Tal como estaba previsto, el último sábado de mayo a mediodía, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, el Papa Francisco celebró un alegre encuentro con los casi seiscientos participantes en el “Tren de los niños”
Sois niños capaces de volar libres con la ayuda de Jesús, porque alejados de Él corréis el riesgo de tener el corazón de hielo y piedra.
Es el deseo que el Papa dirigió a los casi 200 niños llegados por tercera vez al Vaticano con el Tren de los niños. La iniciativa, organizada por el Atrio de los Gentiles, se dirige a menores en situaciones difíciles, hijos e hijas de detenidos y detenidas provenientes de Roma, Civitavecchia, Latina, Bari y Trani. Este año, el tema ha sido el Vuelo, un modo para aligerar la vida ordinaria de los pequeños que viven separados de sus padres.
Salieron en tren volando en brazos del Papa. Porque eso es lo que propusieron los organizadores del viaje de este año a sus pequeños pasajeros: volar más alto que la celda del sufrimiento que cada día encierra y sofoca con su tristeza vidas que, por el contrario, deberían ser libres como el ruido alegre y las banderas con las que los niños colorean al Aula Pablo VI, agitándolas ante un Papa muy partícipe y paterno.
Papa: Decidme: ¿Es verdad lo que ha dicho la señora Patricia, que habéis volado hoy?
Niños: ¡Sí!
Papa: ¡No me lo creo!
Niños: ¡Sí!
Papa: A ver, que alguno me lo explique. ¿Cómo se vuela?
Niños: ¡Con los sueños!
Papa: ¡Con los sueños! ¿Y qué se sueña? ¡Todo lo que quieras! ¡Qué bonito! Y si quieres ir encontrar a tu papá, tu mamá, tu tía, tu tío, el abuelo, la abuela, los amigos…, puedes ir volando con la fantasía.
El diálogo entre el Papa y los niños del tren, que por un día les hace volar, es un intercambio espontáneo y velocísimo. Y ligero, como las verdades más profundas de la vida, explicadas a niños que gozan de una jornada de infancia, robada a unos días donde no se vuela nunca, porque mamá o papá están presos en la cárcel, y no hay tiempo de mirar al cielo, en esa casa donde vuelan hasta los sueños.
Papa: Esta pregunta es difícil, pensadla bien. Un niño o una niña que no consiguen soñar, ¿cómo es?
Niños: ¡Es infeliz!
Papa: ¡No lo oigo!
Niños: ¡Es infeliz!
Papa: ¡Infeliz! Porque soñar te abre las puertas de la felicidad. En cambio, quien no sueña está encerrado, tiene el corazón…
Niños: ¿Roto?
Papa: Con el corazón cerrado…
Card. Comastri: ¿Como hielo?
Papa: ¡Como el hielo! ¡Helado! Si, así es.
Niños: ¡Es como una piedra!
El Papa abraza con la mirada a los niños que se mueven a su alrededor, y explica cómo puede pasar que un corazón se vuelva de hielo o de piedra.
Papa: Dime, ¿cuándo es posible que el corazón se vuelva un hielo o una piedra?
Niño: ¡Cuando no soñamos!
Papa: ¡Cuando no soñamos, cuando no rezamos!
Niña: Y cuando no escuchamos la palabra…
Papa: Cuando no escuchamos… ¡Dilo fuerte! Ven, ven… ¡Tú has dicho una cosa bellísima! Díselo a todos. El corazón se vuelve piedra o hielo cuando...
Niña: ¡Cuando no escuchamos la Palabra de Dios y de Jesús!
Papa: ¡Muy bien! ¡Muy valiente! Sí, tú también... No lo olvidéis: volar con los sueños…
Niño: ¡No dejar nunca de soñar!
Papa: ¿Cómo?
Niños: ¡No dejar nunca de soñar!
Papa: ¡No dejar nunca de soñar! Y también, como dijo ella, escuchar la Palabra de Jesús, porque escuchando la Palabra de Dios uno se hace grande, agranda el corazón y ama a todos”.
Los niños llevan cosas al Papa, una vela, un cirio. Uno le lleva una poesía para Jesús. Las palabras del pequeño se hacen grandes, con el compromiso de una vida que −como han dicho a coro al Papa− quiere soñar y volar soñando:
Amigo Jesús, que quisiste ser llamado amigo de los pecadores, por el misterio de tu muerte y resurrección, danos tu paz y líbranos de nuestros pecados, para que yo dé frutos de caridad, justicia y verdad.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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