Leo Scheffzcyk (1920-2005) fue un notable teólogo alemán, con una obra inmensa y un estándar de calidad muy alto, lo que revela un constante trabajo, que no solo no disminuyó, sino que se aceleró hasta el final de su vida
Scheffzcyk tenía una conciencia muy viva del servicio de la teología en la Iglesia, que sentía como un privilegio y un gozoso deber. Y estaba perfectamente al tanto no solo del panorama teológico alemán, sino del entorno cultural, literario y científico. Porque sentía el deber de la teología, que piensa la fe para alimentar la vida y la formación cristiana, pero también para dar respuesta a las inquietudes y problemas de la época.
Amable, ponderado en sus juicios, con una proverbial modestia y sin ningún ánimo de notoriedad. Pero decidido en el servicio que tenía que prestar. Y, con una honda conciencia sacerdotal, que le llevó, por ejemplo, a atender una residencia de ancianos los muchos años que vivió en Munich. Y comentaba con frecuencia cuánto aprendía allí.
“El autor querría reivindicar para sí el no situarse ni a la ‘derecha’ ni a la ‘izquierda’, sino evidenciar que simplemente ‘camina’ o ‘sigue caminando’ pero sobre el mismo camino que ella (la Iglesia católica) ha caminado”, dice en el prólogo de una de sus obras más representativas (El mundo de la fe católica). Así se situaba sobre el trasfondo de la Teología alemana posconciliar. Había caminado toda su vida con la Iglesia e incorporado de buena gana y desarrollado todo lo que la teología y el pensamiento de su tiempo había aportado antes, en y después del Concilio. No se sentía inclinado por modas progresistas ni conservadurismos reactivos. Difícil equilibrio que le dejó bastante solo cuando el panorama se enrareció.
Con motivo de una sesión en la Pontificia Academia de Teología, a la que pertenecía, trazó un lúcido panorama de la evolución teológica alemana que es el contexto de su obra. Y lo retocó para publicarlo en Anuario de Historia de la Iglesia (2003; se puede consultar online). Allí aparecen los fermentos de renovación y las evoluciones deformantes.
Su vida puede dividirse en cuatro etapas. Una infancia y juventud marcadas por las guerras. Una sólida formación y carrera académica, que lo sitúa en la Cátedra de Dogmática de Múnich, sucediendo a Schmaus (1965), cuando está terminando el Concilio. Una preocupación posconciliar por presentar la fe ante las dificultades de la mente moderna y por salvaguardar el espíritu del Concilio ante quienes lo consideran solo un punto de partida. Y una última etapa de trabajo académico que culmina en su Dogmática, con 8 volúmenes.
Leo Scheffzcyk nació en 1920, el mismo día que Newman (21 de febrero), por el que sentía gran estima, en Beuthen, cerca de Breslau en Silesia (hoy Wrocław, en Polonia). Su padre trabajaba en Correos. La familia era muy practicante, pero la vida dura. La primera guerra había terminado dos años antes y Alemania estaba destrozada. En Silesia había tensiones políticas y nacionalistas. Fue monaguillo y lo recordaba como una base de su vocación. La otra fue su participación en una asociación juvenil, Nueva Alemania, dirigida por los jesuitas. La asociación padeció la presión del nacionalsocialismo, que no quería competidores. Muchos se pasaron a las juventudes socialistas, y Leo quedó como jefe de la asociación en el Alta Silesia. Padeció presiones e interrogatorios, incluso arresto domiciliar. Decidió entrar en el seminario (1938). Conserva muy buen recuerdo de sus formadores y profesores que impartían una teología escolástica, pero también franciscana o agustiniana. Lo mismo que en la enseñanza media, destacaba claramente en los estudios, y jugaba muy bien al fútbol.
En 1941, fue movilizado y enviado a Francia (Alsacia) y Noruega. Su hermano menor murió en la campaña de Hitler en Rusia. Él fue hecho prisionero al final de la guerra. Y se quedó sin patria, al moverse las fronteras tras la guerra: Rusia se comió parte de Polonia, y Silesia pasó a ser polaca. Leo se trasladó entonces a Múnich, en reconstrucción, con el seminario en Freising. Allí estaba también un seminarista mucho más joven, Joseph Ratzinger.
