La batalla del Partido Comunista Ruso no ahorró esfuerzos para erradicar la Fe de la conciencia del pueblo, y el vacío intelectual, espiritual y humano del comunismo era patente; más de veinte millones de rusos han vuelto a la Fe en la Iglesia Ortodoxa
¡Escucha, oh Dios! En mi vida no he hablado ni una sola vez contigo, pero hoy me vienen ganas de hacer fiesta. Desde pequeño me han dicho siempre que Tú no existes… Y yo, como un idiota, lo he creído.
Estas son las primeras palabras de la oración encontrada en el bolsillo de la chaqueta de un soldado ruso −Aleksander Zacepa−, y escrita pocas horas antes de su último ataque contra una posición alemana, en la Segunda Guerra mundial.
La batalla del Partido Comunista Ruso, bajo el mando de Lenin, Stalin, Jrushchov, Andropov, etc., no ahorró esfuerzos para erradicar la Fe de la conciencia del pueblo. Los Museos del ateísmo proliferaron por doquier, y no pocos templos fueron arrasados.
En algún caso se pretendió levantar en su lugar un monumento a la “liberación atea del hombre”; y al fin todo quedó en construir una piscina gigantesca para el descanso del pueblo. El vacío intelectual, espiritual y humano del comunismo era patente. Más de veinte millones de rusos, desde Gorbachov al último, Yeltsin, volvieron a la Fe en la Iglesia Ortodoxa.
El soldado rezó antes de saltar de la trinchera:
¡Han dado la señal! Me tengo que ir. ¡Qué bien se estaba contigo!Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura: Quizá esta noche vaya a tocar a tu puerta. Y si bien hasta ahora no he sido tu amigo, cuando vaya, ¿me dejarás entrar?
En una encuesta reciente −y dejo a salvo siempre la credibilidad de este tipo de análisis− el 70 % de los rusos se declara “religioso”, frente al 56 % de los habitantes de Estados Unidos, y al 30 % de los ciudadanos del Reino Unido.
Hace ya un par de años, el parlamento ruso rechazo con gran mayoría la legalización que permitiría llamar “matrimonio” a una unión de dos hombres homosexuales o de dos mujeres lesbianas. Y no sólo; las leyes rusas han rechazado cualquier tipo de manipulación de la juventud, y han eliminado cualquier “enseñanza” abierta a la “ideología de género”. Es más; en Rusia está prohibida por ley la adopción de niños por parte de parejas de homosexuales.
En sus tumbas, el alma cristiana de hombres como Dostoyeski, Gogol, Solzhenitsyn, Pushkin o Pasternak, entre otros, estarán conteniendo el aliento a la espera de cómo van sucediéndose los acontecimientos en su amada patria rusa. La oración del soldado Zacepa seguirá sonando en sus oídos:
Dios mío, mira lo que me ha pasado. Sólo ahora he comenzado a ver con claridad… Dios mío, me voy… Será difícil regresar. Qué raro, ahora la muerte no me da miedo.
¿Una primavera? En Rusia han comenzado a aparecer leyes para cerrar redes de pornografía; para favorecer la familia y el nacimiento de niños. Se han establecido medidas restrictivas sobre el aborto, que ha comenzado a declinar de manera notable.
Mientras en Europa, España incluida, la natalidad sigue bajando, en Rusia ha comenzado a crecer, y sigue creciendo, desde el año 2.000. En la Unión Europea la tasa de hijos por mujer fue de 1,57 en 2013. En Rusia, fue de 1,75. Rusia, definitivamente, ha decidido no suicidarse, volver a sus orígenes familiares, y recobrar la Fe.
¿De dónde surgirá una nueva “primavera” para Europa? ¿de la “liberación atea iluminada” que se implantó desde la Revolución Francesa, que ha estado sufriendo, y sigue sufriendo, en los dos últimos siglos? Ciertamente, no. También, ciertamente, habrá “primavera”. ¿Sobre qué raíces florecerá?
Ernesto Juliá Díaz, en religionconfidencial.com.
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