Dejando de lado los prejuicios de que hace gala nuestra sociedad laicista
Hay que leer los textos sobre educación que ha publicado la Iglesia católica, sobre todo los científicos sociales, que son los que pueden entender qué hay de interesante y de prometedor en lo que dice la Iglesia
Rebecca Winthrop, una de las colaboradoras más prestigiosas de la Brookings Institution norteamericana en temas de educación y desarrollo, publicó hace unos días una entrada en el blog de Brookings con el sugestivo título de “¿Podría ser el Papa Francisco el más grande defensor de la educación en el mundo?” (aquí, en inglés). El título picó mi curiosidad. Empieza contando cómo fue invitada a una reunión en el Vaticano para tratar de temas educativos. “Como no católica, este era un nuevo territorio para mí”, confiesa.
De modo que se puso a leer cosas sobre la Doctrina Social de la Iglesia católica sobre educación. “Y descubrí una Iglesia muy diferente de la que aparece habitualmente en los titulares de la prensa. Los conceptos de dignidad humana, igualdad, el derecho de las personas a la plena participación en la sociedad y, en consecuencia, la llamada a proporcionar una protección especial a los pobres y vulnerables y a actuar buscando el bien común” llamaron su atención.
Para alguien interesado en el derecho universal a la educación, “la potente idea de que todas las personas formamos parte de una única familia humana, sin importar quién eres, de dónde eres, cuál es tu sexo, y si eres rico o pobre” le pareció particularmente atractiva. Por eso afirma que “mi viaje al Vaticano me enseñó que hay mucho más terreno común del que parece, entre las comunidades religiosas y las dedicadas a la educación global”. De hecho, la última de sus recomendaciones es “apoyarse en la tradición educativa católica”.
La Iglesia católica tiene muchas joyas que pueden servir de guía a la sociedad, porque se basan en una concepción de la persona que es muy rica y muy prometedora. Hay que leer los textos que ha publicado sobre estos temas, dejando de lado los prejuicios de que hace gala nuestra sociedad laicista. Y tienen que hacerlo, sobre todo, los científicos sociales, que son los que pueden entender qué hay de interesante y de prometedor en lo que dice la Iglesia.