El perdón, las palabras, el abrazo del otro, la mirada positiva del marido o de la esposa... señalan a Alguien más allá del otro que te está hablando, sonriendo, abrazando...
Los autores de Pijama para dos vuelven con Manzana para dos, donde dan voz, con humor y de manera incisiva, a la serpiente y a sus engaños al Adán y Eva de hoy. Sin embargo, el matrimonio “es la fórmula perfecta para amar y ser amado”
Hoy, medio mundo dice: “El infierno es el otro”; y el otro medio: “El infierno es la otra”, pero vosotros decís que, en el principio, el Paraíso era el matrimonio.
Teresa: Juan Pablo II afirmaba que la naturaleza humana se realiza plenamente sólo en la unión de varón y mujer. Ningún ser humano está proyectado para sí mismo, sino siempre para un otro único. El matrimonio es, así, la fórmula más perfecta para amar y ser amado, de realizarte plenamente.
Alfonso: El Paraíso, para la mujer, es el hombre. Y viceversa: el Paraíso del hombre es la mujer. Y hay un tercero, que es Dios, con quien el matrimonio forma una intimidad de tres. Ése es el Paraíso, básicamente. Pero el personaje de la serpiente pretende acabar con esta intimidad de tres.
¿Cómo se construye esta intimidad de tres? ¿De qué está hecha?
T: Como decía el poeta Miguel D´Ors, el perdón, las palabras, el abrazo del otro, la mirada positiva del marido o de la esposa... señalan a Alguien más allá del otro que te está hablando, sonriendo, abrazando... El matrimonio, sin Dios, no sería viable, y con Dios se vive una comunión muy grande. Dios, que es invisible, se hace concreto en tu marido, en tu mujer.
Un elemento importante es el cuerpo. Vosotros no tenéis miedo de decir que el sexo es bueno y santo.
A: El sexo es bueno porque la materia es instrumento de salvación. Eso explica que el diablo, que es un espíritu puro y puritano, no soporte la Encarnación. Juan Pablo II, con su Teología del Cuerpo, ha reivindicado el cuerpo de los esposos como vehículo de la gracia. El sexo es bueno porque fue creado por Dios, pero entendido como entrega y donación recíprocas, no sacado de contexto como pasa hoy.
T: La sexualidad es algo rico, pleno, profundo que une más y más a los esposos; y es el imán que Dios emplea para atraernos hacia Él mismo. Además, Dios se hace presente en el abrazo conyugal porque en él los esposos somos co-creadores con Él, damos vida a otras personas.
Abordáis las trampas del demonio al matrimonio. ¿Cuál es la principal?
T: Para mí, hacernos creer que las personas podemos estar mejor sin el otro. El mayor engaño ha sido hacernos creer que el matrimonio nos perjudica, y que necesitamos separarnos para poder ser nosotros mismos, porque el matrimonio nos ahoga.
También señaláis que uno de los engaños más sibilinos del demonio a la mujer ha sido la píldora, la anticoncepción.
A: Es la renuncia a lo que más define a la mujer: la posibilidad de ser madre. ¿Por qué, si no, la serpiente empieza tentando a Eva? La mujer tiene mayor capacidad de acogida, de integración, de dar vida, de estabilidad..., pero en el siglo XX renunció a todo ello, y eso fue un disparo a la línea de flotación del hogar y del matrimonio. Cronológicamente, es muy significativo que, después de la píldora, llegaran sucesivamente las leyes del divorcio, y luego del aborto.
Muchas mujeres sacrifican hoy su maternidad en aras del trabajo.
T: Es un engaño sutil, pero demoledor, porque destruye la capacidad que tiene la mujer no sólo de ser madre, sino de ser esposa. En realidad, la llamada liberación de la mujer la han ejecutado, fundamentalmente, varones, empezando por Simone de Beauvoir, imbuida y destrozada por Sartre; luego, si repasas la biografía de las demás líderes feministas, encuentras varones que las han destruido, abusado de ellas, o simplemente manipulado. La revolución feminista es una revolución masculina, en la que el hombre domina a la mujer.
A: Y la mujer se ha convertido en una réplica del peor modelo de varón: dominante, irresponsable y estéril. La igualdad ha consistido en dejar de ser mujer para convertirse en otro hombre. Pero todo esto se hace de buena fe, sin advertirlo; las mujeres han sido víctimas de este fenómeno. Pero conlleva mucha frustración: muchas mujeres se arrepienten con el tiempo de no haber tenido hijos, o de haber sacrificado su matrimonio.
¿Cómo conciliar, entonces?
T: La conciliación principal no es familia-trabajo, sino marido-mujer. Si el marido y la mujer se concilian entre sí, si se quieren de verdad, el matrimonio sale adelante. No se trata de repartir equitativamente las tareas hogar-trabajo-niños, porque al final resultan dos vidas paralelas con techo e hijos en común. La dicotomía O trabajo, o familia es un engaño, algo que viven las mujeres con mucha angustia.
¿Dónde quedan los hombres en todo esto?
T: Lo primero que hay que pedir al hombre es que sea, de verdad, hombre, y cabeza de familia: fortaleza, equilibrio, autoridad... Ser cabeza de familia no es mandar, sino ser el que más sufre, el que más se entrega, el que más responsabilidades asume, el que más equilibrio pone en la casa, el que serena las cosas, el que pone el cariño y la corrección necesaria, el que lanza a los hijos a la vida... Ser un hombre de verdad hoy no es sólo saber poner el lavavajillas. Es verdad que el hombre debe colaborar en casa, pero su principal misión ha de ser el fuerte de la casa, no una réplica de la madre.
A: Algo que se ha perdido es la fascinación original del uno por el otro, que es una maravilla; eso es lo que debe ser la unidad matrimonial. El hombre tiene que volver a poner a la mujer otra vez en un pedestal, y la mujer debe reconocer esta identidad específica del hombre.
(*) Entrevista de Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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