Lo determinante en esta violencia extrema es la completa dislocación de la relación amorosa
Arvo.net
Abordar una verdadera educación de la afectividad representa una empresa mucho más difícil que insistir en que los hombres y las mujeres somos iguales, pero es preciso acometerla
Lleva razón Leire Pajín cuando le dice a Ana Mato que hay que llamar a las cosas por su nombre. Se lo dice a propósito de la expresión utilizada por la actual ministra de Sanidad con motivo de la mujer asesinada en Roquetas de Mar por su pareja en los últimos días de 2011. La nueva titular de Sanidad al referirse a las medidas que es preciso adoptar para terminar con esta lacra habló de violencia en el entorno familiar. Pajín replicó ante los periodistas que «las palabras no son neutras» y vino a decir que para que cese la muerte de mujeres, es preciso interpretar estos asesinatos dentro del marco general de violencia que éstas padecen.
Lo he dicho hace años en esta misma tribuna y lo vuelvo a repetir: ¡no! Mientras los asesinatos a manos de sus parejas o ex-parejas se sigan considerando una forma más de violencia contra las mujeres, seguirá habiendo varones que maten a sus parejas, porque este tipo de asesinatos, por lo general, responde a una “lógica” específica, diferente a los estereotipos machistas que pueda haber en la sociedad. Nos encontramos ante un tipo específico de violencia. Y, como efectivamente, las palabras no son neutras, no hay que denominarla ni violencia en el entorno familiar ni violencia doméstica ni violencia de género. El nombre adecuado es violencia de pareja; pero no machista, aunque sea masculina. La diferencia estriba en que el término machismo hace alusión a la consideración peyorativa de la mujer. Así, pues, no toda violencia masculina es machista. Y, en concreto, la violencia que ejercen los varones sobre sus parejas, siendo masculina, en la mayoría de los casos no es machista.
La webredfeminista.org contra la violencia hacia las mujeres aporta los siguientes datos. En 2011, a fecha 30 de diciembre, en España han fallecido en el ámbito intra-familiar (es la denominación que utiliza la organización feminista en su web) 82 mujeres (a las que hay que añadir otras siete por agresión sexual o en el ámbito de la prostitución). De las 82 mujeres asesinadas en el ámbito intra-familiar, 69 han sido a manos de su pareja o ex-pareja. Si no he realizado mal el cálculo, el 84% de las mujeres que mueren en un contexto ajeno a la prostitución o a la agresión sexual, lo hacen a manos de sus parejas.
Lo determinante, por tanto, en estas víctimas no es su condición de mujeres, sino de parejas (obviamente, en el 99% de los casos, la pareja de un varón es una mujer). Para que a un energúmeno se la vaya la pinza y mate a su pareja o ex-pareja, no es preciso que tenga interiorizado un “discurso” machista según el cual las mujeres son seres inferiores. Basta con que tenga una idea de la relación de pareja en clave de dominio o posesión. De manera que lo determinante en esta violencia extrema es la completa dislocación de la relación amorosa.
Yo no sé si esto tiene arreglo. Pero si lo tiene, la solución pasa, a mi modo de ver, por una auténtica educación de la afectividad, diferente de la educación de la sexualidad, sobre todo si esta última se entiende como adiestramiento sexual. Una verdadera educación de la afectividad habría de llevar a saber manejar la compleja y sutil relación entre un hombre y una mujer, que posee como ingrediente imprescindible el respeto al otro y que tan fácilmente descarrila, de manera más o menos solapada, en relación posesiva. Mientras la dinámica amorosa no discurra por el cauce del respeto y de la entrega recíprocos en todos los órdenes, las relaciones de pareja tendrán mucho de conflictivo —como sucede tan a menudo, en las dos direcciones de la relación— y, en casos extremos, se saldará con la violencia física del varón sobre la mujer.
Abordar una verdadera educación de la afectividad representa una empresa mucho más difícil que insistir en que los hombres y las mujeres somos iguales, pero es preciso acometerla. Cuanto más tardemos en intentarlo, más tardaremos en aprender cómo se educa este aspecto tan nuclear en la vida de las personas; y más mujeres seguirán muriendo. Así de crudo, así de trágico.