Ordenado en 1948, se trasladó para dar clases y ser vicerrector en el seminario de Königstein cerca de Frankfurt, donde estaban los seminaristas alemanes desplazados de territorios ocupados. Mientras, preparaba la tesis doctoral sobre el conde Stolberg (1750-1819), interesante personaje, poeta, escritor, político, y converso, autor de una monumental historia de los orígenes cristianos en 17 volúmenes, con la que quería contestar al desprecio ilustrado y liberal por las bases históricas del cristianismo. Le dejaría un sentido profundo de la historia y del desarrollo de la doctrina cristiana, y de su valor ante las objeciones del mundo moderno. La presentó en 1950. Y siguió dando clases de dogmática en Königstein (1952-1959).
Había entrado en contacto con el gran maestro de Múnich, Michael Schmaus, e hizo su tesis de habilitación con él, sobre la mariología de la época carolingia (1957). La Teología sobre María, será una permanente y fecunda línea de trabajo de Scheffzcyk, coronada con el Marien Lexikon, en 6 volúmenes). Siempre pensó que María es una clave o “encrucijada de la fe católica”, como titula uno de sus ensayos marianos.
Schmaus lo incorporó a su gran proyecto de historia de los dogmas. Además de colaborar en la edición del enorme manual, escribirá los volúmenes sobre Creación y providencia y sobre el Origen, caída y pecado original, con mucha erudición. Temas también muy suyos: en toda su obra, dedica mucha atención al misterio de la creación, del pecado y de la gracia.
En 1959 y hasta 1965, pasó a ser profesor de dogmática en Tubinga. Allí era colega de Alfons Auer y Hans Küng, que participaba entonces como perito en el Concilio. La primera tesis que dirigió fue la de Walter Kasper, y después le dirigió también la de habilitación y lo hizo asistente suyo. Kasper lo recuerda así: “En su época de Tubinga, el Prof. Scheffzcyk era todavía joven, y siempre se presentó ya entonces sin pretensiones: nunca quiso hacer algo de sí mismo. En la modestia de su presentación, no obstante, siguió una línea católica claramente articulada, que entonces naturalmente no estaba expuesta a oposición como en décadas posteriores, y por eso no se destacaba de otras opiniones doctrinales intraeclesiales. Pero se podía notar nítidamente una pasión interior en sus lecciones”.
En 1965 obtiene la cátedra de Teología dogmática de Múnich, sucediendo a Schmaus. Allí estará hasta su jubilación veinte años después, en 1985. Ya estamos en pleno posconcilio y se nota. Apenas terminado, junto con los intentos de aplicación y renovación, se produce un fenómeno de “superación” del Concilio. El equilibrado resultado eclesial de los “textos” es sustituido por las supuestas “intenciones”, que, al arbitrio de las interpretaciones, marcan perentoriamente las pautas de “lo que hay que hacer en la Iglesia”. Es un vuelco en la hermenéutica del Concilio, que provocará múltiples derivas. Scheffzcyk las ve nacer y las señala (por ejemplo, en los tres tomos de comentarios al Concilio del Lexikon für Theologie und Kirche).
En esta época hace una notable labor de expositor de la fe cristiana ante la cultura contemporánea, y de defensa responsable del mensaje del Concilio, que él percibe perfectamente coherente con el desarrollo de la tradición viva de la Iglesia. Tenía una capacidad prodigiosa de trabajo, interviniendo oportunamente con artículos, y haciendo numerosas recensiones de libros, convirtiéndose en un importante interlocutor de los temas en debate. Pero trata a todos con la misma ponderación y delicadeza que mostraba en el trato personal. No deja lugar a lo visceral: sólo quiere dejar las cosas claras.
En 1964 había publicado El hombre actual ante la imagen bíblica de Dios. Y se había esforzado por tender puentes con el pensamiento científico, en los numerosos foros en los que participaba. Creía en el poder de la verdad y escribe un ensayo sobre La potencia salvadora de la palabra (1966), con una orientación personalista.
Ese mismo año se publica el Nuevo Catecismo holandés (1966), edulcorado en todo lo que resulta increíble al mundo moderno (el alma, los ángeles, el pecado, el valor satisfactorio de la muerte de Cristo, la Eucaristía, la escatología, los privilegios marianos, el matrimonio y la fecundidad…). Seguirá el Concilio o Sínodo pastoral holandés, con la tendencia a transformar la Iglesia en un ente de acción social. Con Schmaus y otros publica la historia y un cuidadoso y sensato análisis: La nueva teología holandesa (1972).
