Es asombrosa la fortaleza que, pese a todo, aun manifiesta la estructura familiar en este país
LaVozDeGalicia.es
Pese a tantas bobadas como se han dicho, se ve que, al final, la familia es la mejor inversión común, aunque algunos la llamen "tradicional" con un desprecio incomprensible y arrogante
Vuelven los mismos: los que padecieron las hambrunas de los cuarenta, los que emigraron en masa en los cincuenta y en los sesenta, los que levantaron el país y sus familias trabajando sin tasa y sin pensar mucho en ellos, los que produjeron el milagro económico español. Ahora tienen muchos años y se dedican a amortiguar la crisis que hemos provocado. Son padres que reciben de vuelta en sus casas a hijos ya emancipados, abuelos con cuyas pensiones sobreviven ni se sabe cuántos parientes, ayudados, quizá, por unos euros de economía sumergida. Algunos, merecedores de un buen descanso y de una vida tranquila, han vuelto al tajo. Y otros...
Otros han vuelto de las residencias de ancianos: sus hijos prefieren atenderlos personalmente y que el dinero de sus pensiones se quede en casa, porque hace mucha falta, en lugar de pagar el geriátrico.
Me lo contaba el otro día un notario. Por su profesión, conocen muy bien el reverso del tapiz de esta sociedad nuestra, los nudos que sostienen el paisaje cotidiano que vemos en las calles y por televisión. Estaba asombrado de la fortaleza que, pese a todo, aun manifiesta la estructura familiar en este país. Dice que sería imposible aguantar sin ella semejantes cifras de paro. Pese a tantas bobadas como se han dicho, se ve que, al final, la familia es la mejor inversión común, aunque algunos la llamen "tradicional" con un desprecio incomprensible y arrogante. Como dijo hace años The Economist con otras palabras, no hay seguro de salud preferible —las personas con familia están siempre mejor cuidadas y cuestan menos al Estado— ni plan de pensiones más fiable.