El Prelado del Opus Dei invita a 'hacer familia' en el entorno de cada uno, practicando la virtud de la Caridad. Comenta además, el 85 aniversario desde que san Josemaría comprendió que el Opus Dei es para mujeres y hombres
Después de recordar la abundancia de aniversarios significativos durante estos meses, se refiere Mons. Javier Echevarría a la proximidad del cumplimiento de los 85 años del momento en el que Nuestro Señor hizo comprender a san Josemaría que el Opus Dei era también para las mujeres, lo mismo que para los hombres, y recuerda algo que San Josemaría escribió a sus hijas el 29 de Julio de 1965: “No pensaba yo que en el Opus Dei hubiera mujeres. Pero, aquel 14 de febrero de 1930, el Señor hizo que sintiera lo que experimenta un padre que no espera ya otro hijo, cuando Dios se lo manda. Y, desde entonces, me parece que estoy obligado a teneros más afecto: os veo como una madre ve al hijo pequeño”, añadiendo el Prelado que cada jornada salía de su alma un profundo agradecimiento a sus hijas (…) por esta luz divina que se encendió con la presencia de las mujeres en el Opus Dei.
Después de referirse a algunas consideraciones sobre la dignidad y misión de la mujer, que San Juan Pablo II manifiesta en la Carta Mulieris dignitatem, se dirige el Prelado a sus hijas afirmando: Hijas mías, no son amabilidades estas reflexiones, sino una honda invitación a considerar vuestra importancia en la Iglesia, al mismo tiempo que un estímulo para que cuidéis vuestra fidelidad cotidiana, y se refiere a una carta de San Josemaría, que en 1965 nos señalaba: “de alguna manera, podemos decir que en la Virgen Santísima se realiza, en grado eminente, la función asignada por Dios a la mujer en la historia de la Salvación: su aportación específica a la corredención”. Y añadía, dirigiéndose a sus hijas en el Opus Dei y, en general, a las mujeres cristianas: “en Nuestra Señora tenéis el modelo y el auxilio para la elevación al plano de la gracia de vuestros talentos y quehaceres naturales, convirtiendo vuestra función propia, en la familia y en la sociedad, en instrumento divino de santificación, en una misión peculiar en el seno de la Iglesia: participando, en la medida de vuestra correspondencia personal a la gracia, de la excelencia y de la prioridad con que Dios ha adornado a su Madre”.
Continúa el Prelado, afirmando: que el carácter de familia cristiana unida por vínculos sobrenaturales −que nos afecta a cada una y a cada uno− queda resaltado en la Obra por el insustituible papel de mis hijas. Ha sido voluntad expresa del Señor que en la Prelatura del Opus Dei caminemos mujeres y hombres, con una completa separación en lo que se refiere a los medios de formación y a los apostolados, pero con una plena unidad −espiritual, moral y jurídica− con fundamento visible en el Prelado, Padre de esta familia espiritual, y recuerda –como explicaba San Josemaría− que en el Opus Dei hay “un solo puchero, del que cada uno toma según su necesidad”. Por eso, continua, aunque en estas líneas trate especialmente del papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, esas consideraciones valen también para los hombres, cambiando lo que sea necesario.
Se refiere a que todos hemos sido llamados a buscar la plenitud de la vida cristiana, según las circunstancias en las que Dios se dirige a cada uno. En el celibato apostólico o en el matrimonio, la respuesta a Dios ha de ser siempre total. En este año mariano de la Obra, os he invitado a recurrir a la Sagrada Familia de Nazaret, rezando especialmente por las familias del mundo entero, y después de citar algunos textos del papa Francisco y de San Josemaría, sugiere hacer nuestros estos consejos, que ayudan a salvaguardar la convivencia fraterna con las demás personas (…) viviendo la virtud teologal de la caridad, que nos impulsará a tratar de pensar siempre en los demás, y no en nosotros mismos, sugiriendo hacerlo como San Josemaría, que de modo gráfico, expresaba el ideal de un hijo de Dios: “hacerse alfombra en donde los demás pisen blando”. E inmediatamente añadía: “no pretendo decir una frase bonita: ¡ha de ser una realidad! −Es difícil, como es difícil la santidad; pero es fácil, porque −insisto− la santidad es asequible a todos”.
Más adelante recuerda el Prelado el otro aniversario que celebramos en la misma fecha −el de la fundación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz− nos habla también de ese desvivirse con alegría por hacer pacífica y gozosa la vida a los otros. En el Opus Dei, como incansablemente enseñó san Josemaría, “todos somos iguales. Sólo hay una diferencia práctica: los sacerdotes tienen más obligación que los demás de poner su corazón en el suelo como una alfombra, para que sus hermanos pisen blando (...). Han de ser firmes, apacibles, cariñosos, alegres; servidores especiales −siempre con sosiego y alegría− de los hijos de Dios en su Obra”, y de todas las almas. Son, en cualquier situación y circunstancia en que se encuentren, instrumentos de unidad.
Después de referirse a otras celebraciones litúrgicas y familiares, cita un detalle de cómo San Josemaría cuidaba el hogar del Opus Dei, de cuando se trasladaron sus hijas al Japón, para comenzar la labor apostólica entre las mujeres, y otros detalles que le llevan a afirmar: Saqué la impresión de que deseaba mostrarnos que, para que todo funcione, lo primero en los Centros −después del Sagrario− son siempre sus hijas. Era evidente el contraste entre su interés porque la Administración estuviera perfectamente acabada, en comparación con la parte de la residencia ocupada por él mismo y por sus hijos.
Y para concluir su Carta pastoral: Al encomendar la persona e intenciones del Santo Padre, tengamos presente el consistorio y el nombramiento de nuevos cardenales que el Papa Francisco ha anunciado para este mes. En esa oración, pedid por todos los colaboradores del Romano Pontífice, bien unidos a mis intenciones.