En 1970, Hans Küng, antiguo colega, con ¿Infalible? Una pregunta, pone en duda esta prerrogativa papal. Scheffczyk le responde al año siguiente en un folleto. Y escribe en 1971 Lo inmutable del ministerio petrino. En 1974, Küng escribe Ser cristiano, donde, entre otras cosas, argumenta que resulta increíble hoy hablar de Jesucristo como persona divina preexistente. En 1979, después de varios intentos de arreglarlo, la Santa Sede le retira la venia docendi como teólogo católico. Ante el revuelo mediático, Scheffczyk escribe: Desviación de la fe. Fundamento teológico de la decisión sobre Küng (1980). También escribió sobre Leonardo Boff, que había sido discípulo suyo.
Esta labor incómoda, a pesar de la ponderación, le supone un costo mediático y de relaciones, pero no es la principal. Sigue siendo un teólogo que trabaja los grandes temas, con una producción de ensayos y artículos impresionante e imposible de resumir. Mantiene el proyecto de la Historia de los Dogmas y la revista teológica heredada de Schmaus: Münchener Theologische Zeitung, convertida más tarde en Fórum Katolische Theologie, en la que le ayudan sus alumnos Anton Zigenaus y Kurt Krenn (más tarde obispo en Austria). Y hace infinidad de recensiones. Están identificadas más de 400 y más de 1000 artículos. Von Balthasar, que lo admiraba, quiso publicar en su editorial (Johannes Verlag) varios ensayos y una colección de artículos escogidos.
En 1977, edita un libro que le será muy querido: El mundo de la fe católica, traducido al castellano (Cristiandad, 2015), que quiere ser su presentación orgánica y breve de la fe católica, no simplemente del cristianismo. Porque entiende que el catolicismo tiene una forma propia y coherente.
En 1985, le llega la jubilación. No disminuye el ritmo de trabajo. Al estar más libre, recibe muchas invitaciones y puede pronunciar más conferencias que ordinariamente escribe. Es miembro muy activo de la Academia bávara de las Ciencias, lo que le permite mantener el diálogo con el mundo científico. Desde 1980 era consultor de la Comisión de la Fe de la Conferencia episcopal alemana, e interviene, por ejemplo, en las últimas redacciones del Catecismo Católico para Adultos (Catecismo alemán), escrito fundamentalmente por su discípulo Walter Kasper. Es consultado con frecuencia por la Congregación romana de la Doctrina de la fe (presidida entonces por Ratzinger). Y fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para la Familia (1983-2001).
Pero también emprende trabajos de fondo, especialmente el Marien Lexikon, con sus 6 volúmenes (1988-1994), que dirigió junto con Remigius Baümer. Y, después, una monumental Dogmática católica, en 8 volúmenes, junto con Anton Ziegenaus. Scheffzcyk escribe el primero: Los fundamentos del dogma. Introducción a la dogmática (1997); el II, El Dios de la revelación. El misterio de Dios (1996); el III, La creación como apertura a la salvación. Doctrina de la creación 1997), donde ya el título es una declaración de principios; y el VI, La realización de la salvación por la gracia. Doctrina sobre la gracia (1998).
En 1994, recibió con alegría el doctorado honoris causa en la Universidad de Navarra. Y, sin esperárselo, en el año 2001, consultado el cardenal Ratzinger, el Papa Juan Pablo II lo creó cardenal, junto con otro interesante teólogo, el jesuita americano Avery Dulles. La noticia le llegó el día de su 81 cumpleaños (y segundo centenario del nacimiento de Newman). Siguió trabajando hasta tres semanas antes de morir el 8 de diciembre de 2005.
Desde finales de los años setenta había conocido y más tarde se adscribió a Das Werk (la Obra, FSO), familia espiritual fundada en Bélgica por Julia Verhaege (1910-1997). Y fue enterrado en el monasterio de Tahlbach, que esta comunidad católica tiene en Bregenz (Austria). Allí se encuentran sus papeles y libros, diarios y un centro de documentación sobre su persona y obra, que dirige Johannes Hebel, autor de varios trabajos biográficos. Además, son de notar la aportación de Manfred Hauke, discípulo suyo, profesor de Dogmática en Lugano, y editor italiano de la Dogmática católica, con buena introducción biográfica y panorama teológico a su cargo.
Juan Luis Lorda
Fuente: Revista Palabra.
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