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Dirección: Francis Ford Coppola
Intérpretes: Vincent Gallo, Maribel Verdú, Alden Ehrenreich, Klaus Maria Brandauer, Carmen Maura, Rodrigo de la Serna
Guión: Francis Ford Coppola
Música: Osvaldo Golijov
Fotografía: Mihai Malaimare Jr.
Distribuye en Cine: Altafilms
Duración: 130 min.
Público apropiado: Adultos
Género: Drama
Hermanos y artistas
Bennie Tetrocini (Alden Ehrenreich), de 17 años, llega a Buenos Aires para buscar a su hermano desaparecido hace diez años. El joven Bennie y su familia (emigrantes italianos en Argentina) se habían mudado a Nueva York debido a la exitosa carrera del padre, Carlo (Klaus Maria Brandauer), un renombrado director de orquesta sinfónica.
Cuando Bennie por fin encuentra a su hermano mayor, el brillante poeta Tetro (Vincent Gallo), se da cuenta de que es todo lo contrario a lo que él esperaba. En lugar de ser el hermano maravilloso que fue el ídolo de su infancia, Tetro es ahora un hombre distante y desilusionado que cambió su nombre, no quiere saber nada de su familia y ya no escribe.
Durante el tiempo que Bennie pasa con su hermano y la novia de éste, Miranda (Maribel Verdú), los dos vuelven a vivir las experiencias tormentosas de su pasado y se revela un secreto terrible.
Tetro parte de un guión original de Coppola, lo que es una completa novedad, pues hay que remontarse a La conversación, de 1974, para encontrar otro libreto del cineasta en que él sea el único autor. Y hay una sensación en el film de añoranza del pasado, de recobrar las oportunidades perdidas, de reemprender el tipo de historias que Coppola habría hecho si no se hubiera cruzado en su vida El padrino.
En tal sentido Tetro es una película de otra época, suena a 'antigua', con reminiscencias confesadas de Tennessee Williams, Michelangelo Antonioni y Elia Kazan. Se trata de una historia desgarrada, de un tema que siempre le ha interesado, la familia, que aúna además la cuestión del talento artístico en una familia donde padres, hijos, hermanos, manifiestan tener un don especial.
De modo que hay una mirada al choque de egos, cómo uno puede anular a otro. Hay secretos oscuros de familia, hechos que cambiaron la vida de unos y otros para siempre; por tanto, amargura, reproches, soledad, incapacidad de perdonar y pedir perdón.
Casi toda la película está rodada en un blanco y negro que recuerda al cine de Robert Bresson, con momentos puntuales en color, con tamaño de pantalla más pequeño, flash-backs sobre el pasado y su influencia en la obra artística de Tetro.
Son ideas estilísticas que, junto al tono operístico que domina toda la trama, prestan a la película una indudable elegancia, pero no sirven para hacer de ella una gran obra. Hay un buen montaje y un inteligente uso del sonido, a los que no es ajeno, claro está, su habitual colaborador Walter Murch, pero el conjunto está descompensado, algunas cosas funcionan mejor que otras.
Quiere prestar Coppola a su narración una cualidad de tragedia griega, con la vieja idea de 'matar al padre' para tener vida propia. Hay motivos para que Tetro, y en menor medida Bennie, hayan alimentado el resentimiento, pero sorprende la frialdad con que acogen la noticia de la delicada salud paterna, y las exageradas escenas del concierto-homenaje.
Toda la idea de presentar la obra de Tetro en el Festival de Patagonia, y el viaje con iniciación al sexo de Bernie, tiene difícil encaje en la historia, podía haberse omitido. En general la sensación es de una historia alargada y autocomplaciente, incluida la cita a Los cuentos de Hoffman de Powell y Pressburger, compuesta con elementos levemente autobiográficos -la familia de Coppola es una familia de artistas de origen italiano-, con la que el director afronta el paso del tiempo, 'su' tiempo, y que le lleva a una historia 'artística' con puntos de interés, pero no redonda, ni mucho menos.
El film no carece de interés, aborda la cuestión de los vínculos y la paternidad con mirada compleja, así como destaca la entrega del amor conyugal. (Decine21 / Almudí)