- Josemaría ¿Te has fijado en el cuadro que hay en la sala de estar?
- Sí. Es la Virgen María abrazando al Niño Jesús.
- ¿Sabes por qué lo he colocado allí? - Pues... No lo sé.
- Es para que podamos mirarlos con cariño y hablarles con el corazón.
- Y ¿qué podemos decirles?
- A veces, un piropo. Otras pedirles ayuda para nosotros y para los demás.
Cada mañana, doña Dolores acude al dormitorio de Josemaría y le dice:
- Josemaría, es hora de levantarse.
- Ya voy, mamá.
Pero da una vuelta en la cama y sigue durmiendo. A veces, le cuesta levantarse a tiempo.
- ¿Porqué no te levantas? - insiste su madre.
- Es que tengo mucho sueño.
- Anda. No seas perezoso. Ofrécele a Jesús ese esfuerzo.
Josemaría, animado por su madre, mira el cuadro de la Virgen que tiene en su habitación y se levanta deprisa. Entonces reza con fuerza y cariño:
¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía!
Yo me ofrezco del todo a Vos;
y en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
Madre de bondad,
guardarme y defendedme
como cosa y posesión vuestra. Amén.
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