“Creo que la autoridad moral del Papa Benedicto se agranda aún más y estoy convencido de que su oración es una poderosa ayuda para su sucesor”
Entrevista al Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación de Obispos, en el 10º aniversario de la elección de Benedicto XVI.
Un humilde trabajador de la Viña del Señor, se definió a sí mismo, el 19 de abril de hace 10 años, el Cardenal Ratzinger al ser elegido como sucesor de Pedro. ¿Se ven ya los frutos de su Pontificado?
Yo veo sobre todo frutos a largo plazo y, como primer fruto, me parece que el Pontificado de Benedicto XVI ha sido una suerte para Europa. El Papa, con su nombre y su pensamiento, recordó las raíces cristianas de Europa y la estima que se debe a su patrimonio espiritual y cultural. Sus viajes y discursos −por ejemplo en Paris, Londres y Berlín− quedarán como referencia para el futuro de Europa.
Otro fruto importante es la contribución específica de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, a las relaciones entre fe y razón, en sus grandes encíclicas. Además, el Papa Benedicto −añadiría− acercó la exégesis y la teología, en la teoría y en la práctica, con la Exhortación apostólica Verbum Domini y, sobre todo, con su libro sobre Jesús de Nazaret. Un tercer fruto es el tesoro de las homilías mistagógicas que nos dejó en herencia: ¡toda una escuela de predicación! Muchas de esas homilías se leerán por los siglos.
El Papa Benedicto afrontó con firmeza cuestiones dolorosas como la pedofilia en la Iglesia y la trasparencia en la gestión de los bienes. ¿Se puede decir que, en esos frentes, el Papa Francisco está recogiendo los frutos del gran trabajo iniciado con valentía por su predecesor?
Ciertamente. Veo una gran continuidad entre los dos Pontífices. Y lo más interesante de esa continuidad es su diferencia de estilo y de carisma. Hay gran continuidad en la reforma de la Iglesia, en la lucha contra la pedofilia, en la trasparencia financiera, y también en las cuestiones sobre la familia −tema muy querido por Benedicto−, y se avanza con gran continuidad en la reflexión sobre la nueva evangelización y también en la interpretación del Concilio.
Desde hace dos años, tras su renuncia al ministerio petrino, el Papa Benedicto se retiró a la oración, alejado del mundo. Pero su contribución a la Iglesia sigue presente de otro modo.
Benedicto XVI se retiró al silencio con un gran gesto de humildad y valentía −un gesto revolucionario−, que abrió el camino a la novedad del Papa Francisco. Creo que la autoridad moral del Papa Benedicto se agranda aún más y estoy convencido de que su oración es una poderosa ayuda para su sucesor.
Usted fue uno de los más estrechos colaboradores de Benedicto XVI. Personalmente ¿cuál es el don más grande que recibió al estar cerca de un hombre y un pastor tan grande como Joseph Ratzinger?
Conservo muchos recuerdos personales de los encuentros de trabajo con él, sobre todo para los nombramientos de obispos, donde pude admirar su prudencia, su sabiduría. Pero quizá lo que más me llamó la atención, en los momentos difíciles y críticos que tuvo que vivir, fue su humildad y su paciencia: con los colaboradores, con los traidores, con todas las dificultades, incluso con las críticas de la prensa. Creo que supo cargar con su cruz y seguir a nuestro Señor. Benedicto será para mí un maestro de vida −no solo un doctor de la Iglesia, sino un maestro de vida−, un hombre bueno, culto, que se ganó el cariño profundo y permanente de muchos fieles.