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La huella
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La huella

Sleuth
  • Público apropiado: Adultos
  • Valoración moral: Desaconsejable
  • Año: 2008
  • Dirección: Kenneth Branagh
Contenidos  D (7:35-8; 19;49; 31:35-31:40; 32.40; 33:25-33:21; 48.50), F(simulación de homosexualidad)

Reseña:

Dirección: Kenneth Branagh
Intérpretes: Michael Caine, Jude Law.
Guión: Harold Pinter
Música: Patrick Doyle
Fotografía: Haris Zambarloukos
Distribuye en Cine: Sony
Duración: 86 min.
Género: Thriller

Odios masculinos 

    Revisitación de la obra de teatro de Anthony Shaffer, que ya llevó al cine Joseph L. Mankiewicz (La huella (1972) ), elevándola a la categoría de obra maestra. Ahora el Premio Nobel de Literatura Harold Pinter es quien firma el guión (en el film citado lo hacía el autor de la obra original) y Kenneth Branagh quien maneja la cámara. Curiosamente repite uno de los actores de la película de 1972, Michael Caine, sólo que ahora él asume el papel que en su día hizo Laurence Olivier, siendo sustituido en su rol por Jude Law. 

    El film cuenta el encuentro Andrew y Milo en la casa de campo del primero. Milo, actor en paro, chófer ocasional y peluquero, es el amante de la mujer de Andrew, y ha accedido a reunirse pensando en que van a negociar el divorcio de ella. 

    En cambio se encuentra con un marido resentido, que le hace una propuesta insólita: el robo de un valioso collar, para así poder mantener a una dama demasiado acostumbrada al lujo. Algo huele a chamusquina, y la relación entre los dos hombres se va a convertir en un intercambio de humillaciones mutuas. 

    Las comparaciones son odiosas, así que intentaremos evitarlas, los autores son libres de revisitar tramas poderosas, y la que nos ocupa lo es. Lo que está claro es que asistimos a dos interpretaciones portentosas, Caine y Law están soberbios, merece la pena verles en acción. 

    Se pierde un poco el dinamismo de las continuas "vueltas de tortilla" del original, quizá con un deseo de ofrecer un estudio de personajes más sosegado. El situar la trama en 2007 permite más despliegue tecnológico, se juega con las cámaras de seguridad y los teléfonos móviles. 

    Por lo demás hay un elegante y moderno diseño del interior de la casa que da mucho juego, y un planteamiento de la puesta en escena original, como si los antagonistas estuvieran disputando un partido de tenis. La variante homosexual en uno de los juegos de humillación no quita ni pone nada, pero el aspecto visual y sonoro -gran partitura de Patrick Doyle, habitual de Branagh- tiene su aquel. 

    Branagh, al ritmo de la ajustada música de Patrick Doyle, logra una puesta en escena deslumbrante. La mansión georgiana de la cinta original solo conserva la fachada. En el interior, los grotescos muñecos del famoso novelista han sido sustituidos por las nuevas tecnologías: las cámaras de seguridad, las pantallas de plasma, los mandos o los ascensores trasparentes le dan la posibilidad a Branagh de realizar tomas imposibles, encuadres originales y extrañas combinaciones cromáticas. 

    Todo en esta puesta en escena acompaña al texto de Pinter, mucho más duro, seco, incómodo y desasosegante que el de la versión anterior. Y también, más soez e hiriente.

    Los primeros 50 minutos de La huella son sensacionales. La película tiene ritmo; la trama, el vigoroso montaje y el duelo de los protagonistas atrapan al espectador. El problema está en el tercer acto. 

    En el desenlace Pinter se aparta de la obra original, prescindiendo del original juego de adivinanzas de Tindle y el ágil y contundente clímax final de la obra de Mankiewicz para alargar el duelo con una nueva vuelta de tuerca (muy propia de Pinter, “Provocaciones S.A.”, incluyendo una blasfemia y un guiño gay) que se presenta inverosímil. 

    En cuanto a la interpretación, Law no es Olivier y, aunque se luce en algunos momentos, en otros sobreactúa o deja al descubierto sus limitaciones. Pero Caine sigue siendo Caine y verle (y escucharle) actuar es un gozo. (Decine21 / Almudí JP-FPP)