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Dirección: Gregory Hoblitt
Intérpretes: Anthony Hopkins, Ryan Gosling, David Strathairn, Rosamund Pike, Embeth Davidtz, Billy Burke, Xander Berkeley.
Guión: Daniel Pyne, Glenn Gers
Música: Jeff Danna, Mychael Danna
Fotografía: Kramer Morgenthau
Distribuye en Cine: Tri Pictures
Duración: 113 min.
Género: Drama, Thriller
A sangre fría
Ted, un ejecutivo maduro de una compañía aérea, descubre la infidelidad de su mujer, y le dispara a sangre fría un tiro en la cabeza, que la deja en coma. La policía le encuentra en su casa con el arma en la mano, y obtiene una confesión de culpabilidad. Para Willy, un ambicioso picapleitos que trabaja para la oficina del fiscal del distrito, y que se ocupará de ejercer la acusación, el caso parece "pan comido", y apenas le presta atención, más atento a un inminente ascenso.
Craso error, porque empiezan a surgir datos que podrían llevar a la absolución del acusado: del arma que Ted tenía en la mano no salieron las balas asesinas, y para colmo de males, se descubre que el policía que le detuvo era el amante de su esposa, lo que invalidad la confesión.
Gregory Hoblit es un realizador curtido en series y películas de corte policíaco y judicial: Canción triste de Hill Street, Policías de Nueva York, Las dos caras de la verdad, La guerra de Hart... Aquí reincide en la misma temática, con un caso planteado como un juego-trampa: Ted ha urdido un supuesto crimen perfecto, gracias a lo cual espera eludir la cárcel; e incluso ha seleccionado en cierto modo a su acusador, a quien ya ha encasillado como "trepa" que, si ve en peligro su meteórica carrera, abandonará el caso para evitar el ingreso en el "club de los perdedores".
No cuenta con que, primero el orgullo, y luego un elemental sentido de la justicia, empujen a Willy a dar "el do de pecho". Este duelo de egos, que protagonizan Anthony Hopkins y Ryan Gosling, retrotrae un poco al que el propio Hopkins mantenía con Jodie Foster en El silencio de los corderos, con la sustitución del doctor aficionado a "merendarse" seres humanos por el marido despechado.
El resultado de la película de Hoblit es desigual: aunque arranca con ritmo notable, y logra mantener el interés en líneas generales, se desinfla paulatinamente, y no se acaba de acertar en el desenlace, algo plano.
El resultado es más que notable, y la interpretación de Ryan Gosling: sobresaliente. No es fácil enfrentarse a Anthony Hopkins sin salir mal parado. Pero más complicado aún es competir con un personaje que reúne tantos tópicos: abogado joven, guapo, ambicioso y listísimo. Gosling (que aspiró al Oscar por su impresionante trabajo en Half Nelson) realiza una interpretación que sabe matizar al personaje, haciéndolo vulnerable, nada que ver con esas interpretaciones planas (pedantes, insulsas, maniqueas) que abundan en el cine norteamericano producidas por o para las majors.
El guión saca adelante una historia de un proceso judicial en el que la vista es lo de menos. Lo importante es el viaje al interior de los personajes, especialmente el de Anthony Hopkins (como otras veces inteligente, arrogante y perverso), muy bien retratado en los diálogos con Gosling. Como película de género judicial, Fracture es tremendamente convencional pero entretiene y cuenta con algunas secuencias logradas.
La cinta, como suele ocurrir en muchas películas recientes, es artificiosa y alambicada, con un desenlace cogido por los pelos y encajado a martillazos. (Aceprensa / Filasiete / decine21 / Almudí)