Lo importante es ese cultivo diario que facilite ir comprendiendo la belleza irrepetible de toda vida humana unida a la intangible dignidad de la mujer y sus dimensiones maternas
Algo más de una semana ha transcurrido desde la manifestación a favor de la vida la mujer y la maternidad que acogió la soleada mañana madrileña el pasado 14 de marzo.
La alegría festiva, serena, multicolor entreverada con emotivos testimonios de las jóvenes madres-coraje capaces de aceptar la vida recién concebida frente a las presiones y soledades habituales, la familia numerosa que adopta a Javier el más querido por su síndrome de Down, el diálogo entre la pequeña hija de Marta con su respuesta ¡hola! al público…, resultan, a mi entender, más significativas que cualquier recuento sobre el número de asistentes. Sobre todo una impresionante multitud familiar que sale a la calle para mostrar que efectivamente cada vida humana importa contrasta con el uniforme color gris de lo "políticamente correcto" sustentador de la impuesta subcultura de la muerte.
Frente a la subcultura abortista, Marta, madre a los 17 años había testimoniado: "La vida de tu hijo lo vale todo". Su " target="_blank">vídeo contándolo ha recibido más de 230.000 entradas. Por algo será.
Durante la audiencia del pasado miércoles, el Papa Francisco resaltaba la importancia de los niños, y entre otras cosas se expresó así: "hoy me detendré sobre el gran don que son los niños para la humanidad. Es verdad. Gracias por aplaudir. Son el gran don de la humanidad, pero también son los grandes excluidos, porque ni siquiera les dejan nacer". Bergoglio enumeraba lo mucho que los niños aportan a la familia y a la sociedad con su espontáneo, sencillo, sincero, alegre y tierno modo de ser. No ocultó Francisco que también pueden generar preocupaciones y problemas, aunque señaló con fuerza: "pero es mejor una sociedad con estas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños. Y cuando vemos que el nivel de nacimiento de una sociedad apenas llega al uno por ciento, podemos decir que esta sociedad es triste, es gris porque se ha quedado sin niños" (Papa Francisco: Audiencia miércoles 18 de marzo).
Esta imagen de una sociedad gris trajo a mi recuerdo la inolvidable novela que escribió Michel Ende bajo el título Momo: la niña que hablaba poco, pero escuchaba mejor que nadie por lo que todo su barrio acudía a contarle sus problemas. Ende, en uno de sus diálogos se refiere a los "hombres grises", caricatura de las personas avaras de tiempo que van desposeyendo de ilusiones y colores a los demás y generan una sociedad egoísta centrada en el valor absoluto de una eficacia tecnocrática y del individualismo radical. Estos personajes antipáticos anulan a las personas, las sumen en la apatía e indiferencia.
Frente a ellos resalta más la figura de Momo que dedica generosamente tiempo a los demás y en su escucha atenta consigue que recuperen sus proyectos e ilusiones.
Frente al gris predominante entre nuestros políticos y medios de comunicación silenciadores de aquella fiesta multicolor que mostró la belleza, generosidad y ternura de la vida, sigue constituyendo un destello de esperanza. Muchos universitarios acudieron desde San Sebastián y otras ciudades del país Vasco para manifestarse por la vida, la mujer y la maternidad. Esa presencia joven creciente de año en año no se improvisa. Responde a un cultivo de amor por la vida humana que requiere tiempo, educación y apoyo reflexivo también desde la docencia universitaria.
Sin duda, la subcultura triste y gris de la muerte sigue siendo predominantemente poderosa. Ha hecho cobardes en España a los políticos que se habían comprometido en modificar a fondo e incluso abolir la despenalización del aborto y se echaron atrás sin razones comprensibles bajo la ambigua palabra "consenso". Las urnas les pasarán merecida factura, pero más importa, a mi entender, ese cultivo diario que facilite ir comprendiendo la belleza irrepetible de toda vida humana unida a la intangible dignidad de la mujer y sus dimensiones maternas. En definitiva comparto estas palabras conclusivas de Benigno Blanco al finalizar la manifestación: "En unos minutos nos disolveremos y volveremos a nuestra casa. Pero lo que aquí hemos hecho no se disuelve ni desaparece, pues cada uno en nuestro lugar seguiremos haciendo lo mismo que hoy hemos hecho aquí juntos: dar la cara por la vida, mostrar y hacer visible al no nacido, exigir respeto a la vida y exigir y ofrecer apoyo a las mujeres embarazadas que necesitan ayuda para ser madres".
Este reto cotidiano se difunde también entre los jóvenes universitarios, por lo que sus acciones, aparentemente pequeñas de hoy, terminarán configurando otra amplia cultura pro-vida en el futuro. Un nuevo arcoíris humilde pero eficaz empieza a contrastar sobre el uniforme gris de nuestro tiempo.
Rafael María Hernández Urigüen, profesor en ISSA y la Escuela de Ingenieros - Tecnun