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La buena nueva

La buena nueva

La buena nueva
contenidos X(varias imágenes); F (imagen deformada de la Iglesia Católica)

Reseña:

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Dirección: Helena Taberna
Intérpretes: Unax Ugalde, Guillermo Toledo, Bárbara Goenaga, Mercedes Sampietro, Joseba Apaolaza, Maribel Salas, Loquillo, Gorka Aguinagalde.
Guión: Andrés Martorell, Helena Taberna
Música: Ángel Illarramendi
Fotografía: Gonzalo F. Berridi
Distribuye en Cine: Golem
Duración: 103 min.
Género: Drama

Crónica de un fracaso anunciado 

    Miguel es nombrado párroco de un pueblo socialista coincidiendo con la sublevación de 1936. Desde el inicio de la guerra, el pueblo es ocupado por el bando nacional y pronto se suceden los fusilamientos. En su lucha por defender a los represaliados, Miguel se enfrenta a la jerarquía eclesiástica y militar, poniendo en juego su propia vida. 

    Miguel encuentra refugio en su amistad con Margari, la maestra del pueblo, cuyo marido ha sido asesinado al inicio de la contienda. La relación con ella supone el contrapunto al desencanto del joven párroco y su único apoyo en un camino que debe recorrer solo.

L    a idea que desarrolla la película es una condena de la actitud de la Iglesia en toda regla, con la contraposición entre jerarquía y curas "oficiales", que abrazan la causa del bando nacional -el film no da ninguna razón de por qué esto sería así-, hasta entrenándose en el manejo de las armas, y los que tratan de vivir con sencillez las enseñanzas de Jesús -ahí tendríamos a don Miguel-. 

    En tal disyuntiva, las simpatías se decantan sin ambajes hacia el segundo lado; aunque al final tendríamos la crónica de un fracaso -no admitido, claro está-, pues el protagonista debería renunciar a seguir en una institución que habría traicionado las intenciones de Jesús. 

    La película de la directora de Yoyes es bastante irregular. Al principio se sigue con interés, porque la incorporación del cura al pueblo, su "toma y daca" con los bandos enfrentados, se narra con estilo, diríase que se ha inspirado en Proibito de Mario Monicelli, incluso en ese amor humano que no se quiere admitir. 

    Pero a medida que avanza la historia, pierde fuelle, se prolonga en exceso, y en el último tramo se produce un importante desequilibrio al cargar la mano en el personaje del requeté, que aparentaba ser una buena persona, pero que en el final de opereta resulta mil veces peor que el repugnante falangista. (Almudí JD-AC)

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