondable de Cristo, de las que se han hablado especialmente en Col 1, 15-20, constituyen el hilo conductor de la argumentación y dan su consistencia al obrar de los creyentes.
El combate de Pablo por el anuncio del misterio
Col 1, 24 pertenece a la “sección” Col 1, 24-2,5. En esta parte de la carta se habla del “misterio”, desarrollando el argumento en torno a la lucha que Pablo libra por la Iglesia. El Apóstol no menciona sus sufrimientos solamente por dar noticias suyas, sino en aras de la argumentación que está llevando a cabo: quiere que quede clara la importancia que para él tienen el Evangelio y las personas a las que se lo anuncia. La idea es mostrar, con su propia vida, cómo el Evangelio es capaz de conformar la existencia de aquellos a los que está destinado: la urgencia de su combate, tal y como se refleja en Col 1, 24.29 y 2, 1, es debida a que la verdad del Evangelio se ve amenazada en Colosas. Pablo ya se ha expresado así en otros lugares (cfr. Ga 1-2; 2Co 1, 15-24; Flp 1, 12-26).
Al final de Col 1, 23 se ha dicho que Pablo es “servidor” del Evangelio. De aquí parte el desarrollo de Col 1, 24-2,5. En esta parte de la carta, el término “Evangelio”, usado hasta ahora (Col 1, 5.23), se sustituye por el de “misterio” (Col 1, 26.27; 2, 2). La explicación de esto pasa por poner de relieve la insistencia que, en estos versículos, se da al vocabulario de “conocimiento”: manifestar, dar a conocer, conocimiento, conocer, sabiduría, inteligencia, saber (en griego: phaneroo, gnorizo, epignosis, epiginosko, gnosis, ginosko, sophia, synesis, oida). Aunque faltan aquí los términos revelar y revelación (apokalyptein y apokalypsis), que sí aparecen en el pasaje paralelo de Ef 3, la lógica de fondo hace referencia precisamente a esto último: Pablo ha comprendido por revelación que el contenido del Evangelio no es tan solo el itinerario y la mediación de Cristo, sino también su “presencia plena y definitiva entre los gentiles, presencia universal, factor de integración, unidad, vida, crecimiento, hasta el punto de hacer de los creyentes una entidad única, definida cristológicamente (el cuerpo de Cristo)” (Aletti, Colossiens, p. 137). La Iglesia universal forma parte del Evangelio, y por eso se usa la palabra misterio.
Los sufrimientos de Pablo por la Iglesia
Lo dicho hasta aquí muestra que Col 1-2 es la fundamentación cristológica y eclesiológica de lo que se va a decir en Col 3, 1-4, 1 sobre la vida del creyente. Idea central de la carta es la de la soberanía absoluta de Cristo, esto es, su primado sobre la creación y su primado en cuanto a la reconciliación-pacificación. Una lectura incorrecta de Col 1, 24 podría chocar precisamente contra esta afirmación, nítida y persistente a lo largo de la carta (Col 1, 19-20.22; 2, 9-10; 2, 13-14; 3, 1).
La traducción que respeta el orden sintáctico de Col 1, 24 es la que ya se ha dicho: “Ahora me alegro de mis sufrimientos (en tois pathemasin) por vosotros (yper ymon) y completo lo que falta a los padecimientos de Cristo (ton thlipseon tou Christou) en mi carne en favor de su cuerpo (yper tou somatos autou) que es la Iglesia”. Muchas biblias, sin embargo, traducen así: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo que es la Iglesia”. Esta segunda traducción cambia de lugar la expresión “en mi carne” y, al hacerlo, puede dar la impresión de que se está afirmando que le falta algo a la obra redentora de Cristo, algo que van a colmar los sufrimientos de Pablo. Y esto va contra la insistencia fundamental de la carta.
Los sufrimientos de Cristo ya se han acabado. Cristo está glorificado. Ha cumplido todo lo que debía cumplir. Su mediación es perfecta. El que sufre ahora es Pablo. Él debe llevar a término su propio itinerario, que él llama “padecimientos de Cristo en mi carne”. ¿Por qué los llama así? Porque está reproduciendo los de Cristo en su manera de vivir y sufrir a causa de/por el anuncio del Evangelio y por la Iglesia. El Apóstol no añade a la obra mediadora y salvadora de Cristo. Pero sí sufre por el bien de la Iglesia, por su solidez, por su constancia, por su crecimiento en el conocimiento de los tesoros desplegados por Dios en su Hijo. Pablo sufre por la Iglesia, que es el cuerpo de su Señor, del que él es servidor (diakonos). Pablo lucha para que todos los hombres puedan entender el Evangelio, creer en él y llegar a ser perfectos en Cristo.
Juan Luis Caballero Profesor de Nuevo Testamento, Universidad de Navarra